El sector agropecuario, como tantas otras actividades productivas y económicas, emite gases de efecto invernadero (GEI), lo que ha venido ganando espacio en la agenda pública con el paso de los años.
Eso derivó en la preocupación sobre la cantidad emitida primero, lo que se llamó la “huella de carbono” de cada actividad, pero ahora está dejando su lugar al concepto de “balance de carbono”, que implica medir también lo que se recaptura del ambiente, para hacer cuentas entre el debe y el haber.
“A la agricultura se la venís culpando de ser solo emisora, pero en los últimos años esto se tiende a revertir por la actividad fotosintética, por la captura radicular de las plantas o actividades combinadas en el campo. Entonces (la agricultura) pasa a ser una solución a la mitigación del cambio climático, porque tiene la capacidad de revertir su cuenta”, señaló Sabine Papendieck, coordinadora del Programa Argentino de Carbono Neutro.
Mirá la entrevista a Sabine Papendieck:
En una primera instancia, lo que se busca con esta iniciativa privada, que es impulsada por las diferentes Bolsas de Cereales de todo el país, es “desarrollar manuales de cálculo del balance de carbono con metodología internacional ya estandarizada. Eso permite a su vez aplicar la receta con valores nacionales y no con prácticas importadas”, explicó Sabine.
De lograr ese objetivo se podría obtener la foto del balance en diferentes actividades. Por ahora se trabaja en lo que pasa con las oleaginosas, es decir, en los diferentes eslabones de la cadena de la soja (la producción del poroto, del aceite y también del biodiésel) y también con la cadena del girasol.
Así se podrían determinar las culpas pero también los méritos de cada empresa y de cada producto. Y en consecuencia se podría también certificar el balance antes los mercados internacionales, lo que según Papendieck será una exigencia de los mercados internacionales.
¿Y cómo hacer para tener un balance neutro o positivo?
La especialista dijo que el Programa busca generar un Manual de Buenas Prácticas que permita sacar el cálculo para luego retroalimentarlo con casos testigos y a su vez “identificar en aquellos puntos en los que podes mejorar el cálculo implementando buenas medidas que ya utilizan los competidores”.
“Así se llegaría al mejor resultado que puede ser o no la neutralidad, avanzar a la compensación e incluso algunos pueden ofrecer bonos porque secuestran más de lo que emiten”, dijo Papendieck. En ese punto, ya estariamos hablando de un mercado de bonos de carbono. De allí también el interés de las bolsas en este asunto.
La coordinadora del proyecto Carbono Neutro señaló que en el mundo ya funciona un mercado entre empresas que tienen balance positivo y negativo. El resultado de esa cuenta será cada vez más “una condición de acceso a mercados que va a figurar en los contrato de compra”, lo que puede generar premios o castigos en el precio. Por ejemplo, una aceitera podría exigir al productor que su soja provenga de un campo con balance neutro.
Papendieck agregó que la foto del sector oleaginosas estaría lista para febrero y agregó que “es importante “subrayar que el programa prevé sellos. Uno de esos sellos será de membresía. Otro es de balance, que se entrega cuando la empresa implementa el manual de buenas prácticas y alcanza su cálculo de carbono positivo o negativo. Un tercero sello será de neutralidad, que sería cuando alcanza el tan aspirado cero. Es decir la neutralidad.
Sabine además resaltó que la Argentina debe ya comunicar a los mercados internacionales que compran sus productos que se está trabajando en el tema. Para poder transmitir este mensaje, el Programa acaba de firmar un acuerdo con la Agencia Nacional de Inversiones y Comercio Internacional, que utilizará este argumento y comunicará los progresos del proyecto.