Inquietos por la cantidad de desechos que genera la industria bananera en Brasil, los investigadores de la Empresa Brasileira de Pesquisa Agropecuaria (Embrapa), vinculada al Ministerio de Agricultura y Pecuaria de Brasil, y de la Universidad Federal de Sao Carlos se propusieron darle otra oportunidad a la cáscara del fruto que solía descartase de forma inadecuada. En la búsqueda surgió un película de bioplásticas muy similar al papel film, que tiene todo el potencial para ser empleada en la elaboración de envases activos de alimentos.
Según los investigadores brasileños, por cada tonelada de banano procesada se pueden generar hasta 417 kg de cáscaras que mediante un simple proceso de pretratamiento a base de agua o una solución ácida diluida se pueden convertir en una lámina con excelentes propiedades antioxidantes y protección contra la radiación ultravioleta (UV), cuyas propiedades mecánicas son comparables con las del polietileno de baja densidad.
El ingeniero químico Rodrigo Duarte Silva, desarrollador de la película, dijo que “su utilización como película bioplástica es una oportunidad para crear valor sobre estos residuos y reducir el impacto ambiental asociado al uso de plásticos no biodegradables. Si bien hemos utilizado las cáscaras en forma de polvo, lo que ofrece ventajas en términos de almacenamiento y conservación de la materia prima, es posible adaptar el proceso para utilizar cáscaras húmedas, lo que puede simplificarlo aún más”, publicó el sitio web de Embrapa.
Cumplido este primer objetivo, el desafio inmediato del ingeniero y de su tutora Henrriete Monteiro Cordeiro de Azeredo, investigadora de Embrapa, es mejorar la composición de las películas para que puedan interactuar con el agua. Esto constituye un reto de investigación dado que las moléculas de la biomasa tienen alta posibilidad de descomposición cuando se ponen en contacto con el líquido.
En este sentido, estudios previos indican que es posible lograr este próximo paso, ya que algunas de las películas procesadas tenían “superficies hidrófobas”. Es decir, que son capaces de alejar las moléculas de agua, una cualidad que las perfila como material para elaborar envases de alimentos húmedos y líquidos fundamentalmente.
Mientras tanto, los creadores ponen en valor que la lámina de color marrón desarrollada cien por ciento en laboratorio, puede utilizarse como embalaje primario para productos propensos a reacciones de oxidación, gracias a su espesor micrométrico.
“Las cáscaras de plátano pretratadas hidrotérmicamente han demostrado ser una biomasa prometedora para producir bioplásticos adecuados para aplicaciones de envasado de alimentos, debido a sus excelentes propiedades antioxidantes y de superficie, que pueden contribuir a la transición hacia una bioeconomía circular”, subrayó Henriette Azeredo. Por eso están planificando en el mediano plazo ( un año y medio) desarrollar la película bioplástica a escala piloto para medir sus posibilidades desde el punto de vista industrial.
Por el momento, lo que sí pueden asegurar los investigadores es que “las películas bloquean más del 98% de la radiación ultravioleta en el rango UVA y más del 99,9% en el rango UVB. Este tipo de radiación es bien conocido por provocar quemaduras en la piel después de la exposición al sol. Pero también promueve el deterioro oxidativo de los alimentos y este beneficio compensa la limitada transparencia de las películas, lo que las hace adecuadas para proteger los alimentos contra este tipo de radiación. Las películas mostraron excelentes propiedades funcionales, ya que conservaron al menos el 50% de la actividad antioxidante de la materia prima”, dijeron.
El estudio realizado en el Laboratorio Nacional de Nanotecnología para Agronegocios (LNNA) contó con financiamiento de la Fundación de Investigación del Estado de São Paulo ( FAPESP ) y del Consejo Nacional de Desarrollo Científico y Tecnológico ( CNPQ ). Hasta ahora los investigadores dicen utilizar la cáscaras de la variedad de banano Cavendish (la más consumida y cultivada en el mundo), cuya producción anual se estima en 50 millones de toneladas, según datos de 2022 de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO).