La destacada trayectoria de Osvaldo Barsky merece un párrafo aparte: hablamos de un economista con un máster en Sociología Rural que se acaba de jubilar de toda una vida como investigador principal del Conicet. Es consultor de numerosos organismos internacionales, profesor de Historia Agraria del Doctorado de Historia de la Universidad Nacional de La Plata y de la Maestría en Estudios Sociales Agrarios de FLACSO (Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales). Además de director del Centro de Altos Estudios en Educación de la Universidad Abierta Interamericana.
Se trata en definitiva de un intelectual muy capacitado para analizar este gran trauma que son las retenciones para los productores agropecuarios. Mejor dicho, los derechos de exportación, un impuesto aduanero que impacta de lleno en el precio de los granos para el productor local. Está herramienta económica y política, si se quiere, está presente desde mediados del siglo pasado y la han utilizado gobernantes de todo tipo e ideología.
–¿Es posible pensar en eliminar este impuesto tan arraigado en la Argentina?
-En este momento seguro que no. Es absurdo pensar de que hoy pueden desaparecer ya que es una herramienta muy tentadora para mantener o incrementar los ingresos rápidamente. Si Mauricio Macri, que por su ideología estaba en contra, tuvo que volver a poner las retenciones… Ahora en momento de grave crisis y donde los demás impuestos se caerán en la recaudación, es el peor de los contextos posibles para que desaparezcan. Lo que sí, se viene un gran debate. Recuerdo a nuestro actual presidente (Alberto Fernández) al mando de las negociaciones por las retenciones en el 2008, y para él puede ser en vivo y en directo un gran revival de todo eso. Tendrá cuidado con ese conflicto.
Aquí la entrevista completa con Osvaldo Barsky:
-Las retenciones, ¿son una discusión ideológica o de plata?
-Ambas cosas mezcladas. Ahora es por dinero claramente, pero si uno revisa escritos de gente que está hoy en el Gobierno y en la provincia de Buenos Aires, repiten la idea de que las divisas del agro son producto de la renta de la tierra. Sin mirar la reinversión y el recambio tecnológico, siempre lo han visto desde otra concepción. Hay gente que sigue teniendo ese concepto de gran excedente agropecuario.
-¿Usted considera que existe esa renta extraordinaria o ese excedente del agro que lo hace punible para que el Estado intervenga?
-No, no existe tal renta extraordinaria. Lo que hay es un aumento de la producción motivo de la inversión tecnológica que el productor realiza y muchas veces existen subas y excedentes por eso. Y a pesar de todos los avatares durante las últimas décadas con políticas agropecuarias oscilantes, existe una línea de crecimiento en productividad. A la renta hay que juzgarla por tres cosas: el precio internacional, el tipo de cambio y los impuestos. Todavía el precio de los granos se sostiene, lo mismo que los insumos, pero el tipo de cambio y los impuestos te ponen un piso muy importante.
-Por la conjunción de estos tres factores, el impacto de este 33% de retenciones en soja debe ser el más alto de la historia…
-Claro, es muy importante. Pero lo que tendremos que evaluar ahora es el tema de la salida económica ante esta crisis. Va a ser compleja porque tenemos un Estado muy grande que debe distribuir y financiar a jubilados y una masa social con subsidios gigantezca, que por ahora se banca con emisión pero habrá que ver a futuro. Del 2001 se salió con una brutal devaluación y con el inicio de una suba de precios internacionales, y el agro terminó siendo el motor de la recuperación nacional. Ahora habrá que ver si conciben al agro como el único motor que quedó en pie y habrá que hacer una gran alianza estratégica.
-Pero para eso habrá que modular las retenciones buscando no ahogar al motor de la economía que todavía funciona, que es la soja.
-No nos olvidemos que en 2002 el aumento de las retenciones con (Eduardo) Duhalde fue consensuado. Todo el mundo era consciente que subían los precios internacionales, crecían los alimentos en el plano local y aumentaba la pobreza. Ahora claro que la cosa será mucho más aguda, por la desesperación de las autoridades nacionales para obtener recursos por la masa demandante de recursos. Pero es importante que exista un dialogo amplio con todo el sector agroindustrial, para acordar la salida y no ir a un salvajismo.
-Imaginando un escenario distinto al actual, con todo más calmo, ¿no hay herramientas mejores que las retenciones para cobrar impuestos?
_Sí las hay y de hecho se aplican. Como el impuesto a las Ganancias, que es un cobro mucho más razonable y justo. Pero su implementación es mucho más compleja.
-¿El Estado podría recaudar lo mismo que las retenciones cobrando Ganancias?
-Por supuesto habría que subir la escala, como en otros países donde son mucho más altas. Pasa que complican otros impuestos pesados que se fueron sumando. Es difícil que el sector privado soporte tanta cantidad de impuestos.
-¿Qué es lo que no le gusta de las retenciones?
-Que es un impuesto que afecta a la producción en porcentaje, y no tiene nada que ver si al productor le fue bien o perdió, por una contingencia climática por ejemplo. Comparándolo con Ganancias, que es más justo porque no afecta lo producido sino lo ganado. Como impuesto es pésimo. Si además le sumamos el tema del tipo de cambio y la inflación, se termina de complicar todo el panorama. Porque tampoco es que las retenciones bajen el precio de los alimentos, como se decía. Porque además del insumo primario entran todos los gastos de la cadena. En la época de Néstor y Cristina se acordó con los grandes actores fabricantes y distribuidores, afectando al productor primario, que son miles. Pero es más fácil pactar con unos pocos grandes que con miles de productores.
-Por último, ¿no es un contrasentido que sectores progresistas defiendan las retenciones, siendo éstas un impuesto tan regresivo?
-Es que nunca entendieron a la población que vive en el campo y lo siguen viendo como grandes unidades de terratenientes, sin entender el gran entramado productivo que existe. Y desde esa ideología aceptan la retención porque la ven como un castigo al grande. Y esa visión la mantienen muchos periodistas, políticos y hasta universitarios.