Como en los 90, la Argentina importa de todo. Lo que sorprende es que eso también incluya al rubro de las carnes, alimento emblema del país junto con el mate y el tango.
Las primeras luces de alarma surgieron en el sector porcino, luego se conoció el ingreso de carne vacuna y ahora el de carne aviar. En los tres casos, el proveedor es Brasil. Las importaciones de las tres carnes pegaron un salto importante en volumen y en divisas, y ya suman 150 millones de dólares.
El rubro más afectado por esta política libera es de la carne porcina. En lo que va de 2025 entraron 28.000 toneladas, para lo que se gastaron 90 millones de dólares. Esa cantidad de carne representa el 7% de la producción lograda este año, y a este ritmo se espera un total récord cercano a las 60.000 toneladas.
Como si esto fuera poco, también se está facilitando el ingreso de carne vacuna. En lo que va del año entraron 8.000 toneladas, y se gastaron para ello 32 millones de dólares. El volumen de carne ingresada al país es bajo, pero las divisas destinadas representan el 35% de lo que el Estado recaudaría este año por derechos de exportación. Es decir, les sacamos a los productores locales para dárselos a los frigoríficos brasileños.
Finalmente, en el caso de la carne aviar, las importaciones sumaron 10.000 toneladas contra las 2.679 del año pasado. El incremento en volumen fue de casi 300%. En su mayoría son pechugas de pollo, que representan casi el 10% de la oferta que generan las empresas locales.
El año pasado, el valor medio por tonelada fue de 1.500 dólares y este año fue 2.500. La suba en este ítem fue de 67%. Pero como creció mucho el volumen, saltó fuerte la cantidad de divisas utilizadas: se gastaron 27 millones de dólares contra los 3.700 de 2024.
Ese monto no es para nada significativo en las cuentas nacionales, pero sí lo es a nivel simbólico, ya que el Gobierno que libera ese comercio, luego usa el dinero que le entró por el acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (FMI) para pagar deudas. Es decir, deuda más deuda.
Además, es completamente innecesario en función de la producción local, que permite un consumo cercano a los 50 kilos por habitante al año, y que casi empata al de carne vacuna, lo que habla de los altos niveles de producción de las empresas del sector.
El tercer aspecto que llama la atención de todo esto es que, al tiempo que se permite el ingreso de carne aviar, a las empresas locales que quieren exportar les cobran derechos de exportación.
En definitiva: un frigorífico brasileño y un importador local hacen un gran negocio en un mercado que paga buenos precios en dólares, mientras que a las empresas argentinas se les complicó el acceso a los mercados por el atraso cambiario que hubo en los últimos meses, y los demás problemas de competitividad que tiene la economía argentina.
Pero como eso no alcanza, les retienen parte de lo que cobran cuando exportan: 6,75% antes de la exposición rural de Palermo, y luego 5% del valor bruto de cada embarque.
Esa baja tuvo gusto a poco. El sector avícola exportó este año por 100 millones de dólares, por lo que el Estado se quedó con 6,75 millones de dólares. Para sus cuentas es nada y para las empresas es mucho. Además usó otros 27 millones para importar carne de Brasil, el país más productivo y competitivo en producción de carnes del mundo, que no necesita ni un poquito de ayuda.