Existe un sector productivo argentino que –con muy bajo perfil– está experimentando una fase comercial muy favorable en función de una coyuntura internacional más que propicia.
Se trata del aceite de oliva, cuyo comercio internacional, según un reciente informe del Departamento de Agricultura de EE.UU. (USDA), se pronostica en 1,10 millones de toneladas para el ciclo 2022/23, la cifra más baja desde 2016/17.
En tanto, las existencias finales globales de aceite de oliva para 2022/23 se proyectan actualmente en 520.000 toneladas, el nivel más bajo también desde 2016/17 y uno de los más reducidos de las últimas dos décadas.
En España e Italia, las dos naciones que concentran la producción y exportación mundial de aceite de oliva, las producciones vienen cayendo de manera dramática por efecto de restricciones hídricas.
Adicionalmente, el consumo mundial de aceite de oliva, que se había incrementando luego de la pandemia de Covid-19, experimentó un nuevo salto luego de la invasión de Ucrania por parte de Rusia, dado que ese conflicto bélico provocó disrupciones en las cadenas de suministro de aceite de girasol.
En ese marco, los precios de exportación del aceite de oliva español –la referencia internacional– se dispararon hacia niveles récord en los últimos meses, especialmente porque, además de los problemas de arrastre, se estima que la cosecha mediterránea de aceitunas en 2023 será pobrísima por efecto de una sequía intensa.
El USDA estima que en el ciclo comercial 2022/23 Turquía aprovechará la coyuntura para exportar un récord histórico de 100.000 toneladas de aceite de oliva, algo que, si bien es un logro importante para el país, no logrará compensar ni por lejos el bache de oferta dejado por Europa.
Argentina, que en 2019 había exportado 22.253 toneladas de aceite de oliva para colocar 21.609 en 2020, un año después, en 2021, logró comercializar en el exterior 25.806 toneladas. Se estima que en 2022 la cifra será similar a la registrada en 2021.
Los valores FOB argentinos del aceite de oliva virgen a granel, que habían caído por debajo de los 2500 u$s/tonelada a comienzos de 2020, lograron recuperarse progresivamente hasta llegar a casi 4500 u$s/tonelada en abril de 2022 y luego caer para estabilizarse en torno a los 3900 a 4000 u$s/tonelada.
Afortunadamente, la helada intensa que afectó a la región cuyana a comienzos de noviembre de 2022 no resultó dañina para los olivos porque en ese momento la planta no se encontraba en una fase productiva crítica, con lo cual se espera una buena cosecha de aceitunas a partir del próximo mes de abril.
Mendoza tratará de proteger sus últimos olivos promoviendo una denominación de origen