El miércoles pasado, el gobierno comunicó a la empresa Bioceres la aprobación -aunque “condicionada” al apoyo de Brasil- del trigo HB4, que es tolerante a la sequía. Ya se sabía que la cadena triguera rechazaba esa decisión: había expresado su rechazo total en 2018, cuando se presentó la innovación. Volvió a hacerlo en las últimas horas, con los hechos consumados.
Es abrumadora la cantidad de entidades vinculadas a la producción de trigo que creen que la Argentina ha dado un mal paso. Están todos los eslabones: las gremiales de productores, los acopios, los corredores, las bolsas, los molinos y las exportadoras del cereal. Faltan las firmas de las entidades tecnológicas y curiosamente la de Argentrigo, la cámara de la cadena triguera.
El motivo del rechazo está más que claro: la cadena triguera argentina cree que existe riesgo de que los consumidores rehuyan de este trigo transgénico, como sucede en otros países del mundo que han desistido de utilizar este tipo de tecnologías en ese cereal. Esto podría implicar la pérdida de mercados en algunos casos o el encarecimiento de los costos comerciales ante la necesidad de “segregar” el trigo transgénico de las variedades convencionales.
“El trigo HB4 no tiene riesgos ambientales ni de salud pública”, aclararon las entidades que firmaron el comunicado. Pero dijeron que les “llama la atención que el Gobierno decida de forma unilateral, sin consultar a los representantes de la cadena del trigo, la aprobación comercial”.
Según las entidades, el mercado mundial del trigo alcanza las 175 millones de toneladas anuales y el de harinas a los 18 millones. Las variedades modificadas no existen a pesar de esos volúmenes. “En varios países del mundo se intentó hace años lanzar eventos en trigo que no pudieron prosperar debido a la reacción negativa de los mercados compradores”, se explicó.
“Es por ello que esta aprobación reviste condiciones especiales y altamente riesgosas”, alertó el comunicado, que lleva las firmas de las Bolsas de cereales de Buenos Aires, Bahía Blanca, Córdoba, Chaco, Entre Ríos y Santa Fe; la Bolsa de Comercio de Rosario, la Cámara de Industriales Molineros; el Centros de exportadores de cereales, el centro de de corredores; la federación de la Industria de la Molinería, los Acopiadores; y las cuatro entidades de la Mesa de Enlace (CRA, Coninagro, FAA y Sociedad Rural Argentina).
Para esas entidades, “el uso comercial nacional del trigo HB4 impactará en los precios y abastecimiento de trigo en el país; se pondría en riesgo los esfuerzos conjuntos (público-privado) realizados para consolidar nuevos mercados y expandir fuertemente las exportaciones”.
“El daño que se produciría al mercado de trigo argentino sería irreparable e irreversible, toda vez que la contaminación se propagará y la segmentación resulta inviable”, concluyeron.
Mejor consultar a quienes saben de sanidad vegetal como los departamentos respectivos de los Estados Unidos, Unión Europea, China etc.
No por ser transgénico un producto es malo. Creerlo es retrogrado y nos estaríamos privando de las ventajas que trae el progreso, sí sujeción a intereses comerciales.
Cuando en la década del 90 Argentina fue el segundo país en aprobar la soja RR se produjeron reacciones similares. Las violentas campañas lanzadas por Greenpeace y otras entidades “ambientalistas” (comida Frankenstein) frenaron su aprobación en grandes productores como Brasil. 3 décadas después la soja no GMO es una rareza y no se han informado con seriedad perjuicios a la salud humana.
La única pregunta válida es si este desarrollo argentino es un avance en la producción de trigo de forma saludable. Si lo es tarde o temprano se impondrá, como lo han hecho todas las innovaciones que han permitido producir más y mejores alimentos para una población mundial en constante crecimiento.
Es reconocido que nuestro sector comercial ha sido ineficiente a la hora de segregar trigo por su calidad. Ello parece ser el principal impedimento.