A comienzos de los ´90 la realidad argentina y lechera eran muy diferentes, pero los franceses del grupo Savencia se acercaban por primera vez a Sucesores de Alfredo Williner ofreciendo entrar a la empresa. Desde ese momento, el vínculo entre la familia francesa Bongrain y los descendientes de los suizos instalados en Rafaela, provincia de Santa Fe, siempre fue bueno.
Antes de terminar la primera década de este siglo conseguían comprar Santa Rosa, dar el primer paso dentro de Milkaut, para luego quedarse con la totalidad de la entonces cooperativa. Supieron adaptarse a las condiciones de la lechería argentina, aprovechando la productividad y la calidad, pero también amoldándose a lo laboral y sindical, pero sobre todo a las malas condiciones que propone la política con la economía, siendo sólo superada por la capacidad productiva del suelo y los animales.
Sobre la empresa que fabrica los lácteos Ilolay en las últimas décadas fueron muchísimas las versiones de venta, pero nunca eran concretas. Tampoco parecía tan firmes esta vez.
Las familias Williner, Curiotti y Bañón están en la transición a la cuarta generación. Una actividad que no encuentra equilibrio desde hace más de 20 años viene marcando en las industrias la misma inestabilidad que en los tambos, pero con algunos tironeos más que en la producción primaria, con la presión diaria del pago de la materia prima para no perder litros, pero también con la imposición constante de un gremio que conmina toda la actividad a su voluntad, mucho más allá de lo que los propios trabajadores demandan.
La suma de variables para empezar a evaluar otras alternativas no dejó de lado la devaluación, la falta de crédito, la debilidad política y el limbo que tienen las empresas que ya no son pymes, pero que tampoco tienen el resorte de la moneda extranjera.
A principios de 2022 Savencia volvió a tocar la puerta de Williner y comenzó un intercambio de ideas sobre cómo trabajar juntos. Comenzó siendo una iniciativa de alianza estratégica, producción conjunta, que para octubre pasado cuando el rumor de venta se dejó correr estaba en esta instancia, pero luego todas las alternativas planteadas por el marco político-financiero hicieron que la negociación se acelere hasta lo que se conoció hace unos días.
De una participación accionaria que fue la instancia intermedia se definió la venta completa del paquete accionario que se cerró entre el 3 y el 5 de abril, momento en el que se comunicó oficialmente que la tercera empresa láctea del país pasaría al dominio de los franceses, pero con detalles clave. El negocio se basó en brindar tecnología, mano de obra especializada, calidad de producto y marca, a un jugador ambicioso que trabajó mucho en instalarse en el consumo interno y que tiene ventajas diferenciales para el mercado externo.
Así los fabricantes de Milkaut, que ya comenzaron a ordenar el manejo de esta empresa en una etapa inicial funcionará de manera separada de la otra que tiene base a unos kilómetros en el corazón santafesino, escalaron de 600 mil litros diarios a más de dos millones. Son ya los terceros del mercado nacional en un podio que lidera Saputo y lo sigue Mastellone Hnos.
Hay decisiones que no son sencillas, pero la realidad empuja hoy a definiciones en otros momentos impensadas. Las Taperitas SA que es del mismo grupo familiar seguirá siendo el principal proveedor de materia prima, a partir de una quincena de tambos, pero también trabajando en la producción de ganadería de carne y porcinocultura, con inversiones planificadas para seguir apostando al país, generando alimentos y puestos de trabajo.
Los empujones: No es necesario arriesgar el valor de una operación y mucho menos hacer comparaciones internacionales porque si bien Argentina es referente en el sector, el deterioro de los negocios se da cada día. Es entonces obligatorio analizar la combinación de factores que confluyen en los últimos meses para precipitar decisiones como la de esta láctea.
En septiembre con el primer Dólar Soja los costos de producción en los tambos se elevaron y propiciaron una suba del valor de la materia prima que hicieron recobrar un buen ritmo en las liquidaciones que llegó al 7% mensual, cortándose con el llamado del Secretario de Comercio a algunas industrias, pretendiendo que por presión se conseguiría restringir a la inflación, que en el medio también tuvo al Dólar Soja 2 en diciembre.
La sequía restringió la disponibilidad de materia prima y lo hará a lo largo de todo el año, teniendo en cuenta que la comparación interanual de marzo genera un 3,2% menos de leche cruda.
Sin embargo, sobre los datos oficiales que surjen de la Dirección Nacional de Lechería hay que observar otra forma de recortar los precios promedio en el tambo.
En los últimos meses, las empresas liquidan con topes de 4%de ajuste para eludir la amenaza de Matías Tombolini sobre el cierre de exportaciones y bonifican formalmente con notas de crédito el resto del precio. El Sistema Integrado de Gestión de la Lechería Argentina (Siglea) promedia solo las liquidaciones y esto termina afectando algunos acuerdos de precio que tienen tambos y grupos de comercialización, donde se consigna el número mensual del Siglea más un porcentaje.
Ni hablar de todo lo que se negocia en negro, que no se controla y que genera una competencia desleal hacia adentro de la cadena, pero que para muchos es la única forma de seguir en pie.
Los productores terminan perdiendo el ritmo del precio, las empresas se desesperan por no quedarse sin materia prima y mientras tanto siguen sufriendo el tope en las ventas de productos lácteos, que en las últimas horas el Gobierno reconfirmó en 3,2%. Una vez más desde la Secretaría de Agricultura se perjudica a la cadena lechera.
El advenimiento del Dólar Agro, que sólo generará beneficios a lo que queda de soja, tiene tantas exigencias para las “economías regionales” que no conseguirá sumar moneda extranjera como se necesita y mucho menos compensará todas las pérdidas de estos meses.
Lo que significa cerca de un 40% de devaluación termporaria, que podría anticipar el futuro económico nacional, no hace más que aumentar la desigualdad entre quienes pueden vender afuera y los que sólo se quedan adentro. Este puede haber sido el proceso desde la negación que hiciera Bahillo, el anticipo de Massa en Estados Unidos, el anuncio y las aclaraciones, la espera por las diferentes resoluciones y lo que se podrá concretar en realidad.
Particularmente en la lechería, no se resisten más presiones ni exigencias, lo que en un momento pareció ser la oportunidad de conseguir mejores precios para la producción primaria, un poco de oxígeno para la industria y mayor circulación en las heladeras ahora se desvanece por el desconocimiento y desinterés absoluto del Gobierno sobre este sector en particular.
La lechería no tiene representación política, nunca tuvo en este mandato presupuesto, no existió una sola medida positiva para el sector, los funcionarios no conocen la realidad lechera, no evalúan el impacto socio-económico de la actividad de tambos e industrias. Hay un desgano absoluto de reinsertar a Argentina en el mercado internacional, no sólo por incumplir compromisos con la Federación Internacional de Lechería, sino porque de un total de 62.808 toneladas de lácteos vendidas en febrero, por algo más de 247 millones de dólares, se pudieron hacer más del doble de negocios con Brasil, pero se recortaron absolutamente los intercambios comerciales con destinos clave como Argelia, China y Chile, cayendo casi al 10% interanual las exportaciones.
Es por todo esto que la venta de una empresa no sólo marca un hecho histórico para el corazón de la cuenca lechera, que se debilita cada vez más, sino que es el reflejo de la situación de una cadena productiva que no logra hacer pie hace años y que cada día afronta nuevas condiciones adversas.
La debilidad de muchas empresas lácteas en todo el país, de los tambos enclenques que dan pelea contra todo para no salir del sistema productivo, e incluso de los consumidores que se restringen ante cada nueva compra, hacen que el horizonte lechero no sea bueno.
Las crisis de la lechería siempre fueron a la par de los derrumbes políticos y sociales. Que Ilolay sólo termine siendo un buen negocio para fortalecer una estructura industrial y que no nos marque el futuro de una triste historia que sólo encuentra el salvataje en una oportunidad marcada por el optimismo.