A Maxi Nissero lo conocimos en marzo de 2020 en una nota sobre gallineros móviles. Ya en esa época estaba arrancando con el trigo sin agroquímicos porque, según explica, desde que se recibió de ingeniero agrónomo la única forma que conoce de producir alimentos es esa: agroecológica. También, agrega, que además de trigo produce maíz, porotos, lino, miel y hortalizas en “chacritas extensivas”.
En este caso, el campo que da pie a esta nota se ubica en Gualeguaychú, en la zona de Pehuajó, que tiene suelos con muy buena aptitud agrícola. De las 50 hectáreas que posee el predio, hay 41 en producción y el resto se ha dejado como una pequeña reserva y como cordones biológicos para mantener el ecosistema y su biodiversidad.
“Lo que hacemos es, básicamente, un proceso de reconstrucción de fertilidad. El campo que agarramos venía de una producción convencional de 20 años de agricultura continua con una rotación de soja/maíz y algún trigo eventual, con lo cual había quedado compactado y sin fertilidad natural”, resume este ingeniero que disfruta su trabajo.
Desde el inicio la idea era producir trigo para elaborar harinas y arrancaron sabiendo que tenían que reconstruir fertilidad. Para eso, dice Maxi, lo ideal es que el suelo esté verde todo el año, por ejemplo plantando una pastura para “que quede”. Pero como tenían que pagar arrendamiento empezaron con un trigo asociado con lotus, una leguminosa forrajera perenne. Cuando cosecharon el primer trigo quedó el lotus y utilizaron esa metodología todos los años: el primer año fueron 16 hectáreas, al siguiente sumaron 10 y al otro año 15 más.
“Todos los lotes fueron quedando con lotus y entraron en un periodo de perennidad, de esa forma reconstruimos fertilidad. Es un proceso lento pero le encontramos la vuelta como para sacar renta a partir de la venta de la semilla mientras que al trigo le agregamos valor con el molino. También usamos otras estrategias, como abonar con cama de pollo desde el segundo año para obtener mejores rindes. Nuestra idea (somos tres agrónomos que trabajamos juntos) es sumar campos con este modelo, que consiste en ir a porcentaje con el dueño en vez de pagar en quintales de soja. Por supuesto que tiene que ser una persona que quiera regenerar el suelo de su campo y quiera afrontar el proceso”.
En este planteo agroecológico (y orgánico, porque el campo está certificado por la OIA), la ganadería juega un rol clave en la regeneración de suelos porque acelera los tiempos con el aporte de bosta y orina. Es por eso que, a pesar de no tener estructura para recibir animales (no hay aguadas ni corrales), al menos entra ganadería 2 o 3 meses por año. A futuro, la idea es poder implementar un sistema mixto agrícola con ganadería propia e ir rotando.
En cuanto a los rindes, el primer año fueron 1.000 kilos de trigo por hectárea: “Hicimos una siembre en directa detrás de una soja sin nada, sin mover el suelo y sin fertilizantes, así como estaba, y ese rinde nos indicó la fertilidad que había; también realizamos análisis para ver cómo estaba realmente ese suelo más allá de lo que suponíamos nosotros”, recuerda Maxi.
“Al segundo año cambiamos la estrategia y logramos 1.700 y al tercer año ya logramos 2.500 por hectárea. En cuanto al lotus, sacamos todos los años 200 kilos por hectárea en dos cortes y obtuvimos una renta interesante ya al segundo año de trabajo”, completó.
El trigo que se produce se vende a molinos que buscan este cereal orgánico por el cual se paga un precio diferencial: aproximadamente un 20% más que la pizarra de Rosario y que, “en el bolsillo” del productor, representa hasta un 40% más ya que se evitan fletes y otros gastos. También les venden a molinos agroecológicos que no necesitan la certificación orgánica pero quieren elaborar harinas sin agroquímicos. O sea: el negocio funciona.
Hoy ya hay bastante evidencia de que la agroecología es una forma rentable de producir, sin embargo, aún hay mucha resistencia. Para Maxi esto tiene que ver con una multiplicidad de factores, principalmente el desconocimiento. “Muchas personas todavía no saben que hay otra forma de producir y ni saben el daño que generan al ecosistema el monocultivo y el uso de agroquímicos”, reflexiona.
“También hay resistencia al cambio porque todos tenemos miedo de cambiar, por eso es necesario pensar este proceso como una transición, no puede ser de un día para el otro. Nosotros sí lo hicimos de esa manera, ´de una´, sin ningún insumo porque así decidimos encarar esta producción, pero comprendo que la cosa es paulatina, donde uno va reduciendo los insumos, empieza a usar cultivos de cobertura, va buscando estrategias alternativas para que la transición sea lo más rápida y lo más amena posible, pensando siempre en reconstruir la fertilidad del suelo”.
Maxi se siente muy conforme con los resultados y está convencido de que esta es la forma de producir alimentos, al menos desde su visión: “En todo este proceso lo más impactante fue ver el deterioro que tenía este campo, fue muy fuerte ver hasta qué punto estaba degradado… Pero a la vez resultó muy gratificante verificar qué rápido se iba recuperando con un trabajo adecuado”, enfatiza Maxi.
“Hoy la tierra es otra, el color del suelo es otro. Una vez que se entra al circuito de recuperar fertilidad, en pocos años se llega a una situación muy beneficiosa”.
Que buena nota y que bueno que se animaron la verdad!
Debemos volver a ser una sociedad, a colaborar los unos con los otros, a que mas gente viva en el campo con parcelas mas chicas y con este manejo, a la larga es lo mejor para todos.