No todos los plásticos de un sólo uso tienen que ser mala palabra, al menos cuando se trata de la producción de tomates y otras hortalizas. Eso intenta demostrar la especialista Martha Mirassou, que es física de carrera y encontró que hay una forma de hacer un mulching para los cultivos intensivos usando materiales biodegradables con los que se puede obtener los mismos resultados -o mejores- que con el material convencional. La gran ventaja es que ese bio plástico se integra en el suelo y desaparece. No queda dando vueltas eternas por el campo.
En una recorrida que hizo Bichos de Campo por el predio del INTA La Consulta, donde se realizó la reunión anual de Tomate 2000, Mirassou exponía un ensayo que hizo para mostrar a los productores que se pueden evitar dañar el planeta y además producir de forma más eficiente si se elige el material correcto.
Lo que ella impulsa es el uso de un mulch igual al tradicional, que está hecho a base de polietileno, pero biodegradable. En ambos casos son materiales de un sólo uso, pero en uno hay un impacto sobre el medioambiente y en el otro no.
“El mulching es necesario porque ayuda a mantener la humedad del ambiente, aumenta la temperatura, o sea que acorta los ciclos, y evita el crecimiento de las malezas”, explicó la especialista. Por eso, más que reemplazar ese sistema de siembra sostiene que lo mejor es optar por otro material que cumpla la misma función. Es lo que busca hacer a través de su empresa PR Environment, que se especializa en la búsqueda de materiales amigables.
En el fondo, no es algo que ha descubierto ella, porque el plástico biodegradable en el mulching ya se emplea en Europa hace 2 décadas. Mirassou es más bien una promotora que busca demostrar los beneficios que tiene incorporarlos a la horticultura nacional.
No es sólo en términos de sustentabilidad, sino también de ahorro costos, logística y mano de obra. “Este es un es un mulch que tiene las mismas prestaciones que el plástico tradicional, se aplica con la misma maquinaria actual, pero cuando llega el momento de la cosecha el bioplástico se va gradualmente degradando y no hay que levantarlo”, explicó.
Mirá la entrevista completa con Martha Mirassou:
Por el momento, a pesar de los incipientes proyectos desde algunas startups, todavía no se produce el material en el país. La idea es lograrlo a partir de 2027, ya que para la próxima campaña se buscará importar los pellets y terminar de fabricar los films, un paso previo hasta la autonomía total.
En cuanto a los costos, la física señaló que la amortización viene de la mano del “ahorro de mano de obra y combustible”, ya que, al momento de la cosecha, sólo es necesario levantar los frutos y remover la tierra para volver a sembrar cuando se desee. El bioplástico quedará así dentro del terreno.
Como no tiene potencial en términos de reciclaje, por el gasto de agua que implicaría lavarlo y el estado de degradación en que llega al final de la cosecha, lo mejor es dejar que se integre con el suelo.
Por lo pronto, además del natural impulso que se le da en el marco del programa Tomate 2000, Mirassou asegura que puede trasladarse a “cualquier hortaliza o producto en el cual el uso de mulch de polietileno sea muy común”. Uno de los ensayos que está llevando a cabo, por ejemplo, es en el caso de las frutillas, que también hace uso intensivo de esta práctica agrícola.