Ernesto Stahringer es ingeniero químico, nacido en Rosario, criado en Reconquista, Santa Fe, pero reside en Ensenada Grande, cerca de San Cosme, a 40 kilómetros de la ciudad de Corrientes. Dice que si bien se crió en una ciudad ya se considera de campo, porque vive en una chacra de 5 hectáreas donde cultiva batata, mandioca, maíz, zapallo, caña de azúcar, tiene su huerta, 20 vacas madres y dos lecheras, todo para autoconsumo. Sus vacas pastan en el campo de un vecino, porque su chacra no alcanza.
Además su esposa es maestra jardinera rural, con 10 alumnos, y sus 3 hijos estudiaron en escuelas rurales. El mayor, se ocupa de las vacas.
El padre de Ernesto trabajó en un ingenio y fue uno de los fundadores de la organización no gubernamental INCUPO (Instituto de Cultura Popular), con sede en Reconquista. Ernesto es su director actual, quien además canaliza su pasión por la ingeniería y la tecnología desarrollando, por ejemplo, una ralladora de mandioca, o salas adaptadas para que los campesinos cocinen y elaboren sus alimentos.
INCUPO nació a fines de la década de 1960 adaptando el método de alfabetización para adultos del brasileño Paulo Freire. Surgió con el fin de elevar la condición social de campesinos criollos y aborígenes del Noroeste argentino. Hoy está presente en cinco provincias -Santa Fe, Santiago del Estero, Corrientes, Chaco y Formosa-. En los últimos años recibía la cooperación internacional de la ONG alemana Misereor, la cual en su misión expresa: “desde hace 50 años lucha comprometidamente contra la pobreza en África, Asia, Oceanía y América Latina”.
Stahringer nos da la noticia de que en 2020 Misereor retiró su ayuda financiera a las ONG de Argentina por la simple razón de que hay otros países en el mundo con prioridad en cuanto a la necesidad de ayuda, porque las mediciones arrojan que nuestro ingreso promedio por persona es mayor, por ejemplo, al de nuestro vecino Paraguay. De este modo, INCUPO se encuentra con el imperativo –entre tantos otros- de ayudar a los productores correntinos a salir de la crisis en la que los dejaron la sequía y los incendios, pero se halla cada vez más imposibilitado de ayudar por haber perdido sus fondos de ayuda.
“La sequía fue tremenda -cuenta Stahringer-, se secaron los esteros, y no sólo los del Iberá. Los esteros podían frenar los incendios, porque antes se te podían quemar 3 hectáreas, pero al desaparecer el estero, el fuego pasaba para el otro lado y se te quemaban mil. Porque no sólo fue la seca de tres meses con sus altas temperaturas, sino que veníamos de dos años con menos lluvias de lo normal. No había aguadas que detuvieran a los fuegos. Y los campesinos que sacaban agua con bombas a una profundidad de unos 20 a 30 metros, de pronto, pudieron sacar apenas para beber sólo la familia y muchos no disponían de dinero para buscar agua más abajo”.
Ernesto nos explica que cuando comenzó a llover en Corrientes y a bajar la temperatura -que en el verano superaron los 40 grados- los impactos quedaron y la prensa nacional dejó de hablar de Corrientes, para ocuparse de los problemas que suceden en otras partes del país. Pero la realidad es que los pequeños y medianos productores han quedado invisibilizados.
Aclara que los productores grandes, dedicados mayoritariamente a la forestación y a la ganadería, si bien fueron castigados del mismo modo con la sequía y los incendios, tienen otros recursos. Pero los pequeños y medianos campesinos quedaron desfinanciados. “Y sabemos que quien no tiene volumen, no tiene capacidad de gestión”, dice.
Sostiene Ernesto que el gobierno comenzó a otorgar subsidios, pero recién los ha recibido una minoría y de modo aleatorio. INCUPO trabaja sobre dos zonas muy afectadas por los incendios, Itatí y Bella Vista, y en una muy afectada por la sequía, Saladas. La producción del maíz y de la mandioca, por ejemplo, no llegó ni a la mitad de lo que se esperaba. Se estimaba sacar 20 toneladas de mandioca por hectárea y no se están sacando ni 4. “Vos podés tener verduras en 2 meses -explica Ernesto- pero los productos de chacra o de ‘cementera’, como el zapallo, el poroto, la mandioca o el maíz, son productos de más largo tiempo”, asegura.
Continúa Stahringer: “Los animales quedaron flacos y se está produciendo menos leche y menos carne. Los que deberían estar produciendo entre 60 y 100 litros de leche por día, están sacando entre 15 y 30 litros. Muchos de ellos suelen además, elaborar yogures, ricota, o quesos y dulce de leche que pueden consumir y vender en invierno. Al perderse la producción de pasturas en el verano, la capacidad de acopio de forraje para el invierno quedó devastado. Hay gente que ha perdido sus semillas. Muchas mujeres elaboran dulce de mamón, o mermeladas de cítricos, pero se perdió la cosecha. Los árboles frutales, en su intento de sobrevivir ante la sequía, primero descartan sus hojas para salvar sus frutos, que al final quedaron pequeños de tamaño, sin pulpa, y cuando se los abre, sólo tienen semillas. La producción de los cítricos cayó en toneladas, y lo poco que se cosechó, no sirve para vender”.
“Pero la gente, poco a poco está reconstruyendo su sistema productivo –sigue Ernesto-. Se calcula que no tardarán menos de 5 años en recuperarse, pero la idea consiste en aminorar la agonía. Por eso se vuelve urgente la organización colectiva y la intercomunicación con la ayuda técnica y profesional, para levantarnos lo antes posible y a fin de que la próxima seca no nos agarre desprevenidos. Debemos asistir a intendentes y concejales antes de que ellos nos llamen, para generar una economía local de abastecimiento de productos. Por ejemplo: hay que insistirle a nuestra gente local que si consume productos regionales –huevos, carne, leche, mermeladas, escabeches, etc- antes que los industriales que llegan de los grandes centros productivos, ayuda a que las ganancias queden en la zona y nos beneficiemos en nuestra provincia con más trabajo y más arraigo”, reclama Stahringer.
INCUPO viene acompañando a las familias campesinas desde hace 45 años, con capacitaciones en zoonosis, bromatología, buenas prácticas en la manipulación de alimentos, elaboración de quesos, dulces, escabeches, eficientización de los recursos, asociativismo, organización comunitaria, e infinidad de conocimientos agrícolas y ganaderos, pero hoy al sufrir una reducción drástica en su ayuda financiera, se encuentra con menos capacidad de ayuda.
Sobre llovido, mojado. Ernesto culmina pidiendo todo tipo de ayuda para su organización y todas aquellas que tienen buena reputación, como también directamente a las familias productoras que tanto necesitan. Dice Ernesto que se pueden comunicar con ellos, porque INCUPO sabe cómo ayudar.