Se llama Ernst Loop pero se presenta como Ernesto y, aunque maneja muy bien el español, se siente mucho más cómodo con el inglés. Por eso, cuando Bichos de Campo lo vio parado tomando la clásica cerveza argentina -en el evento organizado por Quilmes- la pregunta disparadora fue sencilla: “What are you doing here?” (¿Qué estás haciendo acá?).
El agrónomo alemán asistió a la presentación de las nuevas variedades de cebada cervecera en Tres Arroyos porque fue parte de ese proceso. Tras su paso por España, hace ya 14 años que integra el equipo de desarrollo de Breun Seed, una firma de su país de origen que se dedica a lanzar y comercializar genética tanto de trigo como de ese cereal.
Y siempre que puede, visita Argentina, no sólo para hacer negocios sino porque no deja de sorprenderse con la forma en que aquí se investiga y produce. “Como en ninguna otra parte del mundo”, asegura.

En el centro de investigación que la Cervecería y Maltería Quilmes tiene montado en Tres Arroyos, esta semana la firma anunció oficialmente el lanzamiento de dos nuevas variedades de cebada cervecera adaptadas a los diferentes climas del territorio bonaerense.
Ese desarrollo, que pudo conocer de cerca este medio, demoró unos 12 años, pues cada proceso de mejoramiento tiene largas etapas y estrictos estándares que cumplir. En ese trabajo continuo, los investigadores suelen trabajar con organismos públicos, como el INTA, y celebrar también acuerdos con privados, como la firma alemana.
En todo caso, el objetivo es el mismo: aportar líneas experimentales y compartir tecnología, conocimientos y avances en los ensayos.
Pese a ser el encargado de facilitar ese intercambio también en Estados Unidos y Nueva Zelanda, Ernst considera que lo que se hace aquí, en Argentina, es único. “En Alemania hay institutos oficiales que prueban variedades también, pero suelen hacerlo sólo por dos años y con pocos ensayos. Acá el trabajo es más intensivo”, destacó.
Particularmente, lo que llama la atención al agrónomo alemán es cómo -en el particular caso de la cebada cervecera, que es en el sector donde ha aportado su firma- los ensayos se hacen contemplando diferentes fechas de siembra, distintos climas y formas alternativas de manejo. Ese método de estudio, asegura, difícilmente se ve en muchas otras partes del mundo.

Las diferencias climáticas con Alemania no le permiten a Breun introducir mucha genética en el país, pero sí echar mano en la investigación. En el caso de la cebada, de forma oficial, sólo una de sus variedades, Fátima, es comercializada en estas latitudes.
No así su trigo, ya que, explicó Ernst, “no es bueno para estos suelos porque es de ciclo largo”. En cultivos de invierno, el modelo productivo argentino suele trabajar con períodos mucho menos extensos.
Más allá de esas diferencias genéticas, lo cierto es que en el país europeo también se libran debates sobre el uso de patentes en cultivos vegetales, muy similares a los que hay en Argentina hace ya varios años. Sin embargo, también en ese aspecto el agrónomo alemán considera que pueden aprender de Argentina.
Con su reciente incorporación al sistema Sembrá Evolución, Quilmes busca dotar de cierto respaldo a su inversión en desarrollo tecnológico, que se sabe es muy costosa y no cuenta con un marco legal a nivel nacional.
Pero, en paralelo, hace ya varios años que la firma establece acuerdos con productores -o entidades que los nucleen- en los que, a cambio de que compren y siembren su propia cebada cervecera, se compromete a absorber su producción. Esa obligatoriedad, suscrita por contrato, es un sistema que a Ernst le gustaría ver en su país natal.
“Que deban usar esas semillas, y no las propias, ayuda a evitar problemas de enfermedades o de pérdida de pureza y calidad”, aseguró el productor.

Al ser autógama, como el trigo, la soja, la avena y muchos otros cultivos, los productores podrían sembrar con granos que guardan de campañas anteriores, pero ese derecho al “uso propio” no está permitido en acuerdos como el que establece la compañía cervecera en suelos bonaerenses.
“En mi país eso no está tan claro. En el oeste hay agricultores pequeños que usan su propia cosecha para sembrar porque no tienen tantos recursos, mientras en el este hay grandes establecimientos que trabajan directamente con las malterías y compran semillas certificadas”, describió el experto extranjero, que prometió, como cada año, volver al país a encontrar más razones con las cuales sorprenderse.




