El shopping Alto Palermo está ubicado en pleno corazón de Capital Federal. El establecimiento agrícola más cercano está a no menos de 50 kilómetros de distancia, pero en su patio de comidas, y de la forma menos esperada, tiene una parte del campo.
Quien vaya a comer pizza a una de las reconocidas cadenas del shopping probablemente reciba en sus manos una idea que Abdón Zabaleta se trajo de Polonia, y que hoy produce en su propia fábrica: vajilla descartable hecha a base de salvado de trigo.
Ecotown, la firma que fundó junto a su socio Diego Navarro Lynch, fabrica platos y bandejas con residuos del agro, que son 100% biodegradables, comestibles y mucho más verdes y “cool” que los de cartón o plástico.
La idea original, que vieron en Europa, era hacerlo con salvado de trigo. Hoy, ya se abrieron paso a otras opciones y proyectan usar restos de la industria manisera, cascarilla de arroz, residuos de la yerba mate y hasta borra de café. “No es solamente un proyecto agroecológico. Es generación de valor agregado, es desarrollo biotecnológico y es inversión”, explicó Zabaleta, que repasó la historia de su empresa en una entrevista con Bichos de Campo.
Al igual que muchos otros tantos proyectos, el de Ecotown demuestra hasta qué punto se cuela el campo en las entrañas de la ciudad. En parte, lo que hace es replicar la historia de su fundador, que desde el interior también se abrió paso a la metrópoli, justamente, gracias a ese vínculo con el campo.
“Me considero un tipo verde, estuve siempre muy involucrado con la sustentabilidad”, se autodescribe Abdón. Tanto, dice él, que hasta planificó un casamiento ecológico y, tras formarse en Ciencias Económicas, decidió hacer de esa pasión un proyecto de vida.
Fue así como encontró esta vajilla de salvado de trigo en Polonia y, junto a su socio, se propusieron primero importarla para introducirla en el mercado y ver cómo le iba. Ya en ese primer paso, Abdón pudo apoyarse en sus raíces y hacer valer los vínculos que había cosechado en su pueblo natal de Bonifacio, en el distrito bonaerense de Guaminí.
En rigor, uno de sus primeros inversores ángeles fue un grupo de productores congregados en la Regional Guaminí Carhué de Aapresid. “Me contacté con gente que conoce a mi familia de toda la vida, y les conté la idea, ya que involucra al campo de otra manera. Ellos fueron los primeros que me apoyaron”, describió Abdón.
El otro gran salto fue finalmente adquirir la maquinaria en Polonia y empezar a producir acá. Y para ponerla en marcha, una vez más, el interior le tendió una mano al joven empresario.
Esta vez fue Molinos Cañuelas, el gigante de la industria alimenticia que tiene una de sus plantas más grandes en Pigüé. “El gerente regional me dijo ´yo te acompaño y te ayudo en todo lo que esté en mi alcance´”, recordó Zabaleta, que fue así como, desde las primeras toneladas de salvado que le obsequiaron para hacer sus pruebas, hasta el circuito que luego armó con ellos, mantiene un estrecho vínculo desde sus comienzos.
Actualmente, están instalados en el Parque Empresarial Austral, ubicado en Pilar. Allí, en vez de “soplar y hacer botellas”, ellos “prensan y hacen platos”, porque el proceso no usa ni una gota de agua y se hace por termofusión, que compacta los residuos a elevada temperatura y presión.
Como la técnica es estándar, están haciendo pruebas con otros materiales. El próximo lanzamiento será la vajilla a base de cáscara y piel de maní, que les provee la empresa cordobesa Olega.
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¿Cuál es la diferencia, entonces, con otras opciones reciclables? Primero y principal, explica Abdón, es que su vajilla es sustentable en todo el proceso, porque no usa ningún polímero de energía fósil ni tampoco agua en el proceso, a diferencia, por ejemplo, del cartón.
Además, no son sólo reciclables, sino que son “biodegradables de verdad”, dice Abdón, porque se desintegran sin necesidad del compostaje. En condiciones normales, no duran más de 30 días a la intemperie. “Es lo mismo que pasa en el campo, porque es ese residuo de la cosecha pero en otro formato”, señaló el empresario, que igual aclara que eso no quita que sean muy resistentes, pues hasta soportan las altas temperaturas del horno sin problema.
La otra diferencia es en lo que respecta a la experiencia de uso. “Genera mucho impacto cuando se lo tiene en la mano”, aseguró Zabaleta, que considera que la clave está en que el consumidor “no siente que está comiendo en un descartable”.
Por eso es que, además de introducirla en eventos, foodtrucks y puntos de venta de prácticamente todas las provincias, su vajilla también es elegida por gastronómicos de alto nivel.
En eso, juega un papel importante el precio porque, por encima de la ecología, lo que mira cualquier comercio o empresa son los costos. “Nos tomamos el trabajo de cambiar la idea de que si algo es verde o sustentable es caro”, expresó Abdón, que hoy celebra anunciar que planear triplicar la producción para principios del año próximo en vistas de seguir absorbiendo costos fijos y ganar más terreno frente a los productos convencionales.