Cuando hablamos de vacunas, la referencia inmediata son las diferentes alternativas desarrolladas con el propósito de luchar contra la expansión de Covid-19. Pero en Nueva Zelanda están desarrollando una para mitigar los efectos de los gases de efecto invernadero emitidos por bovinos.
Se trata específicamente de la búsqueda, que ya lleva 18 años de trabajo ininterrumpido, de una vacuna que permita reducir las emisiones de gas metano que producen los vacunos a través de la fermentación entérica. En criollo: los eructos de las vacas.
El metano se produce durante la digestión de los alimentos, a partir de la interacción de microorganismos con los forrajes que consumen los animales. Hoy se sabe que ese gas incide en el cambio climático y de allí nace la preocupación por disminuir esa fuente de emisión a través de diferentes alternativas.
Como el objetivo es lograr una mejoría al respecto a nivel mundial, los neozelandeses pensaron en una solución que pueda abarcar a los rodeos de todos los países ganaderos. De allí surgió la idea de crear una vacuna que pueda agregarse fácilmente a los programas de sanitarios ya existentes.
¿Y cómo funcionaría? Jeremy Hill, presidente del Consorcio Pastoral de Investigación de Gases de Efecto Invernadero de Nueva Zelanda y director de Ciencia y Tecnología de Fonterra, la principal compañía láctea de esa nación, explicó al sitio neozelandés Stuff que lo que se busca es introducir anticuerpos en la saliva del bovino para que llegue al rumen y, en contacto con los microorganismos naturales, se produzca hidrógeno en vez de metano.
El proyecto es más que ambicioso y ha sido catalogado por el propio Hill como “muy desafiante”. Desde 2003 se han invertido aproximadamente 85 millones de dólares australianos y la investigación, además de recibir ayudas estatales, ha estado también acompañada por Beef and Lamb New Zealand, DairyNZ, Deer Industry NZ, AgResearch, Fertilizer Association, Landcorp y PGG Wrightson Seeds, entre otras.
“Hemos demostrado en principio que no hay nada que nos impida hacerlo; podemos desarrollar los anticuerpos adecuados y podemos hacer que los animales los produzcan. Pero conseguir que eso funcione para que obtengamos una cantidad consistentemente grande de anticuerpos, que luego entren en la saliva y al rumen, sigue siendo el obstáculo que estamos tratando de superar”, indicó Hill.
Si bien ningún investigador se arriesga a decir que esta cruzada tendrá éxito, ya han afirmado que en los próximos cinco años el trabajo “tendrá un gran impulso”.