En julio de 2024, hace exactamente un año, se produjo uno de los hechos más vergonzosos en la historia de la política agropecuaria de la Argentina: el titular a cargo de la Secretaría de Agricultura (o Bioeconomía, como le gustaba definirse), el ex decano de Agronomía Fernando Vilella, era echado del cargo por Juan Pazo en una escala de un vuelo que lo traía de regreso de China. Según él, porque sus posiciones “quizás eran avanzadas para el tiempo”. Según el Gordo Dan, que había reclamado su despido en las redes sociales, porque desentonaba con la férrea disciplina del gobierno libertario.
Como sea, ese despido oprobioso desencadenó en el ascenso como secretario de Agricultura de Sergio Iraeta, quien un par de meses antes había entrado en el banco de suplentes como subsecretario, sin tener ninguna experiencia previa en la función pública ni en la política agropecuaria. Tan desconocido era que no había ni siquiera una foto suya para ilustrar su nombramiento.
El hombre era abogado y empresario del campo -con oficinas en Barrio Norte- asociado con su hermano Domingo en varias empresas. Pero su único mérito para llegar a tan alto puesto fue que además era el concuñado de Juan Pazo, mano derecha del ministro Luis Caputo en las políticas productivas, actualmente a cargo también de la ARCA.
No fue difícil el cambio, porque Economía ya había tomado todo el poder de Agricultura en febrero de 2024, absorbiendo el manejo de presupuesto, personal y administración. De todos modos, Pazo no lo largó solo a su familiar político. Lo flanqueó con el ex director de la Fundación Barbechando, Manuel Chiappe, y también mantuvo al responsable de comunicación (o incomunicación, porque no ha habido en todo este año una sola conferencia de prensa), Patricio Naveira. Pero sobre todo, entronizó como hombre fuerte en ese área al contador Martín Fernández. Todos ellos tenían como función que “El Abuelo”, como le dicen los suyos a Iraeta, no sufriera sobresaltos. Y es que el hombre parecía sufrir con sus primeras apariciones públicas, en las que casi no pronunciaba palabra.
Un año después, Iraeta parece haber aprendido a hablar un poco en público, aunque tampoco haya que pedirle demasiado. En mayo pasado, en la apertura del congreso Maizar, sorprendió a propios y ajenos con un discurso político de tonos exaltados, pidiendo paciencia al campo porque esta vez sí será diferente el resultado. “Estuvimos mucho tiempo en manos de curanderos, ahora estamos en manos de profesionales”, arriesgó, como si él se hubiera preparado durante décadas para comandar la Secretaría de Agricultura de un país que depende fuertemente de la agricultura.
A un año de su nombramiento, y en esto no hay margen de dudas, es mucho más lo que Iraeta destruyó de la política agropecuaria previa que lo que se construyó de una nueva política agropecuaria. Pero esto no debería sorprender porque justamente en la destrucción de cualquier atisbo de intervención estatal (sea buena o mala) está la base de la ideología libertaria.
En esto, vale agregar, es mucho más lo que se decide de prepo desde el Ministerio de Economía o desde la cartera de Desregulación (a cargo de Federico Sturzenegger) que lo que propone el propio Iraeta, que ha quedado montado allí casi como una figurita decorativa. O en el mejor de los casos, como un filtro previo a conversar con Pazo o Caputo, que son finalmente los que cortarán el bacalao.
La disolución del ProHuerta, la de Cambio Rural, el fin de Fondagro, la derogación de la Ley Ovina y el fondo algodonero, ahora la intervención en el INTA para someterlo al Poder Ejecutivo, la degradación del INASE y del Instituto de Vitivinicultura, la destrucción del RUCA para regalarle esa base de datos a la AFIP. Son todos jalones en este proceso de destrucción de la política anterior que le corresponderán cronológicamente a la gestión de Iraeta, aunque no sea él quien haya tomado realmente las decisiones.
La nueva visión dominante es que el Estado casi está de más, porque “los productores agropecuarios son artífices del competitivo sistema de producción argentino. Desde la Secretaría de Agricultura trabajamos para potenciarlo y crear las condiciones que contribuyan a abrir mercados, simplificar normativas, financiamiento, diferenciar atributos y tecnología aplicada al agro”.
Al menos esos son los cinco ejes de gestión fijados por Iraeta para su paso por la Secretaría de Agricultura libertaria en un documento llamad “Estrategia 2025” que da un poco bastante de verguenza ajena:
estrategia-secretaria-agricultura_2025
En medio de esta aparente deserción, curiosamente, hay políticas públicas que se empujan desde otros ámbitos, especialmente desde Desregulación o desde Economía, en las que Iraeta parece no tener ninguna intervención. El mejor ejemplo ha sido hasta aquí la intentona de su concuñado Pazo de imponer la trazabilidad electrónica individual del rodeo bovino, en la que hace unos meses fracasó estrepitosamente la licitación para comprar las primeras 23 millones de caravanas. Ahora, a fin de 2025, el gobierno insistirá con que esos chips serán de uso obligatorio, pero cada productor tendrá que ponérselos a sus vacas a su costo. Otro caso concreto es la flexibilización de la barrera patagónica.
Hay muchas otras discusiones que hacen a la política agropecuaria en la que Iraeta parece ser un perfecto convidado de piedra. Por caso, la ofensiva de Sturzenegger para desregular casi todos los controles sanitarios del Senasa, en materia de importación de agroquímicos, fertilizantes y sobre todo productos veterinarios. Quizás sea por eso sea que el funcionario rehuye de los contactos con la prensa: si le preguntan qué sucede capaz no tenga idea.
O ganas. O permiso. Mucho menos podrá El Abuelo instalar en el seno del gobierno -como correspondería a un secretario de Agricultura en serio- un debate interno sobre el impacto de las retenciones en las cuentas de los productores que dice querer estimular. Vilella, al menos, intentó frenar el primer embate del gobierno de Milei, y cuando en diciembre de 2023 planteó que iba a aplicar retenciones generalizadas a todos los productos del campo armó un listado de economías regionales que serían exceptuadas.
Pero Iraeta sobre esto no ha hecho ni dicho nada, salvo pedir paciencia: los derechos de exportación son resortes de Economía, queda claro. Así con la decisión de mantener la rebaja de retenciones lácteas. Y así con la eliminación del tributo para los grandes frigoríficos exportadores que mandan carne de vaca para China, y que ahora presionan para que esa rebaja se extienda a los novillos. Así, sobre todo, con la rebaja temporal de retenciones a los granos, que tuvo demasiado sabor a un Dólar Soja para lograr divisas de forma anticipada que a un acto de justicia. Todo lo deciden Pazo y Caputo en Economía.
Se cumple un año de Iraeta como secretario. También se cumple el primer aniversario de sumisión total de la cartera agropecuaria, no solo a las órdenes macroeconómicas que surgen desde el Palacio de Hacienda sino también a ciertos negocios -legítimos y no tanto- que todavía no son bien percibidos pero que indefectiblemente aparecen cuando el Estado cede tanto en su presencia.
“Nosotros como gobierno estamos acompañando, estamos buscando la vuelta; no es suficiente, se va haciendo lo que se puede, me consta que ustedes entienden que se está haciendo lo que se puede, y en ese camino estamos. Así que los invito a confiar”, dijo un elocuente Iraeta en su discurso de Maizar, donde sorprendió a muchos que hasta ahí casi no lo habían escuchado hablar.
No le pidan, por ahora, frases mucho más elaboradas que aquella. Todavía ni siquiera sabemos si está ocupando el lugar que ocupa porque está convencido realmente o si fue simplemente porque se lo pidió su concuñado político.