Gumersindo Segundo tiene de 63 años de edad y lidera la Comunidad Avá Guaraní “Iwí Imembi”, que lo ha nombrado consejero general, lo que equivaldría a cacique. Ellos son originarios de la ciudad de Orán, Salta, pero se vieron obligados a migrar al sur en 2003, asentándose provisoriamente en el conurbano de la ciudad de La Plata. Luego de una inundación se mudaron a Berazategui, donde hoy alquilan dos hectáreas de tierra, para vivir en modestas casas de madera. Allí se dedican a la producción hortícola.
Producen verduras de hoja, tomates, zapallitos, coliflor, verdeo, morrones, berenjenas, chauchas, cherrys, y se les hace cada vez más difícil pagar los gastos de alquiler de la tierra y de energía en el Gran Buenos Aires.
Cuando llegaron de Salta se convirtieron en “medieros” o “porcentajeros”, y el dinero, de ser algo secundario en sus vidas, pasó a ser lo primordial. De trabajar para vivir, pasaron a vivir para trabajar. Y a pesar de eso nunca alcanza.
Cuenta Gumersindo que aquella comunidad originaria, allá en el Chaco salteño, fue incorporada en los oficios rurales del cultivo del azúcar desde fines del siglo XIX, pero a partir de 1960 el ingreso de la maquinaria en el agro fue remplazando su mano de obra, y se fueron asentando en la banda sur del río Blanco. Hasta que cerca del 2000, Robustiano Patrón Costas presentó la quiebra de su Ingenio San Martín del Tabacal en el Departamento de Orán, quedando muchos obreros desocupados.
Con el avance hacia el norte del cultivo de la soja comenzó una puja por las tierras, que ellos ocupaban desde tiempo imaguaré, es decir en guaraní, donde se pierde la memoria de tan antaño. Gumersindo, al liderar la resistencia que ejercían los jóvenes, comenzó a recibir amenazas de muerte, y la misma comunidad decidió protegerlo y le aconsejó emigrar hacia el sur. Porque a diferencia de este mundo moderno y progresivo, me recrimina Gumersindo, los pueblos antiguos cuidan a sus mayores, porque son éstos quienes acumulan el conocimiento de sus raíces y la experiencia, convertida en sabiduría histórica. Gracias a ellos pueden ser un pueblo arandú, o sabio.
Así fue como unos cincuenta integrantes de la comunidad se trasladaron al Gran La Plata. Hoy son unos cuarenta y siete salteños, ubicados en la localidad de El Pato, en la finca Gómez.
Originariamente eran un pueblo de pescadores, cazadores y recolectores. Su alimento se basaba en peces como dorados, sábalos y surubíes, que además coronaban los rituales en sus ceremonias religiosas. La caza disminuyó en importancia después de la Guerra del Chaco (1932-1935). Cazaban mulitas, ñandúes, iguanas. Las mujeres recolectaban frutas de los árboles, tubérculos y hierbas, mientras que los hombres buscaban miel (conocían más de veinte especies de abejas melíferas).
Sus principales cultivos allá en Orán eran el maíz, las calabazas, sandías, porotos y mandioca.Por ejemplo, hasta hoy aprovechan un fruto de un árbol llamado en español, mato, que en guaraní llaman “ugavillu”, que da como una uva que cuelga de sus ramas, pero no en racimo, la cual es para ellos alimento y muy buena medicina para el corazón, según enseñan sus chamanes.
Habían tenido la precaución de traerse al sur algunas semillas de Salta, pero en aquella inundación de La Plata perdieron todo. Y poco a poco han ido perdiendo sus tradiciones y sus costumbres.
Gumersindo añora las Fiestas Grandes para el tiempo de las cosechas del maíz, en febrero y marzo, las Areté Guasú, que duraban hasta un mes entero, en las que danzaban el purai y cantaban “aticui, aticui” para comenzar a moler el maíz y preparar la bebida fermentada, llamada chicha, y en la que agradecían y honraban a la Madre Tierra.
Otros también celebraban en ocasión de la maduración de la algarroba. “Los ciclos de obtención de recursos alimentarios…organizando su calendario de modo circular: el inicio de año se celebraba ritualmente en el tiempo que corresponde al mes de agosto, desde ese inicio de año sucedía la estación llamada nawup (“luna de las flores”), luego le seguía desde noviembre la yachup (“luna de las algarrobas”), tras ésta a fines del verano, venía la estación lup (“luna de las cosechas”), siguiéndole la fwiyeti(up) (“luna de las heladas”)” (fuente: Wikipedia).
En Salta comían el Aticuio aticuí, que es como su pan a base de harina del sagrado maíz. Porque antiguamente ellos regulaban toda su vida comunitaria de acuerdo a los tiempos del maíz.
También el Arapasi, a base de zapallo anco con maíz pelado, o con frangollo, que significa maíz partido, el que se usa para el locro, o con charqui, o ya en la ciudad, con polenta o con sémola. Pero también lo comen dulce, con miel.
Gumersindo y su comunidad sueñan con regresar a su tierra para volver a vivir su cultura en plenitud, porque ellos sentencian que “sin la tierra no somos nada”. Y si la tierra nos da de comer, para ellos “dar el ser se realiza al dar de comer”. Porque para ellos, “alimentarse es sagrado”.
Tras contarnos su nostálgica historia, esta comunidad ha elegido dedicarnos un aire de bailecito titulado “Lamento Mataco”, nombre que prefieren no usar porque es peyorativo, ya que se los han puesto los blancos o gringos en la época de la colonia, como a muchas otras etnias. Ese nombre hoy ha sido desterrado, pero en la década de 1960 nadie reparaba en esa agresión. Esa canción nació de unos poetas y cantores que observaron a un aborigen que trasladaba en su canoa por el río Bermejo, a su amada fallecida, al parecer, ahogada en el mismo río que da vida, pero que a su vez, en muchas ocasiones los traiciona con la muerte.
Chalana, llaman los avá guaraníes a su embarcación pequeña y simple, de fondo plano, proa aguda y popa cuadrada, que se utiliza para el transporte en aguas poco profundas. Hemos elegido la versión por el grupo Los Guaraníes, con letra de Félix Octavio Polanco y Javier Pantaleón, y música de Horacio Aguirre y de Gilberto Vaca, que en los ’60 fue todo un éxito interpretado por Los TucuTucu: