El clima cambia. La demanda de alimentos crece. Los recursos para producirlos son cada vez más limitados. Hay poca tierra disponible, y lo que no sobra es el agua.
Cordillera de por medio, la Argentina y Chile están abordando este escenario de manera muy diferente. Aquí del tema casi no se habla y mucho menos se planifica, y las consecuencias de este desinterés ya se están notando con la crisis hídrica que comenzaron a vivir las provincias que, como La Rioja, Mendoza o San Juan, dependen del riego para producir.
La actitud de Chile, en cambio, provoca una sana envidia. El gobierno de ese país acaba de poner en marcha un programa para impulsar la agricultura en las zonas desérticas del norte chileno.
“A través de un consorcio– liderado por Corfo (La Corporación de Fomento de la Producción)– se creará, administrará y financiará un portafolio de proyectos que desarrollarán tecnologías para producir alimentos en zonas áridas. La iniciativa posicionará a Chile como un referente global de conocimiento e innovación en esta materia”, informó el Ministerio de Agricultura de Chile, en un comunicado, tras el lanzamiento de un programa específico en Pampa Concordia, que contó con la presencia del subsecretario nacional de Agricultura, José Guajardo Reyes, y autoridades de las regiones de Antofagasta, Tarapacá y Arica y Parinacota.
Estas regiones o “provincias” han confirmado lo que se llama “Consorcio del Desierto: Impulsando la agricultura del futuro”. El programa persigue diversas tareas para optimizar el uso de agua y energía a través del financiamiento total de 3.350 millones de pesos chilenos (unos 3.800 millones de dólares) por los próximos seis años.
“El cambio climático nos está afectando y sabemos que es un tema que no tiene retorno. Así, el aumento de las temperaturas y el avance del desierto han impactado fuertemente en nuestro país y en particular la zona norte. Este es un proyecto transformador y cambiará la manera en que se desarrolla la agricultura en nuestro país, ajustándose al difícil contexto actual de sequía”, manifestó el subsecretario Guajardo Reyes.
En todo caso, el estado nacional chileno y las provincias involucradas van a trabajar en el desarrollo de nuevas tecnologías o en adaptar tecnologías existentes, además de determinar especies vegetales con mayor potencial económico para abordar los desafíos de las zonas desertificadas del norte.
“Para esto, Corfo, mediante el instrumento Programas Tecnológicos busca incrementar la tasa de innovación tecnológica en productos y procesos de las empresas en sectores productivos y/o económicos específicos, mediante la ejecución articulada de portafolios de proyectos de desarrollo tecnológico que permitan disminuir y/o cerrar las brechas detectadas”, enfatizó el vicepresidente ejecutivo de esa corporación estatal, José Miguel Benavente.
El programa considera la participación de 57 entidades en calidad de coejecutores, asociados e interesados, destacando universidades, centros de Investigación, empresas, asociaciones gremiales, municipalidades y entidades públicas y regionales.
Se estudiará dentro del proyecto una serie de “especies vegetales endémicas del territorio” para conocer los atributos que les permitan subsistir en éste. También identificará especies vegetales exóticas, adaptables a estas condiciones y la estimación de sus impactos en el ecosistema local. A la par se integrarán tecnologías asociadas a energías renovables, se desarrollarán obras para realización de pruebas, monitoreo y digitalización de la agricultura en el desierto, y se implementarán innovaciones que permitan obtener agua bebible y para riego.
“El Consorcio del Desierto aumentará las capacidades técnicas de la comunidad agrícola macro regional y generará alianzas entre empresas que fortalezcan el desarrollo tecnológico y de nuevas capacidades para posicionar a Chile como un referente global de conocimiento e innovación en esta materia”, es la ilusión que transmite el comunicado oficial.
Por lo menos ellos lo intentan.