Santiago Poggio, investigador del Conicet y docente de la Cátedra de Producción Vegetal de la Facultad de Agronomía de la UBA (Fauba), sabe que lo que va a decir sonará provocativo. Pero igual lo dice: “La agricultura no es solo producir alimentos, fibras o combustibles, sino que se desarrolla en un espacio que es un paisaje rural, donde hay un montón de otras funciones que se proveen a la sociedad”.
Sin disimulo, este investigador está introduciendo en el debate sobre el modelo agrícola pampeano un concepto que aquí puede parecer nuevo, pero que en realidad es que el guía muchas de las políticas públicas de apoyo al sector que se despliegan en otras regiones del mundo.
“La agricultura tiene que explotar en la Argentina algo que ya se está explotando desde hace 25 años en Europa y algo menos de tiempo en Canadá y Estados Unidos, que es ponerle foco a la multifuncionalidad”, dice Poggio en diálogo con Bichos de Campo. Leáse como “muchas funciones” y no solo producir alimentos y ganar plata.
Mirá la entrevista completa con Santiago Poggio:
El docente de la Fauba puso como ejemplo de los servicios multifuncionales que presta un productor “el valor escénico de ver el campo, porque si se mantienen los paisajes con cierta calidad escénica, ya es un servicio que se presta al resto de la sociedad”.
Poggio, como muchas otras voces críticas del actual modelo, considera que hubo “un marco internacional que puso a la Argentina a jugar en el rol de productor de alimentos, muy intensivo. Esto estuvo bueno porque permitió un ingreso para el país. El tema es que nosotros tenemos también que pensar en cuidar nuestro capital productivo”.
Según esta visión, “la corriente de la Siembra Directa fue en el sentido de cuidar los recursos. Pero hemos llevado el sistema a que se especializa, en la zona pampeana fundamentalmente, en la siembra de soja en detrimento de otros cultivos. El sistema fue yendo así a promover resultados no esperados. Uno de los más calientes es cómo han respondido las malezas, con estrategias adaptativas: han aparecido biotipos que resisten a herbicidas, lo que implica que la carga de herbicidas debe aumentar para controlar esas malezas”.
Poggio agrega que “nuestra caja de herramientas se había quedado reducida a usar genotipos modificados genéticamente para tolerar herbicidas, y a una molécula, el glifosato, como herbicida principal. Esa era nuestra bala de plata. Ahora todo cambió”.
En ese sentido, sugirió que “una de las cosas que también se pueden explorar en la Argentina es hacer una agricultura mas consciente y certificada. que hagamos un esfuerzo en que la agricultura se haga con más cuidado y más atención. Podemos aspirar a tener una cultura de calidad que se certifique”.