Pasaron mil cosas entre aquella reunión entre el Consejo Agroindustrial Argentino, formado actualmente por 61 entidades y cámaras de 36 cadenas productivas, con el presidente Alberto Fernández y sus principales ministros (la mayoría ahora ex), que prometieron trabajar fuerte y juntos. Fue en agosto de 2020. Una semana antes, a fines de julio, los mismos directivos del sector privado se habían reunido con el poder real detrás del gobierno, la senadora Cristina Kirchner, que también aseguró su apoyo. También recibieron la carpeta del Plan Agroindustrial varios gobernadores.
En esa recorrida para enderezar la argentina exportadora, solo faltaron Messi y el Papa Francisco.
Pero finalmente hace algo menos de tres años, hubo un consenso inédito en torno al Plan Agroindustrial 2020/30, que prometía elevar las exportaciones del sector al doble, hasta la meta de 100 mil millones de dólares y generar unos 700 mil puestos de trabajo nuevos desde el sector productivo.
Claro que el gobierno de Alberto y Cristina recién comenzaba y era tiempo de armonía. Tres años después la coalición de gobierno quedó hecha trizas, y el proyecto de ley perdió estado parlamentario por culpas compartidas entre el oficialismo y la oposición.
Y los políticos discuten sobre cualquier cosa menos de planes de largo plazo.
Definitivamente se perdieron tres años. Otros tres años. Ni Messi ni el Papa lograrían hacer zafar a la mediocre dirigencia política de la Argentina.
Se perdieron tres años. Esa es la primera conclusión, grave, tras la presentación (o la nueva presentación) de un plan de desarrollo agroindustrial que las 61 entidades que conforman el CAA consensuaron durante estos meses. O mejor dicho, volvieron a consensuar, afilando el lápiz.
Sucedió este miércoles con un concurrido acto en la Bolsa de Cereales de Buenos Aires, donde estuvieron todos los actores privados, pero no los políticos que primero los incentivaron y luego los despreciaron. Ya habrá tiempo, en campaña electoral, de volver a recorrer el espinel y escuchar las promesas nuevamente.
El plan está resumido en 40 propuestas que, queda claro, apuntan más al gobierno que surja de las elecciones de octubre próximo y no de la actual administración, de la que ya parece no poder esperarse nada. Las metas son más o menos las mismas que otrora: derribar trabas para que fluya la inversión (se habló de unos 15 mil millones de dólares en activos fijos), crezca la producción y se puedan exportar productos del agro por unos 100.000 millones de dólares. Los nuevos empleos a crear ya no serán 700 mil sino unos 870 mil.
Las fechas del plan rector se corrieron tres años: ahora las metas son 2023/33.
José Martins, el coordinador de este bloque de actividades agroalimentarias, recordó que los que hablan de su lado deberían tener mejor consideración de la política doméstica: en conjunto las 36 cadenas generan el 16% del producto bruto interno (80 mil millones de dólares); generan el 24% del empleo privado (2,3 millones de puestos); y aporta el 65% de las divisas totales que ingresan al país (51 mil millones de dólares en 2021).
Cuando le preguntaron por qué pese a semejante envergadura los políticos no le llevaron el apunte, el ejecutivo prefirió no confrontar. “Hoy comienza el camino para volver a instalar el proyecto ante todas las fuerzas políticas. Hoy empieza el show”, dio vuelta la página. Para el 15 de marzo está anotada la primera cita con la liga de los gobernadores del norte.
“Nosotros aseguramos un gran resultado si el próximo gobierno se anima a tomar estas 40 medidas juntas”, dijo Gustavo Idígoras, presidente del Centro de Exportadores de Cereales y la Industria Cerealera, y uno de los principales cerebros detrás de esta estrategia. Antes había explicado las motivaciones de esta movida política que reúne tantas voluntades (solo faltan, por rencillas internas y desconfianzas, tres de las cuatro entidades de la Mesa de Enlace): “Vemos que la Argentina agroindustrial está estancada hace décadas, sobre todo los últimos quince años. Desciende, todos los años perdemos espacio y acceso a determinados mercados, no tenemos condiciones de competencia y nos vamos primarizando”, enumeró. Es decir, todo lo contrario de lo que los políticos dicen que sucede.
Obviamente que las 40 propuestas, que fueron presentadas por diversos integrantes del CAA en sus tramos centrales, incluyen medidas macroeconómicas de fondo, como un reclamo generalizado para una unificación del tipo de cambio. También, por cierto y como aquella vez en 2020, se arranca pidiendo una eliminación paulatina de los Derechos de Exportación (DEx), las populares retenciones, y otros impuestos regresivos como Ingresos Brutos. (Ver la propuesta aparte).
“Todos los que estamos acá estamos convencidos de que hay una Argentina muy diferente a la que tenemos hoy”, enfatizó Idígoras, que ratificó que estableciendo determinadas reglas de juego “la Argentina tiene todas las condiciones como para exportar, solo en productos agroindustriales, por unos 100 mil millones de dólares para el 2033”. Desconfiado por el resultado obtenido hasta ahora, el directivo aclaró que esta previsión se realizó en base a “escenarios conservadores”.
Pero no es lo único: Elbio Laucirica, de Coninagro, habló de la necesidad de contar con un seguro agrícola multirriesgo que alivie situaciones como las de la sequía actual; Patricia Calderón, del sector olivícola, planteó la necesidad de contar con una ley exportadora que de previsibilidad en materia impositiva; Pedro Vigneau, de la cadena maicera, explicó que el plan contempla la integración de pequeños productores; Claudia Peirano, de la asociación forestal, habló sobre la necesidad de establecer un ordenamiento territorial que evite conflictos y a la vez asegure la conservación de ambientes sustentables. Y así fueron desfilando los voceros y las propuestas.
Todos ellos, integrantes de la vasta cadena agroindustrial argentina, tenían clarísimo que se perdieron tres años muy valiosos. Pero como consideran que este proceso será finalmente inevitable, más allá de los políticos de turno, preferían mirar para adelante en vez de seguir mirando para atrás.
Quizás Messi y el Papa ahora sean de la partida.