El aloe es mucho más que aloe vera. Se trata de todo un género de plantas suculentas, algunas de cuyas variedades son utilizadas tanto en la industria farmacéutica, como cosmética y alimentaria. En Argentina, aunque son pocos los que se dedican a su producción, existe desde hace más de 10 años una Cooperativa Regional de Productores de Aloe Vera Villa Ángela Limitada ( CoorPAVAL), que está integrada por productores que poseen entre 3,5 y 4 hectáreas.
“Vera es un nombre genérico, porque en realidad hay cientos de variedades de aloe”, explicó a Bichos de Campo Ricardo Peralta, integrante de esa cooperativa del sur del Chaco. Actualmente, hay más de 250 diversas variedades reconocidas de aloe. Peralta comentó que en su caso se abocan a producir “una variedad muy suave como lo es el aloe chilensis, otra variedad más fuerte que hicimos mediante fertilización in vitro en Córdoba, y luego tenemos el saponaria que es comestible”.
Peralta remarcó que la mayoría de los productores de aloe son más bien chicos. “Tenemos una extensión de no más de 4 hectáreas, pero producimos resguardados en montes, con cubierta natural”, indicó.
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El productor dijo que el subproductor más pedido “es el gel de aloe, el cual se encuentra en el interior de la hoja. El trabajo es sacarlo sin ningún líquido verde, ya que el mismo es laxante. Es por eso que debemos procesarlo con mucha agua y lavarlo en cada paso hasta licuarlo y obtener el gel puro. Después hay otro modo de proceso que es sacándole las espinas y las puntas. De ahí sale una mezcla verde que se utiliza para otras cosas”.
El codiciado gel de aloe tiene como principales clientes, según Peralta, a los laboratorios farmacéuticos, pero también hay empresas de agroquímicos que lo requieren. “Lo utilizan para suavizar los productos químicos y para que estos resulten más aceptables para las plantas”. Una especie de “suavizante” de agroquímicos.
El país más desarrollado en la producción de aloe es España. “España interviene en universidades para darle el apoyo científico a esta producción. En Chaco estamos trabajando con la Universidad Nacional del Chaco Austral (UNCAus). Allí sí hicieron todos los análisis y nos dan el apoyo científico como para que podamos vender a los laboratorios, ya que ninguno de ellos compra si no hay un historial de análisis químico”, contó Peralta.
En Argentina el cultivo de aloe se inició durante los ‘90. Las provincias pioneras en términos del nivel de producción y tamaño de los establecimientos son Córdoba y Santa Fe con la variedad de saponaria. Pero también hay productores en Misiones, Corrientes, Mendoza, Santiago del Estero, Chaco, Entre Ríos, Formosa, Buenos Aires y Tucumán con mayor diversificación de variedades (saponaria, barbadensis, arborescens millar).
En particular, la variedad más apta para la mayor parte del suelo argentino es la saponaria, ya que tolera temperaturas de –7ºC, puede ser cultivada en suelos arenosos y requiere alto nivel de exposición solar. La única restricción es el exceso de agua.
Al tratarse de un cultivo intensivo, la mayor parte de las explotaciones no supera las 5 hectáreas. Cada hectárea soporta una carga de entre 3 mil a 18 mil plantas, aunque el volumen óptimo debe ser ajustado para maximizar el rendimiento a largo plazo de la explotación.
En un viejo trabajo de tesis de Paula Balda, para convertirse en licenciada en Desarrollo de Economías Regionales, indica que la cosecha comienza alrededor de los 3 años de haber colocado los plantines. Una planta adulta permite extraer alrededor de 12 hojas por año, con un peso aproximado total de 3 kilos. Por ende, el rinde total por hectárea puede ir de 30 a 54 toneladas, según la densidad de plantas y ritmo de corte. Es necesario, de todos modos, realizar una renovación de las plantas cada 8 años, a fin de mantener estable la productividad.
Acerca de las problemáticas que atraviesa este cultivo, Peralta pidió “que se valoricen más las producciones locales en todo el país. Como producción, el aloe está bien pero nos falta la cuestión política, y por eso pedimos que nos valores. Las economías regionales están presentes desde Jujuy hasta la última región del sur. Lo que hace falta es organizarlas”, indicó.