Como muchas otras plantas, el arándano posee raíces que se asocian con hongos que mejoran su rendimiento. Sin embargo, se conoce poco sobre la diversidad fúngica de nuestras zonas de producción. En la Argentina existen cerca de 3.000 hectáreas implantadas con ese berry, repartidas entre Concordia (en Entre Ríos), Tucumán y el norte de Buenos Aires.
Un estudio de la Facultad de Agronomía de la UBA (FAUBA), la Universidad Nacional de Lomas de Zamora (UNLZ) y el Conicet logró aislar e identificar los hongos que se vinculan con las raíces del arándano, muchos de los cuales incrementaron el desarrollo y la supervivencia de las plántulas. Las investigadoras que lo hicieron apuntan ahora a acelerar el crecimiento de las plantas y a elevar los rindes del cultivo.
“El arándano, conocido científicamente como Vaccinium corymbosum, es una de las producciones frutícolas más importantes de la Argentina por la cantidad de divisas que genera. Lo exportamos principalmente a los Estados Unidos, de donde es originario. Se sabe que las raíces de esta especie se asocian con diferentes hongos del suelo que mejoran su desempeño. Los hongos funcionan como una proyección de sus ineficientes raíces, permitiendo que la planta explore un volumen de suelo mayor. Los dos integrantes de esta relación se benefician, ya que los hongos obtienen carbohidratos de las plantas y ellas pueden absorber más agua y nutrientes del suelo”, explicó María Pescie, docente de la UNLZ y doctorada de la Escuela para Graduados Alberto Soriano de la FAUBA.
En declaraciones al sitio de divulgación Sobre la Tierra, la investigadora completó que “como en la Argentina es una producción relativamente nueva, se conoce poco sobre la comunidad de hongos con la que se relacionan las diferentes variedades del cultivo de arándanos”.
“Analizamos los hongos asociados a sus raíces en suelos de plantaciones de Buenos Aires, Tucumán y Entre Ríos, las tres principales zonas de producción. Luego, seleccionamos algunos hongos y evaluamos si tenían efectos benéficos para las plántulas, que son delicadas y poseen una raíz poco desarrollada”, agregó Pescie.
En este sentido, Viviana Chiocchio, docente de la cátedra de Microbiología Agrícola de la FAUBA, resaltó: “Encontramos una gran diversidad de hongos en el 30% de las raíces que analizamos, distinta a la documentada para arándano en el hemisferio norte. En nuestro caso, detectamos diferencias según la variedad del cultivo y la zona de producción”.
“Los hongos que registramos más frecuentemente fueron Fusarium spp., Penicillium spp., Alternaria sp. Y Oidiodendron sp. La mayor diversidad fúngica estuvo asociada con las raíces de las variedades Emerald, Jewel y O’Neal”, detalló.
La docente e investigadora del Instituto de Investigaciones en Biociencias Agrícolas y Ambientales (INBA, FAUBA-CONICET) sostuvo que analizaron los efectos de Oidiodendron en las plántulas de arándano y hallaron que una cepa de este hongo duplicó la producción de biomasa de los plantines, mientras que otra cepa permitió aumentar su supervivencia hasta un 30%.
El recorrido de la investigación está cantado.
“Inocular los suelos con alguno de los hongos que encontramos puede ayudar a reducir la cantidad de fertilizantes que se aplican, a producir de una forma más orgánica y hasta puede mejorar la productividad de los arándanos comerciales. El siguiente paso será analizar si se pueden realizar inoculaciones a escalas más grandes que las que usamos en el laboratorio, indicó Chiocchio.
El estudio fue parte de la tesis doctoral de Pescie y se publicó en la revista científica Physiological and Molecular Plant Pathology.
“El cultivo de arándanos requiere un suelo suelto, con mucha materia orgánica y con ciertas características específicas como su grado de acidez, dado por un pH entre 4.5 y 5.5”, comentó Pescie, y agregó que por esa razón, en general, las plantas se colocan sobre suelos ‘armados’ con suelo propio del campo y otros sustratos agregados. Estos sustratos, a su vez, pueden traer sus propios hongos. Por ejemplo, se usa turba que viene de Ushuaia. “Esta puede ser una de las explicaciones de la amplia diversidad fúngica que encontramos”.
Por su parte, Chiocchio destacó que aislaron un total de 150 hongos y encontraron en la literatura el nombre científico de 82 de ellos. “Gran parte del trabajo lo hicimos a través de metodologías tradicionales que consisten en observar los hongos al microscopio. Por ejemplo, miramos unas estructuras reproductivas —llamadas conidios— que varían en tamaño, color y forma según la identidad del microorganismo. Sin embargo, muchos pierden la capacidad de producir estos conidios cuando se asocian con una raíz, así que también tuvimos que recurrir a técnicas más complejas y costosas, como el análisis y la secuenciación de ADN”.
Para finalizar, Viviana señaló que le gustaría seguir estudiando las distintas cualidades de los hongos que identificaron. “Los resultados abren puertas para analizar qué otros beneficios pueden tener tanto para la producción de arándanos como para otros cultivos”.