Después de varios meses de confinamiento, el martes salí al campo a hacer notas como si el Zoom nunca hubiera existido. Incluso llovía, pero eso no fue motivo para desistir de la idea de recorrer el partido de Navarro, en Buenos Aires, conocido por haber sido la cuenca lechera de la provincia (hoy quedan 100 tambos y 15 fábricas lácteas, así que sigue siendo importante).
La recorrida la hicimos junto a Jorge Yuse, referente de la UTEP (Unión de Trabajadores de la Economía Popular) y del Movimiento Evita, y a Patricio Walsh, técnico de la Secretaría de Agricultura Familiar, Campesina e Indígena (SAF) del Ministerio de Agricultura de Nación.
“Creemos que hay un sujeto que quedó fuera del sistema formal de trabajo y en nuestra ciudad (Navarro) encontramos un lugar emblemático para instalarnos”, explica Yuse (foto) refiriéndose al predio donde se ha ubicado la huerta comunitaria, el mercadito, el taller textil y próximamente el local a la calle de la UTEP/Movimiento Evita, en tierras del Ferrocarril Belgrano Cargas, que fueron cedidas en comodato (al igual que las otras unidades productivas ubicadas en otros pueblos).
Hace 5 años que en este lugar se producen verduras y frutas de forma agroecológica y ahora han sumado vivero forestal y sus propios plantines que arman a partir de semillas del INTA 25 de Mayo y de las que cosechan de los mismos árboles de la ciudad con el acompañamiento de Eduardo Cura, docente y especialista en producción agroecológica (y con el permiso de los vecinos en cuyas veredas están los árboles). “El objetivo es forestar sin gastar”, me dice Eduardo, quien a falta de turba (que es muy cara) para que enraícen los plantines encontró la solución usando vellón de oveja.
Luego de visitar la huerta vamos a la unidad textil donde las chicas preparan 3.000 kits sanitarios descartables por semana para los hospitales de la provincia de Buenos Aires. “Estamos muy contentas, esta es una gran oportunidad”, me cuenta con una sonrisa Isabel Urbina, coordinadora del taller. “Es dignificar el trabajo de las compañeras”, agrega.
Y me detengo un instante aquí.
Isabel dijo dos cosas que se van a repetir en los pueblos que visitaremos luego: “dignificar” y “compañeras”. En las charlas que tendré más tarde con los integrantes de las unidades productivas de Las Marianas y de Almeyra (los otros pueblos del Partido donde la UTEP está presente, entre otros) me dirán esto: “Antes los vecinos nos veían como ´planeros´ y con desprecio, pero con el tiempo demostramos que las huertas crecen y que es trabajo real y eso dignifica”.
Lo otro, lo referido a “compañeras”, es que el 80% de los y las integrantes de las unidades productivas son mujeres, en su mayoría con hijos a cargo y que no encontraban cómo insertarse laboralmente debido a la escasez de trabajo y al eterno problema de quién cuida a los chicos si ellas están ocupadas. Para solucionar esto último es que se están creando los EPI, Espacios de Primera Infancia.
Luego de la recorrida en la ciudad de Navarro partimos hacia Las Marianas, pueblo a 20 kilometros por camino de tierra y de unos 800 habitantes. Estuvo lloviendo hasta hace un rato, así que el camino está difícil. De pronto “recuerdo” en carne propia que he vuelto al campo y desde el asiento de atrás de la camioneta (que pega unos lindos coletazos), sonrío para mí sola. Es lindo volver.
“Hoy los vecinos nos compran todo y los turistas que vienen el fin de semana se llevan verdura a su casas”, lanza como un boomerang Dulce Landaburu (foto), coordinadora de la unidad de Las Marianas. “Nos llegan muchas consultas a través de las redes, desde saber qué tiene el bolsón, cómo llegar al pueblo o cómo trabajamos”.
Además de huerta, el grupo también cuenta con una unidad de carpintería y un almacén donde venden todo lo producido. El almacén se ubica en uno de los galpones del ferrocarril, donde también funciona el museo local y la biblioteca.
“La idea es que cada localidad se autoabastezca de verdura y fruta y si sobra se lleva a Navarro”, explica Yuse. “En total son 500 personas que reciben salario de la UTEP y ese dinero también contribuye a mover las economías locales porque se utiliza en el mismo pueblo”. Los fondos provienen del Ministerio de Desarrollo Social y los salarios son de 10.450 pesos por mes.
Almeyra está a 32 kilómetros de Navarro (también por tierra) y ronda los 200 habitantes. Ha dejado de llover así que ahora todo es más sencillo. Entonces, luego de atravesar un puentecito colgante llegamos a la huerta, que se ve muy ordenada y productiva. A modo de recepción me dan unos mini cherries que consumo cual caramelos ultramasticables y deliciosos, junto con unas hojas de lechuga mantecosa cuya carnosidad me tentó.
“Hay que andar con cuidado con esos caballos, que no se metan en la huerta”, expresa Javier Lobos, encargado de producción y quizás un poco preocupado. No se dirige a mí sino a Walsh (técnico de la SAF que nos acompaña) quien asiente, se acomoda la boina anaranjada (que alguna vez fue colorada) y le da unas recomendaciones.
“Con tanto tiempo en la agricultura familiar (21 años) uno tiene puesta la camiseta, además yo también soy pequeño productor”, me dice Walsh (foto), que también fue jugador de pato en la década del 90, “así que uno los acompaña en la lucha y en el día a día. Para mí la UTEP es la frutilla del postre, es haber encontrado el lugar ideal para desarrollar la agricultura familiar, se busca que cada persona crezca, se capacite y así ocurre; y cada día me sorprenden desde lo productivo y lo humano”.
Enseguida llega Laura Pinto, representante de la UTEP en Almeyra, quien asegura que también para ella la huerta ha sido un desafío, ya que pasaron de algo “familiar” a “producir en serio” con el predio comunitario. “Al principio el vecino no se acercaba, hasta que empezamos a hablar y ahí cambió todo”, cuenta. Le pregunto qué significa exactamente “empezar a hablar” y responde: “Empezamos a contarles a todos, vecino por vecino, quiénes somos, qué hacemos y por qué. Luego, el tiempo y los resultados que están a la vista hicieron el resto”, resume con orgullo.
“Estamos empezando con un banco de semillas propio y todos los fines de semana recibimos turistas que se acercan a la huerta para saber cómo se produce y llevan mucha mercadería a su casa porque que sea agroecológica despierta mucho interés”, describe Laura. “Cada día tenemos más demanda”.
“Cuidadores domiciliarios, empleadas domésticas, personas que hacen changas, gente que cocina en su casa, agricultores familiares que resisten en el campo… a todos los recibe la UTEP, todos pueden estar en el RENATEP, que es el registro nacional de trabajadres de la economía popular”, concluye Yuse, mientras volvemos para Navarro, con el camino un poco más oreado.