En la década de 1990, la zona demarcada como el “oeste arenoso de la Pampa Húmeda” se sumó al proceso de transición agrícola, ya que hasta ese entonces era eminentemente ganadera. Eso estuvo apuntalado principalmente por la llegada de la siembra directa, que implicó un cambio brusco en el modelo productivo, acostumbrado a hacer las cosas de otra manera.
En la zona de 30 de Agosto, partido de Trenque Lauquen, algunos productores decidieron analizar el impacto que traería esta herramienta al sistema. Ayudados por el INTA Anguil, pionero en este tipo de estudios, dicho trabajo demostró, incluso para sorpresa de los empresarios, que el recurso suelo se mantuvo estable durante esas tres décadas.
“Hasta ese momento la agricultura que se desarrollaba era más agresiva. Se trabajaba el suelo con arados de rejas y se los daba vuelta. Quedaba totalmente expuesto a las voladuras del viento y a la lluvia. El suelo se desarmaba y quedaba suelto para volarse. Hoy por hoy, a través de la siembra directa, lo que estamos haciendo es sembrar con el suelo cubierto. Nosotros decimos que es como un poncho”, dijo a Bichos de Campo Ignacio Lamattina, coordinador de la zona oeste de CREA.
“Ese poncho funciona como un buffer donde la lluvia no pega directamente en el suelo, al igual que el viento. Se conserva la humedad, se mantienen las estructuras físicas. Eso permitió expandir las fronteras y cuidar los suelos, tanto buenos como frágiles”, agregó el agrónomo.
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-¿Treinta años después están analizando si ese cambio fue el correcto o el equivocado?
-La palabra no es equivocado. Estamos viendo si la evolución del cambio de paradigma fue positiva, negativa o neutra. Treinta años después, el impacto en las condiciones físicas y químicas del suelo, explicado por la gente del INTA, fue casi neutra. Volvimos a medir y vemos, dentro de determinados parámetros lógicos, como la rotación de cultivos y la buena nutrición, que no hay cambios drásticos. El sistema de agricultura continua usa distintas herramientas dentro de las cuales está la siembra directa, está la rotación de cultivos, está el buen uso del agua, está la elección de variedades, está la opción de tecnología georreferencial
-Algún colateral debe haber habido. ¿Cuáles son los pros y los contras de haber cambiado el sistema tan bruscamente hace treinta años?
-Los pros son que aumentó la productividad, aparecieron nuevos cultivos como la soja, la colza, la cebada; hubo introducción de nuevas especies. En la otra columna es cierto que se especializaron las profesiones y de golpe hay menos gente viviendo en el campo. Pero eso es porque la mano de obra ganó en capacitación.
-¿Y en términos del ambiente?
-Donde no se mantuvo un concepto agronómico de buena rotación, vemos que sí hubo mayor resistencia de malezas a determinados herbicidas y algún deterioro de la capacidad de infiltración del agua en el suelo. También ciertas compactaciones. Pero estar atento a esos cambios de indicadores también lleva a hacer modificaciones rápidas y a volver al indicador original.
-¿Van a seguir midiendo 30 años más?
-Ojalá que sí. Si podemos lograr un buen convenios con el INTA y con otras instituciones públicas vamos a seguir midiendo. Es parte de la naturaleza CREA medir lo que hacemos para ver cómo evolucionamos.
EXELENTE ARTICULO, ME PARECE GENIAL LA COMPARACION DEL PONCHO,GRACIAS
Excelente INTA y los profesionales que trabajan allí. Gracias Bichos de Campo por la objetividad cómo siempre!
Con la siembra directa todo bien, siempre se hace referencia solo a la buena conservación de la capacidad productiva del suelo, pero, que pasa con flora, fauna y microfauna asociada? jamás se menciona está cuestión.
Muy bueno
De verdad dicen que hay menos gente en el campo porque se profesionalizaron??? Malísimo