Juan Francisco Paggi tiene 32 años y nació en Las Flores, provincia de Buenos Aires, pero se crió en Cuartel Séptimo Pardo, o Villa Pardo, un pueblito a 35 kilómetros de Las Flores, de 150 habitantes y que supo tener más de mil por haber crecido junto a las vías del tren. Villa Pardo es uno de los 23 destinos turísticos rurales de la provincia de Buenos Aires porque allí pasó muchos años de su vida el escritor Adolfo Bioy Casares, y son muy visitados el museo y la biblioteca que llevan su nombre.
El padre de Juan es productor agropecuario en la tierra que heredó de sus ancestros y prácticamente no utiliza agroquímicos. Juan ya desde niño fue tomando afecto por la agroecología, cuando no era moda aún. Tuvo su propia colmena de abejas desde sus 12 años y aún la tiene. Hizo la secundaria en la escuela agraria de Las Flores, donde definió su vocación: eligió seguir el oficio de su padre y se fue a estudiar agronomía a Balcarce, por su cercanía a las sierras y el mar. Allí en la “facu” conoció a su novia, María Paula, de Mar del Plata, que hoy es su compañera de vida y ya es Licenciada en Alimentos.
En aquellos años de estudio en Balcarce Juan fue alarmándose de cómo se despoblaba el campo por la falta de rentabilidad para los pequeños productores, frente a la sojización y el auge de los pooles de siembra, con el creciente uso de los agrotóxicos. También vio que FAO señala que el 70% de lo que consume la humanidad proviene de la agricultura familiar, de modo que no es bueno que cada vez haya menos.
Eso lo llevó a participar en el centro de estudiantes de la Facultad. Poco a poco, como “Centro”, un día se les ocurrió poner en práctica todo lo que iban aprendiendo sobre cultivos orgánicos y agroecológicos, pidiendo un lote que la facultad tenía en desuso. Se les otorgó una hectárea. Luego pidieron herramientas, un tractor, discos y demás, y comenzaron a invitar a todos los estudiantes a producir sus propios alimentos sin agroquímicos, de modo agroecológico, poniendo en práctica lo que iban aprendiendo.
“Comenzamos a leer mucho, a aprender teoría leyendo a Miguel Altieri y conocimos a Santiago Sarandón, profesor de la Universidad de La Plata, y asistir a cursos con el objeto de no montar una huerta familiar sino una huerta productiva”, cuenta Juan. Comenzó a vivir en quintas a unos cinco kilómetros de Balcarce y ahí le comenzó a tomar el gusto a vivir en el campo como espacio de libertad, cuando la vista alcanza el horizonte y se pueden apreciar las noches estrelladas.
Pero mientras Juan era estudiante no le quedaba mucho tiempo para ser emprendedor. En cambio al final de su carrera ya era ayudante de Horticultura y Fruticultura en la Facultad, lo que le daba algunos ingresos que le servirían de base para comenzar su propio emprendimiento. Consiguió un campo para cuidar e irse a vivir con Paula a 15 kilómetros de Balcarce, donde les prestaron un lote de 1 hectárea por casi dos años, que luego pasaron a alquilar. Allí comenzaron, Paula y él, un proyecto agroecológico al que llamaron “Huerta de Bichos y Flores”. Tomaron como modelo a un amigo con el que había vivido en tiempos de Facultad, Martín Biocca, que había empezado antes que ellos un proyecto de huerta agroecológica que llamó Los Serenos, en Mar del Plata.
Los comienzos fueron duros, basados en un proyecto que comenzó sin tierra propia ni capital. Pero lo bueno fue que tenían muchos vecinos cerca y solidarios, porque uno le daba huevos para vender, otro les iba a disquear la tierra. Hasta que con la ayuda de su suegro pudieron irse a la Capital Federal a comprar un motocultivador, que hasta hoy funciona muy bien. Esa fue su única herramienta mecánica hasta octubre de 2019, para afinar el suelo en las siembras y trasplantes.
Fueron comprando semillas, tratando de no utilizar semillas curadas sino más bien utilizando las variedades antiguas que tienen mejor sabor y son más rústicas o tienen otras ventajas. Y los plantines, a un conocido.
Juan me explicó que en Balcarce la producción es muy estacional porque los inviernos son muy largos, con heladas hasta en octubre y noviembre, lo que retarda mucho la llegada de los frutos como zapallitos de tronco, berenjenas, pepinos, zucchini, ajíes, pimientos, choclos, tomates, que llegan a fin de diciembre o mitad de enero. Necesitan tener buenos trasplantes de otoño con frecuencia y cantidad para ir cosechando en invierno o tener buen acopio de cebolla, papa, zapallo para que no decaigan las ventas de invierno. Zanahoria, es un cultivo que aún no les sale.
Comenzaron a vender bolsones a domicilio con la ayuda de la huerta de Los Serenos cuando no les alcanzaba su producción, hasta que en el año 2016 lograron que el bolsón fuera 100% de producción propia, salvo en épocas de heladas, ya que al no tener invernáculo los morrones, las berenjenas, los tomates, les duraban poco y debían volver a recurrir a Los Serenos.
En ese mismo año Juan decidió hacer una especialización en Agroecología, en Buenos Aires, lo que le implicaba descuidar su huerta y ahí le cargó sacrificio a Paula, su pareja, cuya ayuda fue fundamental. También en ese año y en 2017 Juan hizo la capacitación docente y comenzó a dar clases de Taller de Huerta y de Forrajes, en el Colegio San José, que es la Escuela Agraria de Balcarce.
Fueron años de mucho trajín, con altibajos, superando bajones en el estado de ánimo. Pero curiosamente Juan recuerda que fueron los mismos clientes quienes los sostuvieron y ayudaron a superar aquellas crisis agradeciéndoles que con sus productos les acercaban salud, sabores más intensos, seguridad alimentaria, y les valoraban su esfuerzo, de ir a contrapelo de la corriente masiva, demostrando que hay otras formas posibles de vivir y, mejor.
En 2018 decidió asociarse con dos amigos y ex compañeros de Facultad, Denis Moller Kent, quien ya es agrónomo y además es músico y cantor. Y luego se sumó Alejandro Hansson, también agrónomo. Comenzaron compartiendo el trabajo que era mucho. Y pronto se vieron en la necesidad de crecer en escala y de agregar tecnología. Solicitaron una línea municipal de microcréditos y con esos fondos invirtieron en un invernáculo de 700 metros cuadrados. Alquilaron 2 hectáreas más y en 2019 lograron adquirir un tractor Fiat 411 usado, que les alivianó el trabajo.
Se incorporaron al Programa Cambio Rural, del INTA, justo cuando el Estado dio de baja gran parte de los grupos existentes en el país, pero a ellos los ha enriquecido, al estar conectados con sus vecinos, productores mixtos, agrícolas, ganaderos, de producciones intensivas o innovadoras como el amaranto, lino, quinoa, arveja, lenteja, poroto, garbanzo, cebada cervecera, trigo pan, abonos verdes. Otro, de harina integral, “Monte callado”, y “Calma Tierra”, ambos de Tandil. Y otro de un campo chico, en Balcarce, con ganadería y cutivos exóticos como el trigo sarraceno, que además posee una reserva natural sobre la sierra donde promueve investigaciones arqueológicas, geológicas y botánicas junto con la Universidad. Ganaderos de Ayacucho, que producen fermentos, que son fertilizantes naturales y reproducciones de organismos en una biofábrica, con los que ellos ya están experimentando.
En estos tiempos de crisis Juan valora la solidaridad de tanta gente, que los ayuda haciéndoles descuentos en los repuestos; o quien les vendió un arado está yendo a ayudarlos a armarlo; unos amigos de Tandil que los están ayudando a colocar allí sus verduras, y desde octubre de 2018 están participando en la Feria Agroecológica “Cuatro Estaciones” de Balcarce, donde se venden dulces caseros sin aditivo ni conservantes y panificados, cosmética natural, con mucho temor a cosechar las verduras y que si no las vendían, tendrían mucha pérdida. Pero tuvieron muy buena aceptación y además ahora en su delivery entregan productos de sus compañeros de feria, y complementándose se ayudan a bajar costos.
Conservan más de diez variedades de tomates de diversos colores y formas, perita, cherry, redondos, alargados, rosados, amarillos, casi negros. Desde sus comienzos Juan y Paula se preparan salsa de tomate casera para todo el año y para compartir con familiares, quitándole la cáscara y trozándolo o triturándolo con una picadora de carne, le agregan sal, pimienta, laurel, orégano, tomillo, romero, ajo y lo que se les ocurra, luego lo esterilizan con media hora de hervor y les dura más de un año en las botellas cerradas al vacío. Este año hicieron salsa de tomate amarillo y siempre hacen escabeche de berenjenas. Cultivan una variedad exótica de “Ajo elefante” que un viejito de la zona de Mar del Plata les vendió. Hacen dulce con unos duraznos “remolacha” de cáscara y pulpa morada, y últimamente, dulce de frambuesa.
La cuarentena por el Coronavirus les provocó un aumento en la demanda de la venta a domicilio, llegando a abastecer, de 100 familias, hoy a casi 180 familias entre Balcarce y Tandil.
Como están a 3 kilómetros de la Facultad los visitan alumnos de diversas cátedras y de jardines de infantes y de escuelas. Ellos pretenden ser como un faro que pueda alertar de que hay otros modos más sanos de producción. No descartan que en el futuro agreguen animales. Ya poseen gallinas ponedoras y Juan piensa sumar la apicultura, asociando a algún productor de miel, ese viejo oficio que él ama desde niño y que hasta hoy mantiene en la chacra de su padre.
La agroecología, sostiene Juan Paggi, es un camino en permanente transición, buscando no perder nutrientes e ir aprovechando toda la energía. Es un estilo de vida sin fanatismos ni dogmatismos, favoreciendo la cooperación, viendo las posibles alianzas y la ayuda mutua entre los competidores, la producción local y la diversidad de cultivos, tratando de cuidar a los consumidores y al planeta que nos contiene. Que genere fuentes de trabajo, con precios justos para que los productores vivan dignamente y no tengan que regalar su producción por culpa de que los consumidores, por ejemplo, pierden poder adquisitivo. No puede haber precios justos en un mundo globalmente injusto.
Estos jóvenes agrónomos que luchan por un mundo más sano y con más equidad allá en Balcarce, en su agroecológica “Huerta de Bichos y Flores”, nos quisieron regalar una canción, “Germinando”, que compuso y escribió Denis Moller Kent, uno de ellos. La interpreta con su banda Sonchus Asper, que simpáticamente hace referencia al nombre científico de un yuyo.
Deben ser los tres primeros agrónomos que conozco que trabajan, porque lo demás, y las facultades los escupen por doquier, se encargan de parasitar todas las entidades jerárquicas que tenemos (en las cooperativas, Inta, etc.) y muchos de ellos jamás vieron una azada…
Por supuesto que son los tres que tú conoces.
.No , el número que existe en realidad…
Hay dos clases de agrónomos en este momento. Los que tienen un buen pasar, ganan bien y como tú dices, no realizan trabajo físico. Son los que están de lado de las corporaciones que realizan un cultivo intensivo, con fertilizantes, agroquímicos y todo eso. Aquí los agrónomos, aconsejan, guían, y cobran sus servicios muy bien
Están los agrónomos pobres, los que no aceptan la fumigación ni los monocultivo, son ecologistas! y se esfuerzan con mucho trabajo físico, sacrificio y voluntad en luchar por un mundo mejor
Hay muchos muchos agrónomos así! .. solo que si no te toca conocerlos personalmente, casi nadie habla de ellos.
Esta gente de la que habla el artículo pertenece a esta segunda clase de agrónomos
Son los que van a cambiar el mundo. Son trabajadores, son honestos, buenas personas, se ayudan entre vecinos…yo los apoyo en todo
Por supuesto que son los tres que tú conoces.
.No , el número que existe en realidad…
Hay dos clases de agrónomos en este momento. Los que tienen un buen pasar, ganan bien y como tú dices, no realizan trabajo físico. Son los que están de lado de las corporaciones que realizan un cultivo intensivo, con fertilizantes, agroquímicos y todo eso. Aquí los agrónomos, aconsejan, guían, y cobran sus servicios muy bien
Están los agrónomos pobres, los que no aceptan la fumigación ni los monocultivo, son ecologistas! y se esfuerzan con mucho trabajo físico, sacrificio y voluntad en luchar por un mundo mejor
Hay muchos muchos agrónomos así! .. solo que si no te toca conocerlos personalmente, casi nadie habla de ellos.
Esta gente de la que habla el artículo pertenece a esta segunda clase de agrónomos
Son los que van a cambiar el mundo. Son trabajadores, son honestos, buenas personas, se ayudan entre vecinos…yo los apoyo en todo
Efectivamente, Juan y Paula son un faro…
QUE LINDO EMPRENDIMIENTO ME GUSTARIA SABER SI PIENSAN TRAER A MAR DEL PLATA?
Que bueno que nuestra sociedad tenga juventud emprendedora. Es fundamental para nuestro país tan falto de personas creativas y que asuman riesgos haciendo lo que saben y les gusta. Una lindisima historia que compartiré en familia ya que tengo varios adolescentes que mamaron el trabajo del campo de su abuelo y del mío que siendo veterinario compartieron vivieron conmigo. Esto como dicen por ahí será un faro para ellos Gracias y Felicitaciones
No… No están solos, yo soy de Río Cuarto Córdoba. desde hace 20 años que produzco
Bioproductos para controlar plagas agrícolas
Me va muy bien
Gracias a esto conozco a varias ing agrónomos que tienen la filosofía de lo orgánico.
Fuerza chicos, los felicito
Mí contacto 0358 154111463
Excelentes personas, todos. Juan, Paula. Denis y Ale. Y otros que ahí no están.
Compartí un tiempo con ellos, muy breve pero siempre lo tengo como un excelente recuerdo, los extraño bastante.
Saludos!
Holaaaa!!!Quisiera saber si esos productos se pueden encargar desde la ciudad de Tandil.Gracias.
Hola si! Cada dos semanas estamos llevando verdura a Tandil! Huerta bichos y flores por face. Abrazo!
Geniales!!!! Cuidemos la tierra. Soy del campo y mi mami hace huerta, para nuestro consumo. Todo organico y con otro sabor!
Hace 20 años soy jubilado y después de leer libros de John seymour nos vinimos de lujan de cuyo a Perdriel y tenemos una huerta para uso familiar esta en Internet CASA HUERTA CORRAL, nos hacemos vino dulces hay una docena de gallina 6 gansos y otras aves 4 perros con 80 años a la espalda.felicitaciones a todos los agroecologistasLA NATURALEZA PONDRA EN VEREDA A ESTE SISTEMA DE ACUMULACION CAPITALISTA.