No todo lo que brilla es oro en Uruguay. O por lo menos para el sector primario. Es que la gigante cooperativa láctea Conaprole, quien además es la principal exportadora del país charrúa, enfrenta graves problemas sindicales que llegaron a paralizar sus plantas. Es por ello que algunos productores tamberos que la integran plantean la necesidad de vender alguna planta o tercerizar la industrialización de la leche para aliviar los costos laborales.
El alegato de los tamberos es que en muchos casos trabajan con una rentabilidad muy acotada y comentan que desde 2014 perdieron el 20% de su poder de compra, mientras tanto los trabajadores lácteos ganan como mínimo tres o cuatro salarios mínimos y consiguieron una recuperación salarial en cuatro años en torno al 4,8%. Hoy un salario mínimo en Uruguay es de alrededor 570 dólares (23.400 pesos uruguayos). En la vereda de enfrente, en mayo pasado habrían cerrado alrededor de 20 tambos en el país vecino.
Durante la última semana, el presidente de Uruguay, Luis Lacalle Pou, tuvo que mediar en el conflicto para que se firme un “acuerdo de paz” entre la compañía y los trabajadores, porque luego de seis meses de conflictos internos podrían no cumplirse acuerdos de exportación y, por lo pronto, ya hay faltante de algunos productos en las góndolas locales.
En concreto, los trabajadores lácteos nucleados en la Asociación de Obreros y Empleados de Conaprole (AOEC) llevaron adelante diversas medidas de fuerza, en primer lugar por el despido de un grupo de trabajadores y ahora reclaman un incremento salarial que la empresa dice no poder afrontar.
“La cooperativa tiene un nivel de conflictividad que no es viable; no es viable trabajar con el grado de conflictividad que tiene Conaprole, las medidas del sindicato no tienen lógica. Hoy estamos por un tema salarial, pero hemos tenido paros porque una ambulancia demoró, en plena pandemia, en llegar a buscar a un funcionario por una lumbalgia. Son cosas que no tienen lógica, cuando hay productores que trabajan con el pasto blanqueado por las heladas, ordeñando con 2°C o 3°C”, explicó recientemente el presidente de la cooperativa Gabriel Fernández Secco.
Actualmente en Uruguay resuena como ejemplo de lo que no hay que hacer el antecedente de Argentina y su cooperativa láctea SanCor. Esta compañía, además de acumular millonarias deudas, tuvo que desprenderse de gran parte de sus plantas de producción y negocios ante la imposibilidad de mantener su plantilla laboral que llegó a superar los 4.000 trabajadores.
Conaprole, en tanto, nuclea a más de 1.900 productores y tiene 2.000 empleados en sus ocho plantas y casa matriz.
Si bien Conaprole está lejos de llevar adelante una desinversión, e incluso a comienzos de año inauguró una planta de productos nutricionales que requirió la inversión de 140 millones de dólares, el humor de los productores tamberos no es el mejor, porque en muchos casos no pueden siquiera entregar leche ante los problemas sindicales que afronta la gran estructura de la cooperativa láctea.
No solo los empleados lácteos llevaron adelante medidas de fuerza, también lo han hecho los transportistas. El combo parece no ser para nada alentador y una vez más las miradas están puestas en Argentina y la caída en desgracia de SanCor, para no seguir ese sinuoso camino.