Cuando Santiago Sánchez Ortega contó en un grupo de WhatsApp que usaba burros para proteger a sus ovejas de los depredadores, más de un integrante se sorprendió. Lo que ya es más comúnmente aplicado en países como Estados Unidos, Canadá, Australia, España y Uruguay, para detener los ataques de lobos, coyotes y perros cimarrones, en Argentina aún mantiene una joven impronta.
Y aunque el productor detalló con cierta soltura el manejo que hacía de estos orejudos equinos, reconoció luego que él también es todavía un aprendiz en la materia. ¿Pero cómo fue que estos burros llegaron a su campo mixto de 1.500 hectáreas en Pergamino?
La forma más sencilla de responder a esa pregunta es porque existió una clara necesidad: de alguna forma tenía que evitar que zorros, caranchos, peludos, perros cimarrones –y en una oportunidad hasta un puma- siguieran diezmando la majada que hoy en día mantiene junto a su esposa.
Sin embargo, un relato más colorido daría cuenta que esos animales llegaron gracias a su bisabuelo irlandés, Eduardo Maguire, quien entre 1880 y las primeras décadas del siglo XX se dedicó a criarlos en las localidades de 9 de Julio y Lincoln, para venderlos luego a la remonta del Ejército Argentino.
“Con cierta malicia se los conocía como ‘los burros de Maguire’. Luego fue mi abuelo el que continuó haciendo lo mismo hasta que murió en 1970”, contó Sánchez en una conversación con Bichos de Campo. Lo más curioso es que esta historia llegó a oídos del productor apenas unos años atrás, de la mano de un primo que heredó a los descendientes de aquellos animales.
“Este es un campo que viene de la familia desde hace algunas generaciones y siempre hubo ovejas. Mi bisabuelo era puramente ovejero. Después mi abuelo se pasó a los bovinos, pero siempre quedó una majada para consumo, que casi eran como mascotas. Yo me entusiasmé hace unos 10 años y empecé a tomarlo más seriamente. Para eso inicié con el mejoramiento de la genética, porque se había armado una especie de endogamia y teníamos problemas”, relató el bonaerense.
Actualmente el productor posee cerca de 300 ovinos distribuidos en dos majadas. Una general, con cerca de 200 cabezas y en donde hay presencia de las razas Border Leicester, Corriedale y Pampinta; y una exclusivamente Corriedale, con entre 80 y 100 animales.
Aún así, los ovinos no son el principal negocio de la empresa, que dedica unas 1.000 hectáreas a la producción agrícola y unas 500 a la ganadería, donde el foco está puesto en los bovinos.
“En los últimos dos años, reduje muchísimo la majada porque los números nos ayudan. Mi mujer, que tenía otra majada propia, se deshizo completamente de todas sus ovejas. Yo todavía tengo esperanzas de que con nuevas políticas la actividad repunte un poco y se pueda retomar. Pero como tenemos vacas, me puedo dar el lujo de mantener a las ovejas a la espera de tiempos mejores”, reconoció Sánchez.
Hasta ahora, esos ovinos se destinan principalmente al consumo personal de la familia y los empleados del campo, así como para las ventas que se realizan durante las fiestas. La lana, cuyo valor desciende estrepitosamente al tratarse de una de fibras gruesas, jamás les resultó negocio.
Pero en los últimos años llegar con la majada completa a diciembre se volvió cada vez más dificultoso, dada la aparición, cada vez más habitual, de predadores.
“El tema acá no es como en la Patagonia o en la zona oeste de la provincia, donde la situación ya es un problemón importante. Pero lo cierto es que no deja de existir. Los que más nos atacan son los zorros, durante las pariciones y cuando el cordero todavía es chico, y los caranchos, que también esperan para picotear a los corderos recién nacidos. Y después se nos sumó, increíblemente, el peludo, que espera a la noche para llevarse corderos a la cueva. Es impresionante”, sostuvo Sánchez.
A esos ataques, el productor sumó otros dos más serios: el de perros cimarrones, que en un solo ataque pueden matar hasta 20 ovejas, y el de un puma, que en una ocasión mató al carnero Pampinta más grande del campo.
“El puma apareció seis años atrás. Jamás en mi vida hubiese imaginado que podían aparecer acá. Nunca lo llegamos a ver pero aparecían sus huellas. Después nos contaron que un vecino lo encontró y lo mató. En cuanto a los perros, el tema es que al sur de Pergamino, la zona es muy ondulada, hay muchas cañadas, arroyos y taperas, porque se despobló. Ahí hay perros que cuando aparecen te hacen desastres”, afirmó el ganadero.
Sin ninguna estrategia a la vista que le permitiera disminuir con éxito las pérdidas en la majada, su primo, que también es productor ovino en 9 de Julio, le hizo la pregunta que le daría vida a este relato: “¿No probaste con burros?”.
“Yo no tenía idea de esto. Ahí me contó que nuestro bisabuelo, que viene de parte de mi madre, vendía burros y mulas, y el los siguió criando. Me dijo que como protectores eran espectaculares, al punto de que él tenía uno al que había bautizado como El Comisario, porque evitaba que los toros se pelearan entre ellos. En cuanto se empezaban a mirar mal, el burro los pateaba y mordía. Y a los predadores, lo mismo”, señaló Sánchez.
Dispuesto a probar esto en Pergamino, el productor volvió a su campo con tres ejemplares: dos hembras y un macho.
“Me regalo los animales y me volví a probarlos. No me comentó nada respecto de entrenarlos. En ese momento no tenía ninguna experiencia y cometí varios errores. Uno fue poner a todos los burros juntos con los animales para ver qué pasaba. Eso hace que permanezcan juntos y no sigan a la majada. El otro error fue dejar al burro cerca de las madres durante la parición. En una oportunidad desconoció a un cordero recién nacido y lo mató. Ahí me explicaron que había que apartarlos. Ahora ya nacieron burritos nuevos, y ellos junto a sus madres ya se acostumbraron a las ovejas. Se criaron juntos a campo”, indicó el productor.
“Me consta que son muy protectores. Más de una vez vimos algún zorro salir disparado porque atrás venía el burro persiguiéndolo como loco. Y es más, si uno sale a recorrer el campo con los perros de uno o incluso si sale solo, el burro se pone malísimo también. Hay que tener cuidado”, añadió a continuación.
Ahora el productor cuenta con cuatro hembras y un macho, y asegura que los ataques se redujeron en gran medida.
“No frenaron en un 100%, hay que decirlo. Hace dos meses volvieron a aparecer unos perros que nos mordisquearon algunas ovejas y hubo que sacrificarlas. El burro estaba pero quizás justo en la otra punta del potrero. Los caranchos son más difíciles de controlar al aire libre. Y si encerramos a las ovejas en el tinglado, los peludos se meten. Pero sigue siendo la mejor solución que encontramos, al menos en depredadores grandes”, afirmó Sánchez.
-¿Empezáste a notar personas interesadas en esto o todavía no se despertó la curiosidad?- le preguntamos.
-Mirá, acá en la zona soy casi el único productor ovino. Debe haber algún que otro chacarero con una majada chiquita, pero hasta ahora nunca nadie me preguntó nada. Lo cierto es que yo mismo me enteré hace unos 6 años de esto, tampoco lo sabía. Es cuestión de seguir probando.
Me extraña que un hombre criado en el campo, no supiese esa cualidád de los burros.
En las sierras de San Luis y Córdoba, es muy común ver burros entre las tropillas de yeguarizos, para que defiendan a los potrillos de los ataques del puma.
Me gustó la nota. Servirá un burro contra perros cimarrones?