Siguiendo adelante con sus esfuerzos para poder explicar la causa detrás de la elevada mortandad de bovinos, ovinos y equinos que se registra por estos días en distintos campos de la provincia de Buenos Aires –cuyo principal sospechoso hasta el momento es el pequeño escarabajo apodado 7 de Oro o Astylus atromaculatuses, que hasta ameritó una alerta sanitaria-, el INTA Balcarce comenzará en breve una nueva fase de su investigación que contempla la inoculación experimental de animales con el insecto señalado, para intentar reproducir-y confirmar- el cuadro clínico de intoxicación registrado por distintos productores.
En palabras más sencillas, los especialistas le darán de comer a un grupo de animales de control raciones de alimento que contengan este insecto, para estudiar si se producen las mismas lesiones gastrointestinales que se constataron durante las distintas necropsias realizadas en animales muertos a campo. Esto sería clave para determinar qué grado de responsabilidad tiene el 7 de Oro en este caos generalizado.
“El objetivo es reproducir lo que dice la bibliografía y hacer algo similar a lo que se hizo en Sudáfrica hace más de 40 años. El único reporte que se tiene de una situación similar data de la década de 1970, en ese país africano, donde se hizo un ensayo similar al detectar la presencia de este insecto que no era nativo de allí, sino que es de Sudamérica. En esa oportunidad se realizó la inoculación del insecto y se reprodujo el cuadro”, explicó a Bichos de Campo Germán Cantón, veterinario e integrante del Servicio de Diagnóstico Veterinario Especializado (SDVE) del INTA Balcarce.
Hasta ahora muchos han apuntado contra la toxina cantaridina, que sería capaz de producir cuadros de intoxicación de esta magnitud. Sin embargo por ahora no se ha demostrado que la misma sea producida por el 7 de Oro y desde el INTA indicaron que aún no está puesta a punto la técnica para medir dicha toxina.
“Por el momento no se puede suministrar directamente el principio toxico sino que se dará el insecto completo a animal y se analizarán los efectos”, detalló Cantón.
Los investigadores comenzaron además a trabajar en forma conjunta con especialistas del área de Zoología de esa experimental, además de otros de la Facultad de Ciencias Agrarias de la Universidad Nacional de Mar del Plata, para conocer más detalles del insecto.
“Se sabe de su ciclo pero nunca se lo siguió demasiado ni se pensaron estrategias para su control, porque no es nocivo desde el punto de vista agronómico. Normalmente lo que se menciona es que después de un periodo de permanencia, a las semanas la población empieza a bajar”, aseguró Cantón.
-¿Qué opinión le merece esta nueva hipótesis que circuló sobre la posibilidad de que otro insecto sea el responsable?- le preguntamos.
-Por lo poco que se ha estudiado este insecto, hasta ahora no se ha podido corroborar que produzca cantaridina, que es un principio toxico que sí producen otros insectos, entre ellos el Uriburu y la familia a la que pertenece. El Astylus atromaculatuses es de otra familia distinta y no se ha podido corroborar que ellos produzcan cantaridina. Lo que pasa también es que el Uriburu no se ha podido detectar en las alfalfas que produjeron cuadros de intoxicación hasta ahora. Lo que sí está en abundancia es el 7 de Oro y hay un trabajo previo de hace muchos años donde se corroboraron lesiones muy similares a las provocadas por cantaridina, y se dejaba entrever que si no era esa podía ser otra la toxina. De ahí que haya dos hipótesis distintas.
-Se dijo que un solo Uriburu podía matar a un animal. ¿Qué se sabe de la potencia de la cantaridina?
-Sí, esa toxina es una muy potente que puede producir cuadros clínicos graves. Depende siempre de la dosis que se ingiera. Que esté enmascarada la presencia del Uriburu por la gran cantidad que se observa del 7 de Oro es algo que no se ha podido constatar. No se ha observado en abundancia el Uriburu. Eso es por ahí lo que llama un poco la atención.
-¿Ustedes deben primero identificar la toxina en el tracto de los animales o el primer paso es tratar de dar con el insecto responsable?
-La toxina se puede llegar a identificar en el contenido ruminal, que es la primera cavidad a la que llega el insecto una vez que el animal lo ingiere. El rumen es el primer lugar donde tiene asiento. Por eso, por lo pronto, estamos conservando contenido ruminal de animales muertos por sospecha de 7 de Oro, para luego analizar la presencia de cantaridina ahí. En todos los casos se ha constatado que en dicho contenido el insecto está a simple vista. Eso confirma que lo consumieron. Y luego están las lesiones consistentes con esta intoxicación que se constataron por histopatología.
-¿Cuál es el paso siguiente?
-Lo que se viene ahora es la inoculación experimental de animales con el insecto. Después, el paso siguiente será ver si es cantaridina o si es otra sustancia tóxica.
-¿Siguen sosteniendo que el porcentaje de afectación de los rodeos ronda el 10% o se ha constatado que ese porcentaje está en aumento?
-Es variable de acuerdo a la cantidad que haya. En los primeros casos la cantidad de insectos que había era muy alta y estas toxinas dependen de la dosis y del tamaño de los animales. No queremos generar paranoia con esto, no hay que volverse loco al detectar uno de estos insectos que son tan comunes. Tiene que haber una infestación importante para que llegue a darse un cuadro clínico.
-¿Notan una escalada en la cantidad de casos?
-Seguimos teniendo consultas. Esta semana ha habido más y seguimos teniendo episodios donde se han confirmado lesiones similares y la presencia del insecto. Con el correr del tiempo también ha comenzado a llover en algunas zonas entonces quizás eso cambia algo. Es una cuestión del día a día. Con el paso de las semanas posiblemente el insecto vaya desapareciendo por el ciclo de vida que tiene también.