“Es una bendición sentir que el trabajo no es tal, me gusta mucho lo que hago”, dice promediando la charla, Teo Zorraquín, consultor en agronegocios, director y administrador de empresas del agro y socio gerente de la consultora Zorraquín, Meneses y Asociados. Hablamos de todo y, al estilo de Oli-Nada-Garcas, “El podcast de tu vida”, seguro vas a descubrir particularidades de Teo que no sabías.
Me quedo con un gesto muy lindo. En un momento de la charla, él me dice que cuando miran series con su mujer, Ana, combinan lo que le gusta a cada uno, “a mí más las de acción y a ella más las de contenido humano”. Y yo le digo entre risas: “¡Ana te humaniza, Teo!”. “No tengas dudas, soy mejor persona por haberla conocido, Ana me rescató”, se rió él.
Nació en 1959, vivió su infancia en Martínez, zona norte de Buenos Aires. Fue a un colegio bilingüe por la zona y jugó al rugby en el club Pueyrredón. Su madre y sus hermanas tenían un campo chico en Navarro y allí identifica que comenzó su idilio con lo que luego iba a ser el sustento de su vida. Pero la agronomía no era su primera alternativa laboral, pues quería ser abogado como su padre hasta que conoció la diaria de los abogados y se arrepintió: “Me pareció un espanto, gente con corbata, saco, en oficinas no demasiado iluminadas, tapados de papeles y expedientes”.
Está casado con Ana hace más de 30 años, y tienen tres hijos: Juan, Pedro y Clara, que se dedican a distintas actividades, pero ninguno a la agronomía.
Hoy vive en Don Torcuato pero -como dice su mujer-, gran parte del año se la pasa en el auto, porque viaja bastante como todo buen agrónomo que se precie de tal. Pasen y lean…
-¿Cómo fue tu infancia? ¿Dónde, con quienes, haciendo qué?
-Nací en capital porque el sanatorio estaba ahí pero mi familia vivía en Martínez, en zona norte, y ahí me crié con tres hermanos mayores que son hijos sólo de mi madre y su anterior pareja. Y una hermana y yo que somos hijos de ella y mi padre. Nos criamos en una gran familia. Esa época. Sin celulares, mucha vereda, pelota en la calle, amigos, bicicleta. Fue una infancia tranquila, tradicional, de clase media, con grandes recuerdos.
-¿Y qué te gustaba hacer?
-El colegio que yo fui estimulaba mucho el deporte, pero en particular el rugby. Así que de chico empecé a jugar y entender ese deporte que me fascinó. Lo jugué hasta los 25 años, primero en el colegio, después en el club Pueyrredón. Y siempre me gustó no sólo porque creo que es muy divertido, sino porque generás amigos, situaciones, vivencias. Hay muchos valores que se enseñan, ojo, no es el único deporte que te lo enseña. Es algo que comparten varios deportes de conjunto. Empezás a entender lo que es un liderazgo, cuando sos el líder o cuando te toca no serlo, empezás a entender la convivencia, que necesitás no sólo a tus amigos y compañeros sino también a tu rival.
-¿Y de qué jugabas?
-De tres cuartos. Era de los rápidos. Jugaba de apertura, inside, wing… en la línea. No me tocaba estar tanto debajo de la pila humana y trataba de agarrarla, correr y pasarla bien. Eso sí, cuando se te caía para adelante recibías todos los insultos de tus amigos.
-¿Cómo empezó tu vínculo con el campo?
-Mi madre junto con sus tres hermanas había heredado un campo de mi abuelo, que había sido una persona muy de campo, fue intendente de Laprida, tuvo un campo en Santa Fe y otro en Navarro. Ese de Navarro eran unas 600 hectáreas que visto hoy con mirada de agrónomo debe haber tenido la mitad de potencial agrícola y la mitad ganadero. Pero por entonces, nada de eso me importaba. Yo iba a pasarla bien. En un momento, mi madre y sus hermanas le pidieron a mi padre, que era abogado, que se ocupara del campo. Con lo cual se transformó en su actividad de fin de semana. Agarrábamos el auto y nos íbamos todos para allá.
-¿Qué te acordás de entonces?
-Era un campo sin luz eléctrica, con dos casas bastante modestas, pero fue un lugar de encuentro de familia, tíos, primos. En esa época tardabas más de tres horas para llegar, hoy vas en una hora y media. Y tengo excelentes recuerdos. Mi amor al campo nace en ese lugar. Se llama “La Nora”, por mi tía. Y fue un lugar de muchísimo aprendizaje, no de agronomía sino de otros valores. Ahí fue la primera chispa.
-¿Qué cosas te quedaron en el alma de aquella época?
-Creo que era más un vínculo con la familia que con la ruralidad. Me acuerdo de los carnavales. Pueblos todos de calles de tierra, dabas la vuelta a la plaza tirándote espuma. Entendí que había otro mundo del que yo me había criado, que era en un colegio bilingüe y amigos de otro perfil.
-¿Tenías un plan B a la agronomía?
-En realidad, la agronomía era mi plan B. Yo pensaba que el campo siempre me iba a seguir gustando, pero que iba a ser mi hobbie. Yo quería ser abogado. Mi padre lo era. Además cuando era estudiante siempre me gustaba todo lo humanístico, era un gran lector, y entendía que eso era la abogacía cuando era adolescente. Veía a mi padre, y me parecía que era algo atractivo. Hasta que llegó el momento de definir, en quinto año, mi padre me preguntó si realmente quería ser abogado y me llevó con él a tribunales, estudios, etc… lugares que él iba como abogado, ¡y me pareció un espanto! Oficinas poco iluminadas, gente de saco y corbata, tapados de expedientes.
-¿Y entonces?
-Después de esos 10 días, para gran desazón de mi padre, le dije que no iba a estudiar abogacía, que iba a estudiar agronomía, que era mi segunda opción. En mi familia no había agrónomos. Fue una decepción para él porque soñaba que yo continuara en su estudio, que se terminó cerrando. Pero así surgió, casi por descarte, la agronomía y hasta el día de hoy no hago más que agradecer eso que hizo mi padre por mí que fue anticiparme lo que yo no quería hacer.
-¿Qué te pasó con Agronomía? ¿Descubriste cosas nuevas a las que imaginabas que era ser agrónomo?
-Al principio la carrera tiene materias que a mí me aburrían. Se empieza a poner divertida en tercer año donde empezás a ver granos, producciones de carne, algo de genética, y ahí me surgió el interés por la producción. Pero hay dos cosas que me marcaron mucho. Una materia que se llama Administración de Empresas, donde veías cómo se organizaba la empresa y los números. Y en el último año de la carrera hice una materia que se llamaba “Seminario de Campo 3”. Quien estaba a cargo de esa cátedra era coordinador general de AACREA. Fue una persona que tuvo en ese momento una gran influencia sobre muchos de nosotros. La cátedra estaba armada en grupos cual grupos CREA, se hablaba de empresa, no sólo de campo. Y ahí empecé a entender muchas cosas.
-Sos de los que hicieron la colimba y cuando fue lo de Malvinas tenías 22-23 años. ¿Cómo fue ese proceso? ¿Dónde la hiciste, cómo la transitaste, aprendiste algo?
-Siempre se aprende algo, pero resumiendo, me pareció una pérdida de tiempo. A mí me tocó hacerla en 1978 y 1979, pleno proceso militar. Era bastante estricto, con 60 días viviendo en La Tablada. Uno aprende que se puede adaptar a personas distintas, al rigor, donde una mirada te podía dejar preso un fin de semana. El primer encuentro que tuve con la colimba fue duro. Yo había hecho toda la preparación para entrar a Agronomía. Una semana antes me convocan. Cuando entro me dicen que iba a poder salir a dar los exámenes y el día previo me dicen que si no volvíamos al día siguiente íbamos a quedarnos sin poder salir no sé cuánto tiempo. Así que me perdí todo el año pero por suerte pude preparar el ingreso al año siguiente.
-¿Qué es lo que más te gusta de lo que hacés? ¿Qué te entusiasma de tu laburo?
-Creo que lo que más me entusiasma es que no sé bien dónde empieza mi trabajo y dónde termina. Porque se funde mucho con mi vida. Incluso es una crítica familiar eso muchas veces. La palabra “workaholic” está dando vueltas. Pero es difícil de explicar. Como eso que dicen, “una pasión no se puede cambiar”. Esto tiene algo de eso. Es una bendición sentir que el trabajo no lo es. Me gusta mucho lo que hago.
-Trabajás o lo has hecho con muchas empresas familiares ¿Qué reflexión hacés? ¿Son más fáciles o más difíciles?
-Yo fui asesor CREA al poco tiempo de haberme recibido. Y en ese momento, un asesor vivía en los campos, con las familias, comías, desayunabas, no sólo recorrías con el dueño o administrador, estabas con la familia. Yo venía de una mente muy ingenieril, numérica, perfil izquierdo del cerebro, y esa lógica se vio desafiada porque vos le decías a alguien que tenía que hacer tal cosa lógica y la gente hacía otra cosa. ¿Por qué hacen otra cosa tan ilógica para mi lógica? Muchas veces las cosas que cierran en el Excel no le cierran, por motivos personales o familiares. Es más que números.
-Cuánto aprendizaje de tu parte también…
-Sí. Eso hizo que, con el tiempo, si bien no me considero un especialista en empresas familiares, tengo mucha experiencia y siempre lo tengo en el radar. Porque lo que he descubierto es que muchas empresas que no son familiares, pero son de socios amigos, tienen los mismos vicios y virtudes que las empresas familiares: hay mucha emoción, muchas cosas que no responden a la lógica ingenieril… hay mucho conflicto, pero también muchas satisfacciones. El tema es cómo balanceas eso.
-Sos una persona que siempre está arriba de la pelota de lo que está pasando para las empresas agropecuarias, ¿Qué te entusiasma de lo que viene?
-Tengo la consultora con Alejandro Meneses, tengo mi propia empresa familiar con mis hermanos en el sudoeste de la provincia de Buenos Aires, y creo que si voy a estar haciendo negocios en Argentina qué bendición es estar relacionado con algún eslabón de la cadena agroalimentaria. Argentina tiene muchos problemas generados por la política, la micro y la macroeconomía, pero estamos en un sector que es súper competitivo a nivel internacional, que no esta exento de problemas, pero tiene muchas herramientas para sobrevivir a las crisis y adaptarse. Siempre valoro a los empresarios/productores que tienen los anticuerpos para lo que nos pasa como país.
-¿Alguna anécdota o reflexión?
-Siempre cuento que hay muchas empresas en donde están el padre y el hijo, y cuando el padre se va a cambiar el agua del mate y el hijo lo critica y dice que su papá no se adapta a los nuevos tiempos, y mi reflexión siempre es ¿hace cuánto que maneja esta empresa tu padre? ¿30-40 años? ¡Y en Argentina! Lo que podés ir a hacer es darle un abrazo a tu papá y después lo vamos a criticar, pero valorá el camino.
-¿Qué hacés para despejar tu cabeza? Para resetearte después de un día de mucho laburo y viajes…
-En esta etapa me quedaron dos actividades. Una es la pesca con mosca, que me encanta, pero que ejercito poco. Lo hago sólo en la Patagonia. Con amigos, con familia, hemos ido en carpa todos. No soy un buen pescador pero soy un buen tirador de mosca. Otra cosa que empecé a hacer hace 4-5 años es el golf, y es un deporte que me divierte mucho. Además, sigo siendo lector, y hay algo que, como te dije antes, la división entre el trabajo y la vida no la tengo muy clara.
-¿Qué leés cuando agarrás un libro?
-Leo muy rápido. En una época leía más novelas, pero hoy leo mucho de cosas relacionadas con el mundo de las empresas, el management. Y muy de vez en cuando me compro o le “robo” a mi mujer alguna novela.
-¿Tenés algún plato o comida que cocines bien?
-Yo viví solo cinco años antes de casarme y como cocinero era un buen comprador en rotiserías. No es lo mío. Por supuesto hago asados, pero lo mío no es lo culinario, mi mujer por suerte cocina bien.
-¿Colores de la camiseta de fútbol de tu club?
-River y Argentina.
-¿Algún país o lugar que te gustaría conocer?
-Tengo una fantasía con los países nórdicos que no conozco. Noruega, Dinamarca, Suecia. He leído bastante de esos países. Series he visto. Me parece un mundo que no conozco y me gustaría.
-¿Y alguno que conozcas y recomiendes?
-Australia y Nueva Zelanda. He estado un par de veces y me parecen diferentes, atractivos, con una linda cultura. España conozco menos, pero creo también.
-Cuando mirás una serie o una película, ¿por dónde vas? ¿Qué elegís?
-Cuando veo solo en general elijo aventura, acción, va por ahí. Algo liviano. No veo muchas series. Con Ana siempre tratamos de tener una serie que miramos juntos, y ahí buscamos una síntesis de lo que me puede gustar a mí y a ella que le gustan más las de contenido humano.
-Al final Ana, tu mujer, te humaniza…
-Ana me rescató, no tengas duda. Soy mejor persona por haberla conocido.
-Si pudieses tener algún súper poder ¿Cuál te gustaría tener?
-Algo básico que se contradice con lo que siento es tener un poder para proteger a mis hijos, a mi familia, antes que les pase algo. Pero a su vez a mis hijos a los 18 años les dije, hasta acá eduqué, ahora acompaño y en lo que les toque ahí estaré. La vida es muy fascinante para que te pasen cosas y no para que te protejan. Pero como padre, uno siempre quiere cuidarlos de todo.
-Si pudieses viajar a algún momento en la historia de la humanidad. ¿A dónde irías?
-No tengo esa fantasía. Me parece que he vivido, los últimos 60 años, todo tipo de cosas y hemos tenido que adaptarme. Pero sí en mí vida, volvería a momentos lindos, cuando me enamoré de mi mujer, cuando nacieron mis hijos, cuando mi madre a los 7 años me iba en bicicleta y mi madre salía caminando a buscarme, los viajes al campo familiar. No soy de quedarme en el pasado, pero esos momentos sería lindo volver a visitarlos un ratito.
-¿Qué tema musical te gustaría dejar sonando como cierre?
-Siempre pienso qué elegiría… así como con la lectura son bastante ecléctico, pero elijo “Love of my life” de Queen. Porque entre otras cosas era la canción de cuna que le cantaba a mis hijos.