“Esto es mucho más que unos locales comerciales: es una apuesta a recuperar y fortalecer el entramado productivo isleño, a diversificar la economía regional para no depender exclusivamente del turismo, o generar otras formas de turismo que no sean tan estacionales, como las visitas a las plantaciones en las diferentes épocas de cosecha”, explican los integrantes de Origen Delta, una asociación creada en 2019 a partir del Consejo Asesor Permanente Isleño (CAPI), que apunta a que los isleños e isleñas puedan ser parte de la elaboración de políticas públicas para el Delta de Tigre.
En este momento son entre 35 y 40 socios y socias, todas personas con un vínculo muy estrecho con la isla y con producciones muy diversas, tales como cestería y otros objetos en mimbre, junco y formio; cultivo, cosecha y producción y construcción en caña; producción frutícola, producción de dulces, mermeladas y conservas, productos alimenticios varios, panadería, cerveza artesanal y apicultura.
“También tenemos producción de objetos de decoración, muebles y luminaria con materiales de la zona, herboristería y producción de cosmética y extractos medicinales, joyería, con material reciclado, cerámica, instrumentos musicales, juguetes didácticos, indumentaria de autor y encuadernación”, detallan.
“Pero lo que hay es una definición fundacional, somos todos productores de escala familiar, no hay ningún inversor o financista; es más, la mayoría de las veces la producción empezó como un complemento de otra actividad, y fue arrancando con el equipamiento que cada uno tenía en su propia casa: una sierra, ollas, una máquina de coser”.
Los principales canales de venta son los locales de la Estación Fluvial y el Puerto de Frutos, que son espacios cedidos a partir de las propuestas que le presentaron al municipio. También venden en ferias o por internet, pero fue la presencia en los locales lo que les permitió consolidarse como grupo.
“Por eso es importante que este espacio para los productores isleños sea una política que trascienda esta gestión y se consolide a través de una ordenanza sancionada por el Concejo Deliberante, con fuerza de ley. Porque acá no se trata de tal o cual productor, se trata de tener un Delta que recupere su historia, su identidad productiva, que permita que nuestros hijos e hijas puedan tener un horizonte de futuro, con los frutos de la tierra y de su trabajo con ella”.
-¿Los productos son agroecológicos?
-Sí, esa fue otra de las premisas fundamentales, el cuidado del ambiente y el respeto al humedal y los ciclos naturales. Aquí nadie usa agrotóxicos, no se tala ni se cosecha de más para permitir que las plantas se reproduzcan, ni se tiran desechos químicos al río. Acá en el Delta hay grandes productores forestales que hacen rellenos de tierra que tapan el humedal, para poder plantar arriba grandes cantidades de árboles que no son de la región. Nosotros entendemos y defendemos la importancia de los humedales a nivel global ya que son los pulmones y los riñones del planeta. A su vez, estamos en contacto y somos parte de redes agroecológicas de otras regiones del país, así es como vamos aprendiendo e intercambiando saberes también.
-¿Trabajan con bambú?
-El bambú es una planta con cientos de especies diferentes. Hay algunas como la Guadua Chacoensis, que es nativa de la llanura chaqueña, también hay otras cañas de la misma familia en el NOA y en el NEA. Sin embargo, las que hay mayoritariamente en el Delta son Phyllostachys aurea, Phyllostachys viridis, o Bambusa tulda, originarias del sudeste asiático que fueron traídas a la región en la época del cultivo de frutas para proteger al suelo de la erosión de las mareas. Sin embargo, cuando decayó la fruticultura, muchas plantaciones quedaron abandonadas y la caña se asilvestró y se mimetizó con el lugar. A veces se arma polémica en las redes sobre si tal especie es bambú o es tacuara, pero hay que entender que son dos palabras de origen idiomático diferente para referir a una misma familia de plantas. Bambú es una palabra de origen malayo mientras que tacuara es de origen guaraní. Esta última puede traducirse como “piedra hueca”, y hace referencia a la dureza de la caña.
-O sea que hay cañaverales abandonados
-Claro, entonces nosotros les hacemos el mantenimiento necesario para que crezcan sanos y den cañas más fuertes y cosechamos ahí. Algunos tenemos bambusales que hemos empezado a cultivar en nuestras casas con algunas especies particulares, pero son pequeños o están en desarrollo. Otras veces están en el terreno de algún vecino o vecina y en ese caso, se hace un acuerdo comercial a porcentajes. Hay gente de afuera que quizás manda a una cuadrilla a talar todo un cañaveral y eso una práctica terrible que hay que erradicar porque mata al cañaveral y da mala caña después. Hay que saber seleccionar las cañas maduras, que son las más resistentes y saber reconocer y dejar a los ejemplares jóvenes, para que la planta crezca vigorosa. Muchas veces la caña tiene mala fama en nuestro país: que en la tierra es invasiva, que para construir es quebradiza. Pero con un manejo adecuado, eso se evita.
-¿Qué se fabrica con esas cañas?
Con nuestras cañas se hacen bicicletas de exportación, se han hecho casas y hay mucho más para desarrollar. Estamos trabajando con la UTN para desarrollar nuevas maquinarias y funcionalidades.
¿Tienen también propuesta de turismo?
Sí, uno de los socios tiene un emprendimiento de excursiones en kayak para visitar los cañaverales, las huertas y talleres de diferentes productores de la asociación. Además es investigador del Conicet y mientras reman va contando sobre la historia del Delta, su economía, el modo de vida isleño. Es otra manera de conocer el Delta. más íntima, sin ruido de motores u olor a nafta. para poder entrar en contacto con la fauna y la flora, respirar su perfume. Tiene kayaks ideales para principiantes, y es instructor, así que es experiencia apta incluso para aquellos que nunca han remado.
¿Cómo se define Origen Delta?
Somos personas que se cansaron de no conseguir trabajo o de conseguir trabajos precarios, inestables o mal pagos. Entonces tuvimos que inventarnos nuestro propio trabajo, nuestro propio oficio a partir de lo que teníamos a mano: los frutos del monte, las plantas del humedal, las herramientas de la vida cotidiana en la isla, como una lanchita, un machete. Somos parte de lo que se llama la economía popular y la agricultura familiar, una red de pequeñas hormigas, que a veces cuesta visibilizar, pero es la que sostiene los barrios, o en este caso, la que sostiene las islas, diversificando y desarrollando la economía regional, para que no depende sólo del turismo. Por suerte, cada vez nos hacemos notar más, y, luchándola, somos cada vez más valorados, más tenidos en cuenta.