Finalmente, tal como anticipó Bichos de Campo, el ministro Sergio Massa se prepara para instrumentar la cuarta edición del “dólar soja” con el propósito de recomponer las reservas internacionales del Banco Central (BCRA).
Ya en julio pasado el equipo técnico de Massa, encabezado por el economista Gabriel Rubinstein, tenía planes para lanzar un “dólar soja 4”, pero los representantes de la industria aceitera se opusieron porque la tercera edición del operativo les generó muchos dolores de cabeza. Finalmente, la cuestión de dirimió con el lanzamiento del “dólar maíz”.
Con la derrota del oficialismo en las elecciones primarias, las presiones cambiarias se tornaron más intensas y el gobierno procedió a reforzar el bloqueo a las importaciones, algo que, obviamente, resulta enormemente contractivo en términos de actividad económica.
Así que volvieron las negociaciones orientadas a buscar un nuevo “salvataje” cambiario, pero, tal como había sucedido en julio, los representantes de la industria aceitera –buena parte de los cuales, recordemos, son gerentes que deben dar explicaciones en casas matrices localizadas en el exterior– volvieron a negarse a adelantar dólares a cuenta de futuros embarques de harina y aceite de soja.
Además de las complicaciones financieras y administrativas del régimen denominado “dólar soja”, el panorama internacional del mercado oleaginoso luce ahora por demás complejo con un EE.UU. que no logró recomponer reservas internas de soja y una Sudamérica que promete inundar la plaza global de poroto en el primer semestre de 2024.
Pero la realidad es que el sector agroindustrial argentino es el único que puede proveer de dólares a un gobierno que, gracias a una política económica extremadamente poco profesional, logró dilapidar el volumen récord histórico de divisas ingresado entre 2021 y 2022.
Así es como, conversación va y viene, llegaron a un consenso y determinaron que lo mejor consistía en la implementación de un mecanismo similar al implementado ya en el sector hidrocarburífero: la libre disponibilidad de divisas.
En ese marco, las industrias aceiteras podrán disponer del 25% de las divisas generadas, mientras que el 75% deberán seguir ingresándolo al país para ser cambiado por pesos al tipo de cambio oficial.
En términos cambiarios, esa metodología, considerando el tipo de cambio “contado con liquidación”, permite obtener en promedio un tipo de cambio de 453 $/u$s con las cotizaciones de cierre del viernes pasado.
¿Ese es el tipo de cambio a partir del cual debería cotizar la soja en el mercado argentino cuando se instrumente el “dólar soja 4”? No necesariamente, porque en las primeras tres ediciones del “dólar soja” las divisas se adelantaban para cambiarse inmediatamente por un tipo de cambio especial, mientras que ahora el ingreso de divisas se producirá semanas o meses después de concretada la compra de soja.
Si bien se trata de un incentivo cambiario, el procedimiento de instrumentación es diferente y, por lo tanto, la implementación del mismo puede llegar a variar entre una empresa y otra en función de las particularidades presentes en la gestión comercial y financiera.
Lo interesante de este esquema, sin embargo, es que, como el tipo de cambio “contado con liquidación” evoluciona en función de la progresiva desvalorización del peso argentino, el beneficio cambiario ajustará, al menos en una proporción del 25%, de acuerdo al ritmo devaluatorio.
Más allá de que la medida se toma por una necesidad cambiaria, la industria aceitera argentina necesita originar mercadería a una velocidad mucho mayor porque las ventas de poroto se mantienen en estado “vegetativo” desde la implementación del “dólar soja 3”.
Aún quedarían al menos 10 millones de toneladas de soja por vender, considerando tanto el remanente del ciclo 2022/23 como el stock inicial de la campaña previa.