Hubo un tiempo en el cual Argentina era un “jugador” importante en el mercado internacional del aceite de girasol. Pero hoy es insignificante gracias a la política intervencionista aplicada por el kircherismo. Y esa una verdadera pena porque, en plena cosecha local de la oleaginosa, los precios internacionales del producto están en niveles elevadísimos.
Escenario inédito: En plena cosecha los productores están vendiendo girasol a 800 u$s/tonelada
A partir de 2008/09 la superficie de girasol en la Argentina comenzó a descender para no volver a superar jamás las 2,0 millones de hectáreas. ¿La causa? El gobierno kirchnerista aplicó entre 2007 y 2015 un derecho de exportación al aceite de girasol que osciló entre 30% y 37,2%, además de obligar a las industrias aceiteras a realizar aportes a un fideicomiso orientado a subsidiar el precio del aceite de girasol comercializado en el mercado interno.
Con la eliminación del fideicomiso aceitero y de los derechos de exportación para los productos del complejo girasolero a partir de 2016, el área de siembra de la oleaginosa había comenzado a recuperarse luego de la debacle de los últimos dos años del gobierno de Cristina Fernández de Kirchner, en los cuales no se logró superar una superficie de 1,50 M/ha.
Sin embargo, con la reintroducción de las retenciones (actualmente el aceite de girasol en bruto está gravado con una alícuota del 7,0%) y del fideicomiso aceitero, la competitividad del cultivo volvió a registrar un nuevo golpe durante la gestión de Alberto Fernández.
En la campaña 2001/02, Argentina representó el 60% de las exportaciones mundiales del aceite de girasol, mientras que Ucrania significó por entonces el 25% y Rusia el 6%. En ese momento la producción de semillas de girasol era similar en los tres países: 3,2 millones de toneladas en la Argentina, 3,5 millones en Ucrania y 3,7 millones en Rusia. La gran diferencia era que mientras que la Argentina la mayor parte del grano producido se industrializaba localmente para luego ser exportado, en los otros dos países se exportaba mayormente el grano sin procesar.
Pero mientras que en la Argentina se ponían todo tipo de trabas para el desarrollo del sector, en Rusia y Ucrania ocurría todo lo contrario. Y así, poco a poco, gracias a la pérdida de competitividad artificial generada por la política antiagropecuaria kirchnerista, Rusia y Ucrania se quedaron con la mayor parte del mercado global de aceite de soja.
Hoy muchas naciones importadoras del producto están registrando una notoria escasez de aceite de girasol ante la retirada abrupta del mercado de los dos principales actores del negocio. Y el gobierno argentino, lejos de brindar señales para propiciar un aumento de la producción en la próxima campaña 2022/23, está evaluando nuevos mecanismos para ampliar el “divorcio” existente entre el mercado internacional y el local.