En una superficie de 4,5 hectáreas al norte de Mendoza -en el departamento de Lavalle- se ubica Finca Cosmos, una empresa familiar que cultiva e industrializa productos según los principios de la agricultura biodinámica.
Y aquí me quiero detener un ratito.
Para una definición apretada de biodinámica basta con googlear. Pero eso no alcanza para entenderla en profundidad (que es la única forma en que se puede entender esta forma de vivir/producir), así que empiezo con una de las definiciones que todos los entrevistados me han mencionado a lo largo de las notas de biodinámica. Arranco con las relaciones sociales (¿pensaron que iba a hablar de los famosos preparados?, pues no) y sobre este tema Laura Manzano me explica lo que sigue.
“Al trabajar con fuerzas, es importante que el equipo de colaboradores y colaboradoras estén en sintonía con la esencia de la finca porque los conflictos entre las personas y las fuerzas contrapuestas se manifiestas en la producción, y la armonía hace que las cosas florezcan. Eso significa darle tiempo y espacio al equipo; en nuestro caso es un orgullo que en cuatro hectáreas y media trabajemos en forma armoniosa 7 personas”.
Otro dato importante relacionado con lo social es que desde hace 5 años Finca Cosmos, junto a otros 8 agricultores, han formado un Sistema Participativo de Garantía (SPG) donde mediante encuentros mensuales (rotando por las fincas) se apoyan para optimizar las labores biodinámicas. Es un sistema de certificación “sin certificadora”, que reemplaza el control por la confianza. ¿Qué tal? ¿Suena bien? ¿O despierta resquemores porque hace rato que la palabra no vale lo que valía? El SPG está avalado por la Asociación para la Agricultura biodinámica de Argentina.
Sigamos ahora con la historia productiva. La finca cobró vida 20 años atrás, cuando Laura visitó una huerta biodinámica en Villa General Belgrano, Córdoba, y decidió empezar a andar este camino. Ella ya vivía en el predio, que era de su abuelo, pero sin realizar producción. Sin embargo, cuando volvió de ese viaje en su corazón estaba la decisión de producir, al menos para autoabastecimiento, en un terreno de 2.500 metros cuadrados. Hoy, y desde hace 8 años con la llegada de Raimundo, su compañero, transformaron el lugar en un proyecto que los sustenta en lo económico sin abandonar la idea original de producción diversificada, industrialización y generación de empleo.
Actualmente tienen una bodega artesanal con capacidad para 12.000 litros de vino anuales que producen con uvas propias (2 hectáreas) y “levaduras indígenas”. Las variedades de uva son criollas (criolla grande, criolla chica, cereza, Pedro Giménez, Torrontés), Bonarda y Syrah. “Las uvas criollas son una apuesta sobre todo de quienes estamos comprometidos con elaborar vinos naturales, donde se intenta rescatar desde una perspectiva histórica y cultural las variedades que se originaron en nuestras tierras a partir del cruzamiento con las que trajeron los españoles”, describe.
“Es decir, son variedades que nacieron acá y no existían en otro lugar del mundo. Eso hace que expresen como ninguna el terruño, que es la compleja síntesis de suelo, clima, cultura y relaciones sociales que se dan en un determinado lugar. Ese terruño, a nuestro entender (y siempre respetuosos de otras miradas), es posible expresarlo con la elaboración de vino con levaduras indígenas que son las que están en los mismos granos, en esa película cerosa que cubre la piel de la uva. La vitivinicultura más convencional elimina esas levaduras y le agrega ´levaduras seleccionadas´ que vienen en polvo y hay que activarlas. Nosotros utilizamos las indígenas que son las que ya están en nuestro viñedo”.
Otra de las producciones se vincula a la cosmética natural con champúes, acondicionadores, cremas y jabones, entre otras opciones. Luego de mucho trabajo construyeron un laboratorio donde elaboran a partir de la extracción de los principios activos de plantas que cultivan en la finca y, además, tienen una sala para elaboración de dulce de membrillo de su propio monte frutal (un cuarto de hectárea), jugo de uva con el método de extracción por vapor, tomate triturado y mermeladas. Hace un año realizaron un convenio para una empresa liderada por mujeres en Córdoba que elabora un probiótico, alimento bebible para fortalecer la flora intestinal.
A esta empresa le proveen doce tipos de hierbas según una idea poco convencional: se trata de “economía fraterna y del aprecio”: “Aprecio, por un lado, como una forma de apreciar la producción desde lo sensible y por otro para no poner precio al producto en sí, sino que valorar el trabajo de Cosmos”, explica Laura.
“Este tipo de economía fraterna se da mucho en Brasil y en granjas de Europa, donde se sale de la idea de precio por kilo de un producto. Nosotros no cotizamos ´kilos´ de romero o de cedrón sino que realizamos un presupuesto anual teniendo en cuenta cuánto nos cuesta a nosotros producir esas hierbas sumando trabajo, electricidad, insumos, etc. y todo ese esfuerzo lo dividimos en 12 meses y nos pagan mensualmente a cambio de que produzcamos todo el año. Así, se valoriza todo el trabajo que hacemos para producir esas hierbas”.
“La idea de las tinturas madres y de la cosmética estaba desde el principio del proyecto. Yo soy hija de productores, pero el sueño de mis padres era que estudiara y me dedicara a otra cosa, así que recibí de Administradora de Empresas en la Universidad nacional de Cuyo”, cuenta Laura. “Pero pude hacer un cambio en mi vida y dedicarme a lo que realmente me apasiona que es la agricultura y el cuidado de la naturaleza. El estudio de la agricultura biodinámica te da elementos para entender la esencia de las plantas, y todas las propiedades que tienen como alimento/medicina”.
Fue así que comenzó a elaborar productos de cosmética natural en la cocina de su casa y luego construyeron un lugar en la huerta con quincho, techo vivo autoportante y botellas de vidrio que formaban figuras. Durante la pandemia realizó un postgrado virtual en la Facultad de Farmacia de la UBA, que fue un gran complemento para poner en valor años de estudio y observación en terreno. Mientras cursaba comprendió que para avanzar tenían que construir un laboratorio formal y hoy cuentan con ese espacio que tiene habilitación municipal y esperan tener la provincial y nacional, aunque lleva mucho tiempo debido a la burocracia.
En cuanto a la producción en sí, Laura sostiene: “En la agricultura biodinámica existe un concepto interesante que es ‘el organismo agrícola´, donde una finca es más sana cuanto menos insumos se traigan de afuera, por lo tanto la presencia animal es muy importante en ese organismo. Por un lado y desde la perspectiva material aportan el guano, que es la base del compost y la fertilización de finca, pero en la biodinámica no solo se trabaja con materia sino que el principal trabajo del agricultor y agricultora es guiar las fuerzas presentes en el cosmos, en la tierra y en los seres de la naturaleza en función de la producción de alimentos vivos y con fuerza vital. Nuestro desafío como agricultores es poder leer el ´entrelíneas´ de la naturaleza y buscar el equilibrio en todo momento del espacio agrícola y el nuestro”.
Con las ovejas realizan pastoreo rotativo en el viñedo y también tienen un caballo, gallinas, gansos, patos y conejos. Tan importantes son los animales en la vida cotidiana de la finca que cuando hicieron las etiquetas de los vinos, contaron la historia de cada uno de ellos: La mocha, que es la oveja más rebelde del rebaño; Melisa, la vaca que un día descubrió que era vaca; Goyo, el viejo gallo rudo, y así.
Los clientes de Finca Cosmos son muy variados, desde redes de comercio justo en Buenos Aires hasta almacenes naturales en Mendoza, Rosario, Buenos Aires y Córdoba. Los vinos tienen también su camino comercial en vinotecas especializadas en esta tendencia que crece que son los “vinos naturales”. El año pasado pudieron exportar a Brasil y a Holanda. También tienen una tienda en la finca, donde ofrecen toda su producción dado que pertenecen a la Red de Turismo Rural de la zona y realizan visitas guiadas con degustación de vinos y dulces, y actividades vinculadas tanto a la producción agropecuaria como a la naturaleza.
“La producción biodinámica es la única forma de agricultura que concibo y estoy convencida de que nuestra finca puede ser inspiradora de otros proyectos, no lo digo en tono de superioridad sino porque me interesa que haya muchas más producciones biodinámicas, necesitamos más alimentos llenos de fuerzas vitales”, enfatiza Laura.
“La semana coseche consueldas para hacer una pomada que es increíble para dolores musculares y articulares, y me encontré sorprendida por la estructura y vida del suelo. Vivimos en zona desértica con suelos arcillosos de estructura compacta, así que este cambio se debe en gran parte al trabajo sutil y rítmico de los preparados biodinámicos. Creo que cada vez hay más consciencia sobre la naturaleza, su cuidado y la alimentación; ahora es tiempo de involucrarse con los agricultores y cosas maravillosas pueden suceder a partir de esos vínculos”.