Cada vez más se escucha hablar de agricultura o ganadería regenerativa. Presentadas como modelos innovadores se enfocan en la salud del suelo, de plantas y animales, y en la diversidad de especies presentes en los sistemas agropecuarios, promoviendo la reducción de laboreos, las coberturas vegetales y rotación de pastoreos, la disminución de insumos de síntesis química, y un sinfín de prácticas que intentan desmarcarse de la actividad agropecuaria convencional.
¿Pero qué es la apicultura regenerativa y qué particularidades tiene? Para responder a esta pregunta recurrimos a la página oficial de la Sociedad Argentina de Apicultores (SADA), sin hallar información concreta sobre este enfoque que, de a poco, va teniendo más adeptos.

No conformes, consultamos al investigador Facundo Moreno, del INTA IPAF NOA, quien nos aclara que “en Argentina hay muy poco material donde estén plasmados los posicionamientos de la apicultura regenerativa”.
El investigador plantea que “el impulso está viniendo de Chile, donde existe una Asociación Chilena y una Escuela de Apicultura Natural Regenerativa. En nuestro país hay una diplomatura en agricultura regenerativa que empezó a incorporar a la apicultura y convocan al chileno Emanuel Canales, promotor de este enfoque. Entonces en Argentina hay poco y nada. La apicultura regenerativa comparte muchos principios con los preceptos agroecológicos”.

¿Y cuáles son esos principios? Resultan ser 6, a los que se suman 11 criterios de manejo, según el manual “Emprendimientos Apícolas Agroecológicos” donde Canales le dedica un capítulo a la Apicultura Natural Regenerativa, sosteniendo que “trabaja no sólo sobre la colmena sino sobre todo el ecosistema que la sostiene, poniendo énfasis en la salud y vida del suelo, debido a que es la calidad nutritiva de las plantas, determinada por la microbiología del suelo, la principal responsable de la salud y bienestar de las abejas melíferas y otros insectos polinizadores”.
Los principios son: Conocer y respetar los patrones de comportamiento y ciclos naturales de Apis mellifera; Comprender a las abejas en su contexto ecosistémico; No atacar a las colmenas con productos químicos ni alimentos artificiales; Promover la poli productividad y equilibrio en las cosechas; Realizar intervenciones en base a la observación; Co-crear nuevas economías, circuitos cortos y precios justos.

“Es fundamental tener esa conexión entre el suelo, las plantas y las abejas, que todo esté sano. Además, hay que aumentar la biodiversidad y regenerar la vida del suelo. Pero también hablamos de apicultura regenerativa cuando se le devuelve a la colmena un montón de factores que fue perdiendo por la selección artificial, entre ellos la capacidad de autorreproducirse, es decir que puedan hacer sus propias reinas, que tengan la capacidad de formar su enjambrazón, que es la fuerza vital de la abeja, respetar los ciclos naturales, es decir, multiplicar las colmenas en el momento adecuado, manejar los espacios para acompañar los crecimientos poblacional de las colmenas, cosechar la miel cuando hay en abundancia, entre tantas otras prácticas. No solo se debe regenerar el ambiente, el suelo, sino también regenerar a la propia abeja y colmena”, concluye este investigador del INTA.
Sabiendo esto fuimos a conversar con Cecilia Mercado, una productora apícola de la provincia de Salta. “La producción que hacemos es familiar, con crianza de animales, con diversos cultivos, donde la mayoría del espacio productivo es arrendado”, comienza presentándose Cecilia, quien hace 8 años lleva adelante, junto con su marido, este emprendimiento rural.
Ubicado en la zona conocida como “Gallinato” en La Caldera (Salta), el emprendimiento incorporó a la apicultura hace algo más que un lustro, sumando un segundo apiario en la zona de Calderilla.

“Nosotros definimos nuestro trabajo como una apicultura regenerativa. Si bien al principio hicimos ciertas acciones de lo que se puede llamar apicultura tradicional, el cambio se dio a partir de acceder a información, mucha de ella proporcionada por una técnica de la ex Subsecretaría de Agricultura Familiar, Anahí Saravia, quien además nos invitó a cursos gratuitos del INTA y de la UNSA”, introduce Cecilia.
Y agrega: “Pero, además, fue clave el impulso de sostener nuestro posicionamiento ideológico respecto de cómo trabajar el campo de manera respetuosa hacia la naturaleza. Así fue como fuimos virando hacia un trabajo de apicultura regenerativa”.
“Esto generó, primordialmente, no hacer alimentación con jarabe de glucosa, o sea, con jarabe hecho con azúcar común”, puntualiza.
Cecilia menciona una práctica habitual de la apicultura tradicional mediante la cual se extrae un máximo de miel, dejando lo indispensable para que la colmena pase el invierno, suplementando luego con jarabe. “Las abejas no consumen el tipo de azúcar que nosotros consumimos”, prosigue comentando la apicultora, “esto es una forma muy invasiva de trabajar la colmena, ya que puede producir enfermedades y alterar la forma natural que tienen de procesar el alimento, como nos pasa a los seres humanos con los productos refinados o ultra procesados”.
Retomando el punto de la extracción de la miel Cecilia reflexiona: “Hay que poder pensar que el alimento que se les deje sea el suficiente como para no tener que hacer una alimentación de jarabe constante, ni en el invierno, ni en la primavera, si esta fuera muy seca y no hubiera floración, como sucede a veces en el Valle de Lerma”.
“Esa decisión va a tener un impacto económico claro, ya que vas a tener un poco menos de miel para vender durante el invierno, que es el momento en que la gente más la consume. Con más colmenas, quizás, uno llegue bien al invierno con la producción esperada y puedas manejar mejor el tema de la alimentación de las colmenas. Es todo un proceso que hay que transitar para llegar a ello”, aclara.

Según el INTA, tres de cada cuatro cultivos dependen de los polinizadores como las abejas y advierten sobre el riesgo alimenticio ante su ausencia. “Sin ellas habría un 80% de alimentos que nos perderíamos, desde las lechugas, los tomates, hasta frutas como la manzana o frutas más exóticas. Las abejas son las encargadas de hacer ese trabajo que es irreemplazable. La presencia de las abejas en el mundo, en sí mismo, es un impacto totalmente positivo”, explica apasionadamente Mercado.
“Cuando uno empieza a criar abejas y tener apiarios, lo que buscas en tu entorno primero es cuidar el monte nativo porque no solo la mejor miel sale de allí, sino que es el mejor alimento para ellas. Si haces siembra, como en nuestro caso, en una parte del campo hay que sembrar variedades con flores melíferas. Entonces es como un círculo, ellas nos hacen un gran servicio en la polinización y, si nosotros cuidamos el monte y reproducimos plantas melíferas, les hacemos un servicio a ellas. Con este sentido llevamos adelante la tarea apícola”.

Consultada sobre las problemáticas de la producción apícola de la zona, Cecilia sostiene que la principal es la comercialización. “Para poder hacer un salto de escala en las ventas necesitas una serie de requerimientos que tienen que ver con las salas de extracciones habilitadas que a veces no están cerca o no son accesibles. En Salta existe ese requisito que no todos lo pueden alcanzar, obligando a los productores más pequeños, a circuitos artesanales que son muy buenos, pero también limitantes. A los pequeños productores, aun cuando nos juntáramos para tener salas de extracción comunitarias, la inversión es tan grande que es muy difícil”.
Al igual que con otras producciones regionales, los que cuentan con capital suficiente para industrializarse son aquellos que corren con ventaja, pudiendo acceder a habilitaciones comerciales que les permiten manejar los mercados, tanto el de los consumidores como el de los otros productores.
“Las grandes marcas terminan comprando miel a todos los pequeños productores a bajo precio, lo que se convierte como en un círculo vicioso porque vos no podes acceder a salas habilitadas para tener un producto con el registro que te pide Senasa, tampoco podes tener, por la cantidad de inversión, a tener tu propia sala, aunque sea de a muchos, y al final terminas vendiendo tu miel a alguien que la revende con su propia marca”.
Y prosigue, “aquí, terminas compitiendo con el precio de una miel traída de Santiago del Estero o de Córdoba, muchísimo más barata, que además la está revendiendo alguien que la compró a más bajo precio a un productor de esa zona. Es bien complejo el tema y tampoco hay una política estatal que quiera beneficiar a los pequeños productores. En este momento la comercialización de la miel y del propóleo lo llevamos adelante de manera autónoma a través de redes y del espacio del Mercado Vaquereño”.
En la conversación con Cecilia, ella va contando, generosamente, anécdotas, experiencias y aprendizajes que bien le podrían servir a quienes producen o quieren iniciarse en el camino de la apicultura regenerativa. De todas las recomendaciones Cecilia plantea dos fundamentales. La primera es definir bien el acceso al apiario, debe ser fácil llegar para asegurar un buen manejo sin riesgos. La segunda, es tener un buen diálogo con los dueños de los campos vecinos en caso de que haya fumigaciones.
“La contracara del cuidado del monte nativo y de la apicultura, es la fumigación, que es una práctica, desgraciadamente, súper constante y promovida en la agricultura. Mantener un buen diálogo para que tengan la delicadeza de avisarte cuando van a fumigar, y que uno pueda cerrar la piquera, que es la entradita de cada colmena, es lo mínimo. Una fumigación a 100 metros te puede matar prácticamente todo el apiario”, alerta esta entusiasta productora apícola de Salta.
Al igual que con Bichos de Campo, seguramente Cecilia Mercado compartirá, con quien la contacte o pase a conversar con ella, todos sus aprendizajes y opiniones sobre la apicultura regenerativa y sobre las implicancias de vivir y producir en las proximidades de la ciudad de Salta.





