Que un matadero y planta frigorífica no tenga olor ni abunden las mosca parece una utopía, es casi imposible. Por eso el ingeniero mecánico Samir Quintar, dueño del Frigorífico Proyajo, ubicado en la localidad de Perico, en la provincia de Jujuy, infla el pecho cada vez que habla del suyo. Sucede que junto a la bióloga Fanny Altamirano han logrado lo que nadie: procesar los residuos de la faena y tratarlos de forma tal que obtienen un compost y un biocompuesto únicos, eliminando olores nauseabundos y molestos insectos.
La historia de Proyajo tiene varios puntos que vale la pena destacar. En primer lugar, su origen no tiene que ver con la industria ganadera. Por el contrario, surgió como una planta procesadora de ajo –de ahí el nombre que significa “Proyecto ajo”-, que volcaba al mercado productos como el picado de ajo encurtido.
Pero teniendo en cuenta que la rentabilidad de esa actividad no era una que se pudiera mantener a largo plazo, Quintar dio un giro de 180 grados y transformó a esas instalaciones en un matadero y planta frigorífica en el año 2000, desde donde presta servicios a terceros. Ese es el segundo punto destacado de este relato, ya que se convirtió en el primero frigorífico privado de la provincia de Jujuy.
Ubicado en la periferia de la localidad de Perico, ese establecimiento con tráfico provincial rápidamente comenzó a faenar entre 500 y 600 cabezas de ganado por semana. Eso hizo que fuera necesario empezar a pensar en un plan que contemplara el tratamiento de los residuos, que se acumulaban en cantidad.
“Teníamos unas 100 toneladas de desperdicios y no sabíamos qué hacer. En una inspección de Senasa, el inspector nos sugirió poner lombrices. Allí fue que empezamos a probar con los líquidos y sólidos, e hicimos la primera cuna para probar las lombrices, en un espacio de un metro por un metro”, contó a Bichos de Campo Samir Quintar.
Pero esto no resolvía una cuestión que para Samir era clave: la del olor de esos residuos acumulados. Fue allí que decidió sumar a la bióloga Fanny Altamirano al proyecto, que hasta ese entonces trabajaba como docente en la Universidad Nacional de Jujuy.
“Me tocó la puerta pidiendo asesoramiento en el tratamiento de residuos, y yo le dije que no porque no sabía nada de Mataderos. Pero ante su insistencia le dije que estudiaría el tema. Luego de analizar lo que ocurría en otros establecimientos del mundo, aprendí y adapté una técnica que usaban en Japón para el mejoramiento de cultivos, basada en microorganismos”, recordó Altamirano en una charla con este medio.
“Lo trate de aplicar en el matadero, y como había un lumbricario capturé microorganismos de ese compost de lombriz y fabriqué un producto que llamamos Microorganismos Eficientes de Jujuy (ME). No trabajé con una o dos bacterias sino con un pool de microorganismos, que después de varios análisis puedo decir que está compuesto por 107 especies de bacterias y 148 de hongos”, añadió.
Mirá la entrevista con la bióloga:
Para Samir, el resultado de todo esto es un “tratamiento atípico, poco común”. El mismo consiste en reunir los efluentes, que llevan restos de sangre, grasa y otros descartes, a los que se les coloca este pool de microorganismos logrado por Altamirano. Eso ayuda a acelerar el proceso de descomposición.
“Una vez que la laguna se llenó con los residuos líquidos, se la deja uno o dos meses dependiendo de la temperatura, hasta que la bacteria termina su trabajo. Esa agua que queda no la tiramos sino que la recirculamos, y está lista para ser usada para regar o cualquier otra cosa”, indicó Quintar. Esto, por su puesto, se hace luego de que el liquido sea analizado para observar su composición química y porcentaje de oxígeno presente.
Los residuos sólidos, por su parte, también son tratados con el ME tras ser cargados en un acoplado y distribuidos en pilas. Luego de una primera degradación, lo obtenido es mezclado con polvo de tabaco de una cooperativa cercana y puesto a compostar nuevamente, aunque esta vez junto a las lombrices.
“Las lombrices hacen el proceso final y queda el humus. Eso puede durar de tres a cuatro meses dependiendo también de la temperatura. Eso se comercializa, al igual que el lixiviado que obtenemos y las bacterias que ya se prueban en todas partes”, afirmó el ingeniero.
Un proceso similar afronta el “barro” que decanta de las piletas donde se tratan los residuos líquidos, que también es compostado, ya que para Samir y Fanny “todo debe reutilizarse”.
Por mes el frigorífico reúne actualmente unas 20 toneladas de residuos, de las cuales el 60% se transforma en humus. Ese humus luego de regarse da paso a un lixiviado que es lo que el ingeniero comercializa con éxito, ya que resulta muy nutritivo para los cultivos. Ellos mismos lo prueban en una huerta que tienen a pocos metros de la sala de faena, de la cual obtienen alimentos frescos que todos los días son repartidos entre los propios trabajadores.
En paralelo, Altamirano señaló que en su laboratorio, donde se encuentra la cámara de cultivo del pool de bacterias, se logran producir unos 600 litros por semana de biopreparado.
“Eso se utiliza para tratar las camas, el compost y los residuos líquidos. Usamos es biol también para neutralizar los olores y controlar a las moscas. No hay que tener miedo a estos compuestos. Nosotros lo probamos, lo usamos en limpieza, para regar y no hay problema”, aseguró la investigadora.
Mirá la entrevista con Samir Quintar:
-¿Cómo sigue el proyecto?- le preguntamos a Samir.
-Ahora estamos viendo la etapa de comercialización a nivel industrial, y la posibilidad de hacer un mayor volumen de lixiviado porque evidentemente es un producto altamente sofisticado, barato, fácil de manejar y muy eficiente.
-¿Les parece tentador hacer escuela con esto? Porque la cuestión de los olores es un problema que otros frigoríficos en Argentina también deben tener.
-Ahora que terminamos la etapa de aprendizaje sí podemos hacer escuela. Lo importante de esta experiencia es haber conseguido el lixiviado y estas bacterias. Nosotros acá tenemos un límite de producción de humus, pero del bioproducto no tenemos techo.