Santiago “Sacha” Haro Galli nació en Cafayate, Salta, en 1980 y se crió junto a sus dos hermanos, Camilo y Huayra, en una pequeña finca a dos kilómetros de la ciudad. Los tres aprendieron de sus padres, Emilio y Maud Rouppe, el arte de amasar la arcilla, su Madre Tierra, creando bellas cerámicas. Y luego, siendo mayores de edad, emprendieron todos juntos el arte de la viticultura, creando vinos artesanales.
Todo transcurrió en la parcela ubicada en el Camino Vecinal Medidor 845, Banda de Arriba, que hoy se llama Finca “Utama”, por la marca del vino que elaboran. Fue Camilo quien comenzó de modo intuitivo, en 2001, a plantar las primeras vides y luego papá Emilio concretó el sueño de elaborar vinos artesanales con todas las de la ley.
Años después, Emilio se mudó a Tilcara, Jujuy, y lo siguieron Camilo y Huayra, quedando Sacha a cargo del pequeño viñedo, junto a su madre y su compañera, Giselle Ferreyra, con quien tiene dos hijos. Huayra alterna hoy entre Tilcara y Cafayate, y Camilo se ha dedicado al arte de elaborar finos collares, aros y anillos en plata con bellísimas piedras vernáculas.
Todos ellos se salen de lo común en cuanto a su solidaridad, su compromiso comunitario y social y su pasión por el arte. Nadie duda en llegar a Cafayate o a Tilcara y buscarlos por ayuda, consejo o una sabia reflexión. Por eso Utama, que en aymara significa “Tu casa” o “Casa de encuentro”.
Mamá Maud hoy atiende su galería de arte, montada en la misma finca, luego de toda una riquísima vida entregada a las artes en general. Por su pasión por el arte latinoamericano conoció a Emilio Haro Galli, quien hoy es un reconocido artista plástico, ceramista y muralista, que representa toda la imaginería de la cosmovisión andina y la vida entera de los kollas.
A Sacha le interesaron los mitos y las leyendas de las culturas originarias de toda la región del Noroeste andino, en especial a la Pachamama, al Coquena y otros, pero también incursionó como su padre, en el muralismo y en la temática social. Recoge la arcilla de El Mollar, en la Quebrada de las Conchas, un yacimiento de arcilla pura dentro del área protegida, de la que sólo se puede extraer para uso artesanal, a 20 kilómetros de Cafayate. La mezcla con arena, con la técnica de chorizo y planchuelas que aprendió de su padre, luego pigmenta con la técnica ancestral de engobes y hornea las cerámicas durante 12 horas a fuego de leña.
En 2006 Sacha se inscribió como Elaborador de Vino Casero. Más adelante fundó junto a otros viñateros la “Fiesta del Vino Artesanal”. El vino que han logrado hoy con el esfuerzo de toda la familia es 100% de producción orgánica y agroecológica, de uvas cosechadas y seleccionadas a mano, con levaduras nativas.
Incursionan últimamente en preparados caseros de técnicas “biodinámicas”, con la planta de “cola de caballo”, que es fungicida y vigorizante, se macera y fermenta revolviéndola de un modo especial para dinamizarla. También con la técnica de los cuernos, seleccionados de vacas especiales, con bosta de vaca y colocados bajo tierra. Y además, respetando los ciclos lunares para las cosechas y en los tiempos de la decantación del vino.
Se elaboran 3.600 litros anuales, de los que hacen tres tipos de vino: un tinto tri-varietal que llaman Tinto “Mural”, de uvas cabernet, malbec y criolla; un Blanco Torrontés y dos Rosados, uno de uva criolla, variedad procedente de antiguas viñas de Cafayate, muy resistente a las plagas y funcional para la agroecología. Finalmente un Mistela a base de la misma uva criolla. Además han comenzado a guardar este vino de uva criolla en barricas y está dando buenos resultados.
“Contamos con un pequeño viñedo de uva Cabernet Sauvignon y compramos parte de la uva que elaboramos a pequeños productores de la zona, de quienes sabemos que, al igual que nosotros, realizan un cultivo orgánico y en armonía con el ambiente”, dice Sacha.
Parte de la molienda es realizada por una máquina despalilladora que comparten entre varios productores, y otra parte la continúan pisando con los pies. La fermentación es realizada con levaduras nativas, aquellas que naturalmente viven en las uvas. Los procesos de clarificación se realizan con técnicas de decantación sin uso de filtros y el agregado de productos naturales, como la clara de huevo, al vino tinto, y al blanco con bentonita, una arcilla especial.
Sacha recuerda algunos años difíciles cuando su padre Emilio luchaba junto a productores vecinos por una justa distribución del agua a la región, que duró desde 1985 hasta cerca de 1990, porque una finca grande se acaparaba casi toda el agua que reciben hasta hoy del Nevado del Chuscha a través de los ríos Chuscha y Loro Huasi.
Cuando comenzaron a hacer vino no estaba legislado el “vino casero” como categoría oficial, y debían registrarse como vino regional y los impuestos les dificultaban su crecimiento. Luego fue protegido y hoy pagan pocos impuestos. En 2012 los productores de los Valles Calchaquíes lograron que se los autorizara con un permiso especial para producir el único vino Mistela artesanal de la Argentina, controlado y certificado, que ya es tradicional y los identifica.
En la finca Utama producen un Rosado Mistela, compuesto de una exquisita mezcla de jugo de uva muy madura y alcohol vínico, que les llega de una destilería, totalmente natural. Su grado alcohólico garantiza su conservación sin necesidad de adicionar conservantes. Popularmente conocido como Vino de Misa o Licor de Uva, lo recomiendan como aperitivo o para acompañar postres o para preparar tragos con agua tónica, soda, con hielo y limón o pomelo, albahaca, etc. Lo llamaron “Mis-Tonic” y causó furor en los bares de Cafayate.
También elaboran ya hace dos años un jugo de uva o mosto para beber como refresco sin conservantes ni colorantes ni edulcorantes, pasteurizado de manera casera, con todas sus propiedades intactas y lo comercializan en Cafayate. Además, para afrontar la crisis, comenzaron a fraccionar un vinagre de vino artesanal y buscando agregar valor al vino blanco que se ha dejado de consumir considerablemente, aprendieron la técnica para elaborar un champagne casero que se conserva con su propio gas carbónico dentro de la misma botella. Sus vinos se pueden conseguir en varios locales de la Capital Federal, pero también los envían a todo el país.
Sacha construyó su primer horno en el año 2002 para cocinar sus artesanías y decidió completar sus estudios obteniendo el título de “Experto en cerámica” en un Taller de Cafayate, dependiente de la Escuela de Bellas Artes “Tomás Cabrera”, de Salta capital. Con el tiempo llegó a exponer en Cusco, junto a su padre. En 2015 concretó su “Monumento al Chuscha, la montaña paridora de agua”, porque le preocupa y lucha permanentemente por el cuidado de ese vital elemento. Ha sido Director de Medio Ambiente y luego Jefe operativo de una planta de reciclaje que construyeron con fondos de Nación, en Cafayate, y nos recuerda que el 22 de Marzo es el Día del Agua.
Sacha aprendió de su padre Emilio a bucear y continuar la sabiduría de los antiguos de su tierra. Así confeccionó una artesanía en cerámica a la diosa Sara Mama, Madre del Maíz, el alimento fundamental de los pueblos andinos. Quiero compartir con ustedes un bello texto que nos remonta al modo en que los pueblos originarios se relacionaban con su tierra, porque las formas cambian, claro, pero no debería perderse el respeto y el trato sagrado que aquellos aún conservan por el planeta que nos da vida y contiene:
Cuentan que se colocaban en honor de los sembrados las “MamaSaras”, piedras pulimentadas y labradas para que tuvieran agua oportuna y abundante, tan indispensable, atribuyéndoles una virtud especial para producir la lluvia.
La chicha obtenida de la fermentación del maíz era una tarea exclusiva de las mujeres, su producción de significado mágico-religioso, era realizada bajo la mirada de la misma diosa.
En el sexto mes del calendario, en Aymoray, es decir, Mayo, se realizaba el baile del maíz que se le dedicaba especialmente. El ritual consistía en llevar el maíz desde el campo hasta la casa donde lo velaban durante tres noches. Lo colocaban entre sus mejores mantas, considerándolo como Mama Sara, y creían que venerándolo, podrían asegurar la conservación y feliz reproducción de la próxima cosecha.
Vean qué hermoso poema:
Diosa del maíz / Mujer desnuda / Tu vientre es un fuego de hortalizas / Tus senos generan todas las simientes / Agotando la luz de placeres / Y un campo de desdichas. / Festines de la carne / En plazas de exterminios / Quiebran la quietud de los abismos./ Domina el secreto cereal / Cabalga sobre precipicios. / Al ardor de las brumas / Origina destellos / En la lámpara secreta de la noche.
Sacha nos quiso dedicar una nueva canción del jujeño Bruno Arias titulada Algarrobo, con letra de Roberto Cecenarro, que le da el nombre a su último disco y habla de la defensa de las tierras y de las culturas de los antiguos dueños de las tierras ante la amenaza de la contaminación y de los grandes negocios de las mineras.