Ricardo Parra se define como apicultor y punto. Pero la cosa no termina ahí (quizás, mejor dicho, podríamos decir que con la miel todo comienza). Ricardo es presidente de MAPO (Movimiento Argentino para la Producción Orgánica), pero esta nota no trata sobre ese cargo sino sobre otras cosas donde lo orgánico, claro, atraviesa todo pero no sólo como definición de un producto libre de agroquímicos sino como una forma de estar (y de producir) en el mundo.
“Mi interés por la producción orgánica nace hacia el año 2000 por el deseo de `cambiar las cosas desde el alimento”, cuenta Ricardo, que en 2003 creó Las Quinas, una marca de miel, mermeladas y dulces orgánicos ubicada en Las Heras, provincia de Buenos Aires. “Y cuando me decidí a producir siempre fue desde la convicción absoluta de hacerlo cuidando el ambiente, el consumidor y a mi pueblo”.
La historia, resumida, es esta: Ricardo trabajaba en una corporación internacional con muchas responsabilidades y presiones y de pronto sintió que tenía que hacer otra cosa, que necesitaba un cambio. Ahí hizo una tecnicatura en apicultura y le cambió la cabeza: se conectó con la colmena, con la naturaleza, con que era posible bajar el ritmo de vida. Además, por esa época su hermana vivía en Alemania y había una posibilidad de exportar miel a ese país.
Al final eso no sucedió, pero la semilla de la naturaleza, de la producción de alimentos y del trabajar en equipo (como las abejas) ya estaba prosperando. Arrancó, entonces, con una sala de extracción de miel habilitada a la que luego sumó más salas y productos: mermeladas, dulce de leche y, ahora, productos de origen vegetal exclusivamente. Asegura que fueron años duros y que lo siguen siendo, pero está convencido de que las claves son tener claro el objetivo propio y poder disfrutar del proceso.
-¿Qué fue cambiando con los años?
-Sentir cada vez un mayor arraigo y que todas las actividades se hagan con la gente de acá, de Las Heras; creo que eso es un diferencial porque productos ricos y bien hechos hay en todos lados. En cuanto a productos, agregamos lo que nos pedía el consumidor: sanos sin ingredientes artificiales, simples. Luego vimos que se necesitaban sin azúcar y no nos fuimos “a lo light” sino a no agregar azúcar. También fuimos la primera empresa de miel apta para celíacos y tenemos certificación B, que asegura que nuestro trabajo cuida a la gente y al ambiente. Todo eso se ve expresado en paneles solares, eficiencia energética, eficiencia en el uso del agua, tratamiento de residuos. Todo esto nos lleva a ser más conscientes de lo que hacemos.
-¿En qué consiste el dulce vegetal, que no es mermelada?
-Siempre nos decían por qué no hacíamos un producto vegetal rico y que tuviera un diferencial. Ahí empezamos con algo nuevo para nosotros. Contactamos al INTI para que nos ayudara a crear algo que fuera alimento, sin elementos artificiales y donde cada ingrediente tuviera un sentido. El concepto es que cuando vos untas el dulce sobre una galletita, eso es incorporar alimento. Trabajamos con licenciados en nutrición, médicos e ingenieros químicos en un gran circulo virtuoso. Nos llevó dos años por la pandemia y hoy tenemos el orgullo de tener un producto que fue elegido entre los tres desarrollos del INTI 2019/2020. Incluso otros institutos del exterior se mostraron interesados.
-¿Qué es lo más difícil para sobrevivir y seguir produciendo en la Argentina de hoy?
-La coyuntura. Uno como ser humano se equivoca siempre y aprende de los errores, pero creo que lo más difícil es cuando la realidad económica te deja afuera del mercado a pesar de que vos sabés que hacés las cosas bien. Por ejemplo, lo que pasa con la inflación: quedamos cada vez más caros porque nos aumentan los costos y, a la vez, no podemos trasladar esos costos al producto para no perder clientes. Ahí se complica.
En cuanto a por qué las personas le compran a Las Quinas, Ricardo lo atribuye a la transparencia de los procesos de elaboración y a que sus productos son simples y son alimento: “Tienen pocos ingredientes y no hay que ser un genio para leer una etiqueta. Nuestra mermelada tiene fruta y azúcar orgánico y nada más”. Además, la empresa muestras sus procesos en redes y tiene la idea de que la gente los visite.
“Agradecemos a quien nos abre la puerta de su casa comprando nuestros productos. Hay que saber escuchar al consumidor que hoy pide productos naturales y que respeten el ambiente”, remarca.
“Cuando uno compra elige el mundo en el que quiere vivir: es importante entender que cuando se elige un producto ese poder de comprar implica elegir la forma de producir. En nuestro caso, sin usar agroquímicos, ni transgénicos ni ingredientes artificiales”.
La materia prima la compra a productores que salen a buscar y que les recomiendan, por lo general, pequeños productores y de las cercanías. “Nuestro objetivo no es el volumen pero sí vamos incorporando nuevos productores con un concepto de comercio justo y de cercanía y es paradójico porque hablamos de ´comercio justo´ porque no existe. Si no, no hablaríamos de eso”, reflexiona.
“Charlamos con el productor, le pedimos su mejor fruta y llegamos a un acuerdo justo, que nos haga bien a ambas partes… queremos que vendernos a nosotros sea una elección, no que estén atados”.
-¿A qué cree que se debe este interés del consumidor por productos de este tipo?
-Hay mayor preocupación acerca de las producciones que no cuidan el ambiente y, a la vez, mayor interés por lo que comemos, lo que incorporamos a nuestro organismo y un rechazo por ingerir componentes que no nos van a hacer bien. A la vez, creo importante tomar consciencia sobre los alimentos que se desperdician por tonterías, como una manzana más pequeña o una papa con una marca. Tenemos que repensar qué elegimos cuando compramos, repensar si es tan importante que la fruta sea brillosa o perfecta según nuestros parámetros; de esa forma mucha más mercadería ingresaría al circuito de comercialización y hasta los precios serian otros. Pero bueno, los cambios son paso a paso.