Los humanos no somos los únicos que sufrimos el calor, y el sector ganadero lo sabe. Con la llegada de las altas temperaturas del verano al territorio argentino, el estrés calórico en el ganado bovino se transforma en una preocupación concreta para productores y técnicos.
Más allá del efecto inmediato del calor, las olas térmicas como la que está atravesando nuestro país impactan en la fisiología, el comportamiento y el rendimiento productivo de los animales, generando pérdidas en fertilidad, producción, eficiencia alimentaria e incluso riesgo de muerte por golpe de calor. Cada día con condiciones térmicas extremas se traduce, en definitiva, en un día de pérdida para la producción ganadera.
Uno de los principales efectos del verano insoportable es el estrés calórico, que no es simplemente calor, sino que se define como el conjunto de cambios fisiológicos y comportamentales que desencadenan condiciones ambientales extremas.
Entre los primeros signos se encuentran el aumento de la frecuencia respiratoria, el mayor consumo de agua y la búsqueda activa de sombra. A medida que el estrés se intensifica, los animales reducen sus desplazamientos, comen menos, disminuyen los tiempos de rumia y descanso, y pueden mostrar jadeo, salivación excesiva y protrusión de la lengua.
La susceptibilidad al estrés térmico no es igual en todos los animales, ya que factores como edad, color y largo de pelo, así como el estado corporal, influyen en el grado de vulnerabilidad. Animales de pelaje oscuro y aquellos en etapas de terminación son particularmente propensos al impacto del calor.
En el centro de las herramientas de manejo para anticipar el estrés térmico está el denominado Índice de Temperatura y Humedad (ITH), un número que resume las condiciones ambientales como temperatura del aire y humedad relativa y permite evaluar si esas condiciones resultan estresantes para los bovinos.
El ITH varía según la radiación solar y la velocidad del viento, y su interpretación también depende de la categoría de los animales. En bovinos de carne, un ITH igual o superior a 75 ya alerta sobre posibles efectos negativos, valores de 79 señalan peligro y por encima de 84 se considera una situación de emergencia. En bovinos lecheros, un ITH superior a 72 se interpreta como nivel de alerta, aunque algunos autores consideran un umbral más bajo.
Este índice, que puede consultarse anticipadamente a través de plataformas como el Sistema de Información y Gestión Agrometeorológica (SIGA) del INTA, no solo señala la intensidad de las condiciones térmicas, sino que también es clave para evaluar la duración y repetición de exposiciones altas, factores que agravan el estrés calórico. Para que un animal pueda disipar el calor acumulado, la temperatura nocturna debe descender por debajo de 21°C durante varias horas.
En las últimas horas, la generación de una ola de calor y el pronóstico de altas temperaturas para los próximos días hizo encender las alertas por el ITH, el estado de los animales, ya que en las principales cuencas ganaderas del país, se registrarán valores de emergencia o cercanos a ellos.
Por ejemplo, la región de Rafaela, principal cuenca lechera del país, en horas del mediodía de los próximos días, el índice tocará niveles de “emergencia”. En la zona de Trenque Lauquen, en Buenos Aires, el indicador se posiciona por debajo de los 84 puntos, pero retiene su posición de “severo”. En Corrientes, Curuzú Cuatía, zona ganadera de cría por excelencia, tendrá registros de ITH severos hasta el miércoles, donde se eleva a niveles de emergencia. Lo mismo pasa en casi todas las cuencas ganaderas de Argentina y Paraguay. Para acceder a los registros y pronosticar lo que puede pasar en las próximas horas, ingresar aquí.

El manejo preventivo es clave para mitigar los efectos del calor sobre los rodeos. Las recomendaciones del Servicio Nacional de Sanidad y Calidad Agroalimentaria (Senasa) y de técnicos especialistas incluyen medidas que, aplicadas de manera integrada, reducen la exposición y mejoran el bienestar animal.
Frente a escenarios de altas temperaturas sostenidas, la prevención del estrés calórico en el ganado pasa menos por medidas aisladas y más por un enfoque integral de manejo. La primera barrera frente al calor es la sombra, natural o artificial, entendida no solo como un reparo físico sino como un espacio funcional: debe ser suficiente para que todos los animales puedan acceder sin competencia, permitir la circulación de aire y evitar concentraciones excesivas que terminen agravando el problema. Un sombreado mal dimensionado puede ser casi tan perjudicial como no tener sombra.
El agua ocupa un lugar central en esta estrategia. En condiciones de calor extremo, el consumo hídrico del ganado aumenta de manera significativa, por lo que la disponibilidad debe ser permanente, con bebederos limpios, de fácil acceso y con caudal suficiente. La falta de agua, aun por períodos cortos, potencia rápidamente los efectos del estrés térmico y compromete la capacidad del animal para regular su temperatura corporal.
El manejo diario de la hacienda también requiere ajustes finos. Las tareas que implican movimiento, encierres o permanencia en corrales —como trabajos en manga, vacunaciones o clasificaciones— deberían evitarse durante las horas centrales del día. La recomendación técnica es concentrar estas actividades en las primeras horas de la mañana o hacia el atardecer, reduciendo tiempos de espera y asegurando siempre acceso a agua y sombra. El estrés por calor se acumula, y cada manejo innecesario en momentos críticos suma carga térmica al animal.
En el plano nutricional, el calor obliga a repensar la alimentación. Las dietas altamente energéticas incrementan la producción de calor metabólico, por lo que en períodos críticos se recomienda ajustar las raciones y, cuando el sistema lo permite, favorecer el consumo en horarios nocturnos o de menor temperatura ambiente. En sistemas pastoriles, el corrimiento de los momentos de pastoreo puede marcar una diferencia significativa en el comportamiento y bienestar del rodeo.
En establecimientos intensivos o lecheros, las estrategias de refrescamiento activo cobran especial relevancia. La combinación de mojado intenso con ventilación sostenida permite bajar la temperatura corporal de los animales, siempre que se aplique de manera correcta y continua. No se trata de mojar de forma ocasional, sino de sostener un esquema que permita disipar el calor acumulado, especialmente en momentos de alta humedad ambiental.
Finalmente, el transporte de animales aparece como uno de los puntos más sensibles. Trasladar hacienda en jornadas de calor extremo multiplica el riesgo de golpes de calor y mortandad. Por eso, la planificación previa, el uso de horarios nocturnos o de madrugada, la reducción de tiempos de espera y la consulta permanente del pronóstico climático forman parte de las recomendaciones básicas para minimizar riesgos.




