El ingeniero agrónomo Javier Collovati, riojano de 41 años, es el presidente de la Cámara de Bodegueros de la Provincia de La Rioja. De oficio él prefiere titularse “hacedor de vinos” (“wine maker”), aunque se lo presenta siempre como enólogo. Justo había leído yo una excelente nota del periodista Patricio Zárate sobre el vino y las bodegas riojanas. Allí Javier señalaba que para posicionar los vinos riojanos a la altura de los tintos mendocinos o del torrontés salteño hacía falta “inversión y una política gubernamental…” y “…un plan de comunicación sobre lo que se está haciendo…”
Debemos pues celebrar que este plan se haya puesto en marcha el pasado 10 de octubre. En la Casa de La Rioja en Buenos Aires se presentó la “Ruta del Torrontés Riojano”.
La sommelier Rosie Braile, docente de la carrera en la UNDEC, nos enseñó acerca de terroir y las levaduras. Ella dice que a medida de que las bodegas se ubican más al norte del país y aumenta el calor, los viñedos necesitan más amplitud térmica entre el día y la noche. Para esto tienden a ubicarse a una mayor altura, que varía en La Rioja entre los 1000 y 2000 metros sobre el nivel del mar. La Precordillera las beneficia además con sus aguas de deshielo. Braile también nos enseñó que en La Rioja las bodegas utilizan el método artesanal de “parral” y no la “espaldera” tan difundida en otras regiones vitivinícolas, ya que es más tecnificado. El viejo y querido parral crea una sombra con las hojas que protege a las vides de los agobiantes calores.
En aquella reunión, el gobernador Sergio Casas nos invitó a catar los vinos, desafiando al torrontés salteño con picardía, mientras resaltaba el patrimonio histórico cultural y la belleza natural del paisaje riojano. Estuvieron presentes varios bodegueros y el ministro de Planeamiento e Industria de la provincia, Rubén Galleguillo.
Volvamos a Javier, el hacedor de vinos. Collovati los produce en la bodega La Puerta, en el valle de Famatina, cerca de Chilecito donde él nació. Trabaja junto al enólogo Mauricio Lorca. Además, en la misma bodega, fracciona y envasa sus propios vinos Collovati, elaborados a partir de un pequeño viñedo de 11 hectáreas que posee en la finca de su padre.
Javier reconoce que la Ruta del Torrontés sirve como excusa para atraer al turista, porque esta es la cepa blanca emblemática de la Argentina, como el malbec es la tinta. La uva torrontés es originaria de nuestro país y precisamente de La Rioja. Pero en realidad las bodegas de la provincia están produciendo excelentes tintos (el malbec, un bonarda de excelencia, un syrah) y también unos espumantes de torrontés.
Es bueno acotar que la bodega La Puerta, además produce grandes cantidades de aceite de oliva, que en su mayoría exporta.
La Rioja cuenta con 19 bodegas inscriptas en la Ruta del Torrontés, de las cuales 5 son fraccionadoras y envasan en origen con su propia marca, mientras las restantes son graneleras. La mayoría se ubica en el departamento Chilecito, pero además las hay en Famatina, Castro Barros, Sanagasta y Coronel Felipe Varela. La provincia posee 1.000 hectáreas de viñedos con certificación orgánica y esto la convierte en la mayor del país como productora de vinos certificados como tales.
La Rioja ocupa el tercer lugar en la producción de vinos, después de Mendoza y de San Juan. Cuenta con suelos arenosos y pedregosos, con clima seco, muy bajo nivel de lluvias, y un viento constante que beneficia a los viñedos.
Los entendidos dicen que el perfume básico del torrontés recuerda a la uva Moscatel, pero no es un vino dulce sino con una intensa voluptuosidad frutada, más suave y elegante, y con tonos especiados y florales. La uva torrontés riojana es un cruce entre la Moscatel de Alejandría y la criolla chica. He leído que se llama criollas a las uvas de origen europeo que han sido sometidas a un proceso de selección o cruzamiento por americanos.
Hasta finales del siglo XX las uvas blancas más plantadas de Argentina fueron la Pedro Giménez y la Ugni Blanc, pero luego decrecieron y aumentó la popularidad de la torrontés, sobre todo en la zona de los valles Calchaquíes de Salta. En La Rioja es la uva más plantada.
Lo llamé a Javier Collovati cuando ya había regresado a su provincia natal para conocerlo más. Me contó que su abuelo Severino, de 89 años de edad, llegó a Chilecito en 1972 porque el gobierno le otorgó 50 hectáreas en La Consulta, donde él se crió ayudándolo a cultivar tomates, pimientos, ajo, cebolla, olivos, higos, ciruelas, melones, peras, duraznos, membrillos, a carnear chanchos, a chacinar y embutir, mientras su abuela preparaba inolvidables salsas y dulces caseros.
Un día hizo su primer vino en una olla, un syrah. Aprendió a reparar computadoras y con eso se bancó su carrera de ingeniero. Hasta que un día lo llamó Julián Clusellas, gerente de la bodega La Puerta, para que trabajara allí. Como changuí, en 2003 se fue a trabajar diez días a una bodega de California.
En este recorrido, Collovati fue pionero en luchar para lograr que los vinos riojanos alcanzaran la altura de los vinos finos, y que el torrontés, de ser un vino fuerte por su rusticidad, pasara a ser un vino muy amable. Pero él mismo reconoció que como no han hallado aún su máximo potencial en la región, tienen mucho trabajo por delante. Así es como La Rioja viene obteniendo varios galardones internacionales por expresar cada vez mejores cualidades para la elaboración de vinos finos, muy frutados y a la vez secos.
Este apasionado hacedor de vinos me invitó a recorrer las bodegas riojanas, para lo cual hoy alquilan bicicletas y motos, a visitar Talampaya y la Cuesta del Miranda, que ya está toda asfaltada. Pocos saben que los riojanos tienen el cable carril más largo del mundo, con 36 kilómetros de extensión, que va desde Chilecito hasta la mina La Mejicana (a la que solo se llega en 4 x 4), que recorre 9 estaciones. La 9 es La Mejicana, y la 2 está siendo puesta en valor. Su amigo, el cheff Lutty Juárez, recibe allí a los turistas en su propio restorán El Gran Pez.
Javier se despidió de mí porque tres amigos lo esperaban para emprender una caminata de 15 kilómetros, durante uno o dos días, desde la mina La Mejicana hasta la mina de oro, donde podrían cruzarse algún puma. Pero antes me dijo: “Nuestro crecimiento provincial tiene que ser gradual. Se trata de que crezca la comunidad y que nos sirva a todos como conjunto, desde los que ofrecen hospedaje hasta la señora que vende aceitunas al costado del camino, y eso va a llevar tiempo”.
Javier me pidió obsequiar a la audiencia de Bichos de Campo una bella canción de un amigo común, el artista Emiliano Zerbini. Se llama “Rioja Madre” y pertenece a su disco “Luz de andar”. Aquí va: