Hay que ver cuánto dura el envión y si el camino conducirá hacia algún lado, pero sin duda que la meta es ambiciosa: Varias entidades ambientalistas y de la producción confluyeron en la Exposición Rural de Palermo con ánimo de comenzar a trabajar en conjunto detrás de una agenda que en el mediano plazo termine construyendo un país más productivo pero a la vez más sano. Hablaron de apuntar hacia una “Argentina potencia ambiental”.
Fue invitada pero Greenpeace faltó a la cita, como quizás alguna otra organización ecologista más como Jóvenes por el Clima, que de todos modos sigue con atención este proceso.
Convocada por la Comisión de Sostenibilidad de la Sociedad Rural Argentina (SRA), en el encuentro hubo bases suficientes como para empezar a conciliar posiciones para cerrar pujas que muchas veces parecen irremontables. Andrés Costamagna, uno de los coordinadores de esa comisión explicó que él se conformaría con que unos y otros, ambientalistas y productores, dejen de demonizarse mutuamente acusándose de ser el origen de todos los males.
Del palo productivo obviamente participó la propia SRA, que agrupa a muchos productores que tienen reservas ambientales en sus propios campos, entre ellos Marcos Pereda, el vicepresidente de la entidad, que dio la bienvenida a los presentes recordando que la Rural nación hace 166 con el objetivo de “conquistar las pampas”, pero ahora los dilemas son muchos otros e incluyen sin duda la necesidad de construir un entorno sostenible para todos.
También participaron representantes de AACREA, Maizar, Acsoja, la Asociación Forestal Argentina (AFOA), y hasta la Red BPA, que agrupa a 90 entidades y organismos interesadas en mejorar las formas de hacer las cosas en el campo. Es decir, había una buena masa crítica de representaciones de un sector que suele ser acusado por el ambientalismo de privilegiar sus intereses económicos a la conservación de los ambientes y la salud del clima. El uso masivo de agroquímicos, la deforestación, y las emisiones que provocan el calentamiento global siempre pican en punta entre las críticas del ambientalismo.
Del palo ambientalista participaron organizaciones de larga trayectoria como Vida Silvestre, Aves Argentina y su Alianza del Pastizal, el Banco de Bosques y The Natural Conservacy (TNC). Todas mostraron recelos pero a la vez coincidieron en la necesidad de establecer líneas de trabajo compartidas con los productores agropecuarios y forestales. Es que finalmente el sentido de esta convocatoria pasa por allí: como sucedió en otras regiones del mundo, se trata de convertir a los productores de ser supuestos agresores en custodios del medio ambiente.
Uno de los que más se jugó en este sentido fue Alejandro Brown (foto), de la Fundación Pro Yungas, que desde hace años trabaja en este sentido y apela a la responsabilidad de las propias empresas productivas. Como punto de partida detrás del sueño de la “Argentina potencia ambiental”, dijo que en el país estamos más cerca de lo que suponemos de llegar a los objetivos de conservación propuestos incluso desde la Unión Europea (UE) con el plan 30 por 30 (tener 30% del territorio protegido para 2030).
Brown tiró varios datos provocativos, que mostrarían que la interacción entre productores y ambientalistas sería más frecuente de lo que pensamos. Dijo por ejemplo que la Argentina tiene mas de 500 áreas protegidas, (80% en parques provinciales y 20% en la órbita nacional), con 40 millones de hectáreas con algún tipo de resguardo. Eso representa casi 12% de nuestro país, lo que implica que para llegar a un objetivo de 30% se deberían sumar otras 50 millones de hectáreas.
“Es una superficie que podemos alcanzar, pero solo con el sector productivo. Muchos ignoran cuál es la superficie protegida en la práctica en manos del sector privado, nadie tiene hoy esa información, cuando la tengamos nos vamos a sorprender”, especuló el experto ambiental.
El titular de ProYungas, en el caso de los humedales tan discutidos en la actualidad, explicó que la Argentina ya cuenta con 23 sitios Ramsar que cubren 5,7 millones de hectáreas protegidos, y muy probablemente ese área crezca a 8 millones sumando otras regiones donde la actividad productiva es fundamental, como los esteros del Iberá. Es decir que, para Brown, tenemos un buen punto de partida y las políticas de sustentabilidad no deberían ser tan restrictivas como muchos imaginan.
De todos modos, también hubo muchas advertencias de las entidades ambientalistas, en especial por una acelerada pérdida de la biodiversidad y el uso exagerado de insumos químicos. Manuel Jaramillo, de la Fundación Vida Silvestre, remarcó que tampoco esta carrera será halagüeña para la propia producción, ya que “se se aumentara la producción se perderían muchos ambientes nacionales”. En ese sentido remarcó que ya se perdió gran parte de la productividad patagónica por el sobrepastoreo, y que también se está pérdiendo productividad en la zona agrícola por la pérdida de nutrientes del suelo, mientras que se ha deforestado muchísimo el bosque chaqueño.
“Estamos perdiendo la capacidad productiva de nuestro país y eso lamentablemente no nos desarrolla”, apuntó Jaramillo, quien coincidió con otros voceros del ambientalismo para que la “Argentina potencia ambiental” sea posible es avanzar rápidamente hacia un ordenamiento territorial. “Es como el código de planeamiento urbano que tiene Buenos Aires. Define cómo hacemos para incentivar y desincentivar de manera apropiada ciertas actividades”, explicó.
Hernán Casañas, de Aves Argentinas, consideró que bien vale la pena hacer el esfuerzo de buscar puntos comunes con los sectores de la producción. “Este camino no está exento de obstáculos, pero también entre los que estamos en el sector ambiental muchas veces discutimos y no nos ponemos de acuerdo. Creo que lo fundamental es alejarnos de los tribalismos”, pidió.
“Lo que hemos aprendido es que no tiene sentido pensar en sectores tan separados. Hay que crear una matriz intersectorial, porque es perfectamente factible conservar y producir y en la Argentina todavía estamos en una posición que nos permite plantearnos qué queremos hacer a futuro”, amplió.
En tanto, Javier Beltrán, el alma mater de TNC en el país, fue uno de los más provocadores: dijo que es evidente que la Argentina sufrió un fuerte cambio de sus ambientes en los últimos 50 años, en aras sobre todo de una mayor producción y la generación de riqueza. Pero remarcó que “la riqueza” no ha sido tal, porque “tenemos a cambio al 50% de la población debajo de la línea de la pobreza”.
Esto, para el filántropo, debiera ser motivo más que suficiente para replantear las estrategias. “El equilibrio esta en hacer las cosas lo mejor posible en los territorios donde se puedan hacer”, explicó.