A horas de la cumbre del G-20 en Buenos Aires, como estaba previsto, el gobierno de los Estados Unidos rehabilitó el comercio de carne vacuna desde la Argentina, que había cerrado tras la crisis de la aftosa de 2001 y jamás reabrió a pesar de no tener fundamentos. En rigor, hasta un fallo de la Organización Mundial de Comercio (OMC) de 2013 le había ordenado a Washington hacerlo, pero ya se sabe cómo son las cosas…
Donald Trump, el presidente estadounidense amigo de Mauricio Macri, también postergó varias veces esta definición largamente esperada por la industria frigorífica argentina, ya que le permitirá recuperar una cuota de exportación libre de aranceles de 20.000 toneladas de cortes vacunos de buen valor. Oficialmente se estima que los negocios podrían llegar a entre 150 y 180 millones de dólares anuales, que es un 10% más de lo que ese sector exporta ahora.
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Tal como anticipó Bichos de Campo hace un par de meses, para convencer a Trump -que en su conglomerado de empresas también tiene intereses en el negocio de la carne vacuna-, para la Argentina fue necesario ceder en un par de negociaciones con los servicios veterinarios de EE.UU. para obtener el reclamado regreso de sus bifes a ese mercado. El año pasado ya se había anunciado una apertura del país a la carne porcina estadounidense. Y en las próximas horas se anunciará que también podrán comenzar a ingresar aquí cortes bovinos y sus derivados “made in América”.
Nadie cree, en el gobierno argentino, que estas aperturas tengan una gran significación comercial, como si sucede a la inversa. “Pese a las protestas que hubo, en un año no ha habido una sola importación de carne de cerdo de Estados Unidos”, me dijo hace unos días un alto funcionario de Agroindustria. Y tiene razón.
Tampoco parece probable que Trump y sus amigos “cowboys” puedan vendernos algunos de sus bifes. En todo caso, lo que podría suceder es que Estados Unidos reanude un comercio que fue bastante popular en los años ’90: la venta de mollejas. En Estados Unidos las desprecian y aquí serían bien recibidas, por los altos precios que suele tener esa achura.
Ya veremos como corre Estados Unidos esta carrera, que tuvo su largada el lunes tarde a la noche, cuando se conoció que la Agencia de Inspección de la Sanidad Animal y Vegetal del Departamento de Agricultura de los Estados Unidos (APHIS/USDA) comunicó al Servicio Nacional de Sanidad y Calidad Agroalimentaria (Senasa) la restitución del sistema de equivalencias entre ambos organismos.
“El restablecimiento implica que las medidas utilizadas por Argentina para la inocuidad de las carnes bovinas, tienen el nivel apropiado de protección sanitaria como las exigidas por el FSIS/USDA y proporciona la misma protección a sus consumidores”, explicó un comunicado del Gobierno macrista, donde festejaron la noticia como si la Argentina hubiera salido campeón en el mundial de fútbol.
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El canciller Jorge Faurie, por ejemplo, destacó la “importancia de esta decisión para el sector agropecuario argentino, ya que ofrece nuevas oportunidades comerciales para nuestros productores y exportadores. Además, representa el éxito de la política de inserción inteligente liderada por el presidente Macri para impulsar el crecimiento y desarrollo argentino”, evaluó. En realidad, hubo que esperar 18 años para que la “inteligencia argentina” pudiera obtener este resultado.
Por su lado, el Ministro de Producción y Trabajo, Dante Sica, destacó que “exportar es el mejor camino para crecer y crear empleo y esta decisión nos permite llegar a los Estados Unidos con la riqueza de nuestra producción y el valor de nuestro trabajo”. A esa frase no podemos ofrecer reparos.
Finalmente, el secretario de Agroindustria, Luis Miguel Etchevehere,se ilusionó en que este sea le primer paso para “llevar adelante una intensa agenda estratégica, no solo en cuestiones comerciales, sino también en inversiones y cooperación técnica” con los Estados Unidos.
Según la evaluación oficial, con esta definición del APHIS la Argentina contará con una cuota de 20.000 toneladas anuales “que puesta en valor representaría 150 a 180 millones de dólares”. Como sucedía hasta 2001, las exportaciones de carne a ese país tendrán un arancel preferencial que hará posible los negocios. Superada esa cuota, los frigoríficos argentinos podrán vender más carne a ese país, pero deberán abonar otro arancel de ingreso de 26,4%.
“Se estima que el 80% del producto a exportar sería carne magra que demanda la industria estadounidense para la producción de hamburguesas y que no es producida en cantidades suficientes por los productores estadounidenses”, indicó el comunicado oficial. Según esta visión, “el 20% restante serían cortes de alta calidad, producto ‘premium’ con características especiales”. Es decir que el mismísimo Trump podrá pedir desde la Casa Blanca por delivery un bife de chorizo argentino, para compararlo con los suyos.
El cierre del mercado estadounidense desde 2001 se mantuvo sin razones sanitarias de valía y el propio Trump se tomó su tiempo para cumplir con un fallo de la OMC que le ordenaba a Washington habilitar este comercio, ya que no había fundamentos para mantenerlo bloqueado. En rigor, el 2 de julio de 2015, la APHIS/USDA ya había autorizado la importación de carnes bovinas frescas de Argentina, pero la decisión no se hacía efectiva.
Estados Unidos es el principal mercado importador de alimentos del mundo, con compras de productos agroindustriales por más de 160.000 millones de dólares en 2017. Además es también el primer importador mundial de carne bovina por 4.300 millones de dólares. A pesar de ser un fuerte productor y exportador, compró 1 millón de toneladas en el 2017, sobre todo desde Canadá, Australia, Nueva Zelanda y México.