En 2015, Miguel Taverna, coordinador del Programa Nacional de Lechería de INTA, instaló en la Estación Experimental del INTA Rafaela el primer tambo robotizado del país. En su momento, muchos dijeron que estaba perdiendo el tiempo porque ese sistema jamás lograría implementarse en la Argentina. Sin embargo, bastaron unos pocos años para dar por tierra con ese pronóstico: actualmente existen al menos 160 robots ordeñadores en el mercado local y la tendencia indica que el crecimiento del uso de la tecnología será exponencial.
“A pesar de las muchas restricciones que sufrimos, logramos poner en marcha el proyecto y afortunadamente, luego de seis años podemos decir que se trató de una iniciativa anticipatoria que generó buena parte de la información necesaria para evaluar posteriores inversiones”, comenta Miguel en un artículo publicado por la última edición de la Revista CREA.
El tambo con un sistema voluntario de ordeñe se montó sobre 29 hectáreas del INTA Rafaela, de las cuales 26 corresponden a potreros sobre suelos clase II y III, a partir de un diseño que contempla pastoreo diurno y encierre nocturno durante el período invernal, y pastoreo nocturno y encierre diurno –con adecuada sombra, ventilación y aspersión de agua para refrescar a los animales– durante el período estival.
“Luego de varios años de implementación, la primera gran conclusión del sistema voluntario de ordeñe es su utilidad para revelar el gran potencial presente en la lechería argentina y evidenciar todos los errores que veníamos cometiendo para que eso no se expresara; hoy los resultados nos pegan en la cara”, remarca Miguel
Una vez estabilizada la producción, la pequeña unidad montada en el INTA Rafaela, que cuenta con un solo robot, logró obtener una productividad de 30.000 litros de leche por hectárea por vaca total. “Se trata de una cifra que multiplica por tres y medio o cuatro la productividad promedio de los sistemas lecheros argentinos, a la vez que más que duplica la productividad promedio de las empresas del cuartil superior”, expresa el investigador del INTA.
“Por otra parte, estamos produciendo 2100 kilos de sólidos útiles por hectárea y, si a eso lo afectamos por el costo de alimentación, estamos, en promedio, en 18.000 litros de leche libres del costo de alimentación por hectárea/año/vaca total y 1300 kilos de sólidos útiles libres por hectárea/año/vaca total. Si uno compara esos indicadores con la situación promedio, llega a la conclusión de que, independientemente de la robotización, tenemos como país una potencialidad de crecimiento muy importante”, añade.
Otro aspecto destacable es que el sistema de ordeñe voluntario montado sobre un módulo mixto (pastoreo + encierre) alcanzó una eficiencia de conversión de 1,35 a 1,40 litros por kilo de materia seca consumida. “A nivel nacional este indicador se encuentra en un rango de 0,8 a 1 en sistemas pastoriles o mixtos; se trata de otro aspecto relevante, dado que la alimentación representa casi la mitad del costo total”, apunta.
Si bien, por una cuestión económica, el INTA solo pudo incorporar un robot de ordeñe, cálculos realizados sobre la base de simulaciones muestran que los beneficios del sistema voluntario se potencian con el crecimiento de la escala a partir del incremento de la productividad de la mano de obra. “La bibliografía internacional muestra que estos sistemas se tornan muy competitivos cuando se superan los 400.000 a 450.000 litros de leche por trabajador por año y eso es algo perfectamente factible”, resalta.
El tambo robotizado, además de liberar al personal de tareas operativas, permite realizar un seguimiento en tiempo real del comportamiento, estado y productividad de cada animal presente en el tambo, más allá de cuál sea su escala. Con esa información, la gestión y selección del rodeo lechero podría eficientizarse de manera notable.
En ese sentido, el equipo técnico coordinado por Miguel elabora todos los meses un informe muy completo –que se publica en el sitio de INTA– en el cual se informa la evolución de las variables productivas, sanitarias y reproductivas del módulo presente en Rafaela. “Es fundamental que no se pierdan los datos generados por los tambos robotizados con sistemas voluntarios porque a partir de ellos se pueden generar análisis que permitan producir información útil para el sector”, recomienda.
Por último, el especialista del INTA remarcó que la transición de un sistema convencional a otro voluntario lleva tiempo, y que, por lo tanto, sería ideal disponer de créditos con tasas de interés adecuadas y plazos de al menos cinco años con uno o dos de gracia. “Los créditos accesibles son fundamentales para que la tecnología se pueda masificar. No tengo dudas de que estos sistemas, en manos de empresarios motivados y competentes, pueden generar un crecimiento enorme del valor agregado”, concluye.