Alrededor de la famosa Agenda 2030 se han creado un sinfín de posturas divergentes, enérgicos debates y proyectos alternativos. El compromiso que firmaron 193 jefes de estado en 2015 fija decenas de objetivos y metas que giran en torno a “no dejar nadie atrás” en el camino hacia la sustentabilidad.
“Los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) corren el peligro de estancarse en medio de la crisis climática, las fluctuaciones económicas, los conflictos y las secuelas de las pandemias”, reza uno de los informes periódicos de Naciones Unidas al respecto. Lo que no queda en claro es quién está atentando contra el ambicioso objetivo ni dónde es necesario trabajar más duro, porque los dedos apuntan en todos los sentidos.
El agro ocupa un rol central en los debates, pues no es solo una fuente de emisiones de gases de efecto invernadero sino que también tiene la capacidad y el potencial de capturar carbono en los suelos y ayudar a cumplir los objetivos propuestos. En ese sentido, cobra mucha importancia el trabajo en red entre productores, especialistas, empresas y Estado.
Una de las iniciativas más destacadas a nivel mundial es Pro Carbono, el programa lanzado por Bayer en el marco del compromiso que asumió la empresa transnacional con la sustentabilidad en todos sus frentes. Y, al ser una de las más importantes proveedoras de insumos para el agro argentino, en 2021 desembarcó con su proyecto en el país.
El objetivo del programa es lograr una agricultura carbono neutral, incentivando a productores y empresas a introducir prácticas agrícolas y manejos sustentables no sólo por un compromiso ambiental, sino como puntapié para aumentar la productividad, ir hacia una mayor calidad, mejorar la salud de los suelos y obtener un importante incremento en la rentabilidad. No es sólo acceder a créditos verdes, sino transformar la producción y que eso motive mayores ganancias.
Este es una explicación del programa de la propia Bayer:
Ahora bien, ¿en qué grado de avance anda esta iniciativa?
En diálogo con Bichos de Campo, Pablo Leguizamón, líder comercial de Pro Carbono de Bayer, repitió que “el agro es parte de la solución”, y que, en ese sentido, la búsqueda es “secuestrar el mayor carbono posible y validar esa reducción de huella para que el productor pueda generar valor comercializando con distintas industrias y compañías”.
Lo que a él le compete, la agricultura regenerativa, es sólo una de las soluciones en el extenso portfolio que hoy baraja la empresa de origen europeo, junto a las semillas, biotecnología, protección de cultivos y las herramientas digitales. “Es una mirada holística”, señala Pablo, que reconoce que no debe dejar de pensarse en cómo ser más productivos mientras se cuida al medio ambiente y las generaciones futuras.
Claro que, a raíz de las nuevas exigencias europeas para comprar sólo granos y carnes libres de deforestación, junto a muchas otras que podrán venir, todos quieren subirse a este barco. Los productores ven en estas iniciativas un puente hacia el mercado del carbono y la producción sustentable como un valor agregado en el comercio mundial.
Mirá la entrevista completa:
Hasta el momento, y tras las pruebas piloto lanzadas en 2020 en el norte y centro del país, son 165 los productores argentinos que forman parte del proyecto de Bayer, junto a otros tantos en Brasil y Estados Unidos. Según explicó Leguizamón, los elegidos acceden al asesoramiento de expertos en la materia, en su mayoría académicos e investigadores de instituciones como INTA, Conicet y Aapresid, con quienes se diseñan planes de gestión con buenas prácticas agrícolas y mediciones periódicas de los componentes del suelo.
Aunque en Argentina recién se está comenzando, y aún no se ha podido certificar bajo los estándares de Verra (la plataforma que se ocupa luego de comercializar los prometedores bonos), el proyecto global ha logrado resultados favorables y en Norteamérica muchos agricultores ya cobran retornos por ser sustentables. Pero, tal como explicó el representante de Bayer, el objetivo último no son sólo los bonos verdes, sino que el crédito sería un medio más en un proceso más amplio.
“Si nosotros impactamos positivamente en la productividad y la rentabilidad del cultivo, no hay valor de crédito de carbono que pueda superar eso”, destacó.
Asimismo, la incógnita es de qué modo se producirá el salto desde el muestreo elegido al resto de la superficie cultivable nacional. “Por supuesto que queremos llegar a los 70.000 productores (en número de agricultores extensivos en el país), pero para eso necesitamos herramientas digitales, centrales para poder capturar datos y medir huella de carbono y otros indicadores”, explicó Leguizamón.
En esa línea, desarrollaron la plataforma Conecta Pro Carbono, certificada por Control Union, para que cada productor pueda dar trazabilidad a sus cultivos y empezar a medir todos los indicadores de su huella de carbono. “El productor se puede medir para después mejorar, puede certificarse y así conectar con un mercado que le está pagando un diferencial”, explicó el representante de la empresa.
Este complejo entramado de pruebas, créditos, certificaciones y procesos agrega misticismo a un objetivo lejano, pero a la vez muy próximo, como lo es la Agenda 2030. Se habla de planes de manejo para aumentar la productividad, hacer más eficiente el uso de recursos, retener carbono en el suelo y tener más rentabilidad, pero eso no es sencillo ni se logra en sólo 1 o 2 campañas.
“Vamos bien, pero secuestrar carbono no se hace en seis meses, sino en muchos años”, observó Leguizamón, que también alertó por las múltiples variables en juego para que el proyecto funcione. La sequía o la degradación del suelo, por ejemplo, son factores que atentan contra la captación del carbono y retrasan el proceso.
Para que todo funcione, asegura el referente, se necesita robustez científica y que el agro trabaje en conjunto. Hay un productor que tiene más conciencia y piensa en su negocio, y hay empresas que ven potencial e introducen tecnologías de medición y asesoramiento experto.
Así, se trabaja con modelos predictivos, mediciones y reportes periódicos que indican, entre otras cosas, cantidad de carbono, fertilidad y densidad aparente. “Nos medimos y hacemos ejercicio”, señaló, usando la analogía médica, el referente de Bayer. Las prácticas agrícolas son el ejercicio continuo, pero eso no engloba sólo a la siembra directa, sino también otras formas de intensificar la producción, como la incorporación de bioinsumos y la fertilización variable.
La foto actual es de mucho optimismo, y no son pocos los que consideran que en el campo se está haciendo todo lo que está al alcance. Pero para un objetivo tan ambicioso es necesario que todos hagan su parte. Leguizamón pidió mirar “el 80/20” de las emisiones y poner el foco en el sector energético, donde se concentra la mayoría de los grandes emisores de gases de efecto invernadero, que luego el agro debe capturar.
-Este proceso es lento y trabajoso, ¿llegaremos a reconvertir la agricultura global para 2030?
-Desde luego que es un desafío enorme, porque además tenemos que asegurar el suministro de alimento. No es solamente combatir el cambio climático, sino las dos cosas: producir más y generar menos emisiones. La pregunta esa deberíamos hacérsela a los grandes emisores mundiales. Acá estamos trabajando en cadena para tratar de bajar las emisiones desde el campo, ese es el grano de arena que aporta el agro.
-¿Planean expandirse a otros negocios?
-Otro ámbito interesante en el que estamos trabajando desde Bayer es el de los biocombustibles generados con camelina. Tenemos una alianza con Dreyfus y con Camelina Company para ver cómo podemos desarrollar este cultivo que tanto interés ha despertado en otros mercados como combustible para aviones. Entonces, ahí también vemos una posibilidad de descarbonizar industrias que hoy tienen pocas herramientas para bajar la huella.