El sábado pasado, el gobierno de Brasil admitió la existencia no de uno sino de dos casos “atípicos” del mal de las vacas locas en su rodeo de bovinos. Y en una estrategia para que la novedad no impacte en sus negocios de exportación de carne vacuna, se autolimitó para vender a China, el principal importador a nivel global. No pasaron 48 horas del episodio que el país vecino dijo que la situación está en vías de resolverse y que mantiene “una clasificación de riesgo insignificante para la enfermedad”.
“La Organización Mundial de Sanidad Animal (OIE) publicó, el lunes 6, los informes de notificación inmediata referentes a dos casos atípicos de Encefalopatía Espongiforme Bovina (EEB) en mataderos de Minas Gerais y Mato Grosso. Así, dados los resultados obtenidos, estos casos fueron concluidos por no representar un riesgo para la cadena productiva de la carne vacuna del país”, explicó en un comunicado de prensa el MInisterio de Agricultura de Brasil.
En los hechos, de este modo Brasil informa que la comunidad veterinaria internacional agrupada en la OIE considera que los ambos episodios no merecen mayor atención, pues los animales enfermos eran vacas viejas y fueron eliminadas de modo eficiente, eliminando cualquier peligro. La BSE o mal de las vacas locas no es una enfermedad contagiosa, como la aftosa u otras virósicas.
Según los informes presentados por el Servicio Veterinario Oficial de Brasil, ambos casos “ocurrieron de forma independiente y aislada” y fueron confirmados por el laboratorio de referencia internacional de la OIE, ubicado en Canadá, el pasado viernes. Por lo tanto les corresponde la calificación de “casos atípicos” de BSE. Una vez resueltos, no implicarían mayor riesgo.
En este contexto de premura por normalizar la situación, el Ministerio de Agricultura aseguró que “Brasil mantiene su clasificación como un país con un riesgo insignificante para la enfermedad, sin justificar ningún impacto en el comercio de animales y sus productos y subproductos”.
El comunicado oficial no dice más que eso, pero forma parte de una estrategia clara para minimizar el impacto comercial del episodio sanitario. Si no hay objeciones de la comunidad internacional agrupada en la OIE, pues entonces no debería tener consecuencias.
La obsesión de Brasil, en este sentido, pasa por cuidar sobre todo el mercado de China, del cual es el principal abastecedor. El sábado, el gobierno de Jair Bolsonaro anunció que suspendía las exportaciones hasta tanto se aclarara el episodio de estos dos casos de BSE, cosa que parece haber sucedido en tiempo récord. Ahora solo falta un guiño de las autoridades de Beijing para anunciar la normalización de los embarques.