“Nuestros resultados sugieren que se necesita precaución al regular el glifosato, simplemente porque los herbicidas sustitutos pueden causar más daño”, dice un estudio que se acaba de publicar en la revista de la Academia Nacional de Ciencias de los Estados Unidos, y que analizó que tan conveniente sería imponer mayores regulaciones al herbicida más difundido en el mundo.
Dicho de modo más sencillo, en este caso parecería ser peor el remedio que la enfermedad.
Los investigadores Ziwei Ye, Felicia Wu y David A. Hennessy, del departamento de Economía Agrícola de la Universidad de Michigan, son quienes han llevado a cabo este trabajo, que consistió en investigar las alternativas al herbicida más utilizado en el mundo y severamente cuestionado desde que en 2015 la IARC (Agencia Internacional para la Investigación del Cáncer) de la Organización Mundial de la Salud (OMS) lo clasificara como “probablemente cancerígeno”. Ese sola calificación, que es común a muchos otros productos de uso cotidiano, ha provocado que múltiples países hayan impuesto regulaciones mucho más restrictivas respecto de este popular agroquímico.
Para el grupo de investigadores, “un tema que no se ha abordado suficientemente es cómo se comparan las alternativas de control de malezas al glifosato en términos de efectos sobre la salud, el medio ambiente y el mercado”. El estudio, por eso, se enmarca en estudiar diferentes hipótesis de restricción al glifosato en un campo promedio de maíz de Estados Unidos.
En el artículo “Preocupaciones ambientales y económicas sobre las restricciones al uso de glifosato en el maíz”, los investigadores encontraron que los sustitutos de herbicidas pueden causar incluso más daño que el glifosato.
“A pesar de reducir la carga toxicológica neta sobre la salud humana y el medio ambiente con la sustitución de herbicidas, cualquier nivel de impuestos sobre el glifosato resultaría en una pérdida neta de bienestar social, impulsada principalmente por el aumento del costo de producción de maíz. Nuestros resultados sugieren que es necesario tener cuidado al regular el glifosato, solo porque los herbicidas de reemplazo pueden causar más daño ”, argumentaron.
Desde la comercialización de cultivos transgénicos tolerantes al glifosato , a mediados de la década de los 90, el glifosato se ha convertido en el herbicida dominante para controlar las malezas en el maíz, la soja y otros cultivos. Sin embargo, las recientes preocupaciones del público sobre su potencial daño a la salud de los humanos ha generado pedidos de políticas de restricción de glifosato.
La pregunta que se hace esta investigación es si en los Estados Unidos debería implementarse una política para restringir el uso de glifosato mediante un impuesto especial al glifosato.
“La decisión involucra dos tipos de compensaciones: impactos ambientales y en la salud humana versus impactos económicos del mercado, y el uso de glifosato versus herbicidas alternativos, donde las alternativas potencialmente tienen efectos sobre la salud adversos más serios”, define el trabajo, que habilita un enorme espacio de discusión.
Bajo el supuesto de un impuesto al glifosato, se estimó que los agricultores estadounidenses “sustituirían el glifosato por una combinación de otros herbicidas” potencialmente más tóxicos.
“En caso de que se imponga un impuesto al glifosato del 10%, la estimación de bienestar más conservadora es una ganancia neta de bienestar con un valor monetizado de 6 millones de dólares estadounidenses por año, pero también una pérdida económica neta de mercado de 98 millones de dólares estadounidenses por año en los Estados Unidos”, se indicó. Para este grupo, esa pérdida finalmente “se traduce en una pérdida neta de bienestar social”.