Reabrió La Foresta. Y lo que para algunos es una buena noticia paro otros es un baldazo de agua fría.
Una reciente nota de BAE Negocios abordó la parte supuestamente positiva de la noticia. “Reabre el matadero y frigorífico-cooperativa La Foresta, que estuvo clausurado desde abril del año pasado. Fundado en 1957, en Virrey del Pino (partido de La Matanza), le trasladó su nombre al barrio. En 1999 la empresa quebró y el juez y el síndico se lo alquilaron a otras firmas, hasta que en 2005 se convirtió en una empresa recuperada. Ahora dará trabajo a 120 personas”.
¿Cómo no estar felices de que 120 personas recuperen el trabajo?
Pero hay gente que no está feliz y tiene sus argumentos. Son empresarios frigoríficos que tallan fuerte en el conurbano y que no creen en el sueño de la empresa recuperada ni es cliché de los sufridos obreros que lograron volver al trabajo tras organizarse como una cooperativa. Por el contrario, denuncian que detrás de esta “empresa de la economía social” se esconde una de las nuevas y más frecuentes formas de evadir en el negocio de la carne. Y que la famosa cooperativa es simplemente una pantalla de algunos matarifes para no pagar aportes patronales y otros impuestos.
¿Será? Que el árbol no nos tape La Foresta.
Se escuchan tambores de guerra en el conurbano. Frente a la reapertura de esta planta de faena, la Cámara Argentina de la Industria Frigorífica (CADIF) reclamó a las autoridades que no se duerman en los laureles de la buena noticia y estén muy atentos para evitar que “el uso de las cooperativas a modo de pantallas armadas para cometer el delito de fraude laboral”, que es lo que sospechan sucede en esta caso.
Ver Cerraron el frigorífico de Samid y a varias cooperativas de faena
En plata, que es lo importante en estos casos, “a las empresas regulares un trabajador promedio le cuesta no menos de 75.000 pesos por mes, mientras que con formato cooperativista falso ese mismo trabajador -al operador marginal – le cuesta menos de 25.000 pesos mensuales”. Eso explicaría varias cosas, en especial la furia de muchos frigoríficos que . ven detrás de esta reapertura de La Foresta el rebrote de la competencia desleal.
No es una batalla novedosa. Es el resurgir de una guerra entre frigoríficos y cooperativas de trabajo que ya tuvo varios capítulos, especialmente a partir de 2016, cuando el gobierno de Mauricio Macri estableció nuevas reglas de juego para formalizar a los operadores del negocio de la carne, mediante un sistema de anticipos impositivos (IVA e Ingresos brutos) antes de la faena. Luego esos pagos anticipados incorporaron los aportes patronales: quien no pagaba antes los aportes de su personal no recibía permisos de faena. Las cooperativas de trabajo, que no tienen empleados sino socios, sacaban mucha ventaja.
En los primeros años del gobierno de Cambiemos, gracias sobre todo al trabajo mancomunado de la Dirección de Control Comercial Agropecuario (la ex ONCCA) del Ministerio de Agricultura, la propia AFIP y el INAES (Instituto de Economía Social, que regula al cooperativismo), el porcentaje de faena en manos de este tipo de cooperativas de trabajo se redujo notablemente, de cerca de un 15% del total a menos del 5%. Hubo casos difíciles de resolver, como el de la eterna SUBPGA de Berazategui. Pero también otros casos en que algunos matarifes del conurbano, incluso alineados en la propia CADIF, tuvieron que cerrar sus cooperativas de trabajo y se vieron obligados a regularizar a sus trabajadores.
Pero ahora, con el retorno del peronismo al poder (y no solo a nivel nacional sino sobre todo en la Provincia), muchos empresarios de la carne temen un renacimiento de muchas cooperativas. “Los peronistas siempre se piden favores entre ellos…”, resumió una fuente, que teme que este tipo de práctica política termine relajando los controles de los organismos del Estado sobre este tipo de cooperativas.
En rigor, la nota de BAE sobre La Foresta dice que su reapertura se logró a fin de febrero “con asesoría de Servicio Nacional de Sanidad y Calidad Agroalimentaria (Senasa)”, que hasta no hace mucho le había objetado múltiples falencias para realizar una faena sanitariamente potable.
Ver ¿Por qué molestan las cooperativas en el negocio de la carne?
En La Foresta, la última faena en manos privadas fue realizada el 25 de enero de 2005 y en marzo de ese año siempre trabajó como cooperativa. Tal era el estado de abandono de la planta que Marcelo Yaquet, responsable del área de gestión y comercialización de La Foresta, señaló a ese diario: “Hemos resistido seis meses sin luz, hasta una inundación, pero armamos un plan de pagos con Edenor y pudimos abrir. En abril del año pasado, la última factura de luz fue de 750.000 pesos”, describió.
¿Y cómo arranca a trabajar una cooperativa de trabajo que no tiene plata ni siquiera para pagar la luz? ¿De dónde saca dinero para comprar las 7.000 vacas iniciales para la faena semanal que mantenga ocupados a sus 120 socios?
Un empresario nos explica: “Ante las millonarias ventajas en costos laborales que el uso de la figura cooperativista falsa permite, rápidamente ‘apareció’ el inversor que financió esta reapertura. Ese inversor manejará el negocio desde atrás de la fachada asociativista y se llevará los millonarios beneficios que este fraude genera”.
La fuente, que claramente habla desde el lado de los furiosos, también describió que los 120 trabajadores que prefieren esto a quedarse sin nada finalmente “trabajarán bajo condiciones muy distintas a las de cualquier trabajador en blanco de la industria frigorífica. No cobrarán salarios de Convenio discutidos en paritarias, ni aguinaldo, ni vacaciones pagas, ni horas extras, ni feriados pagos, ni tendrán cobertura de accidentes, ni obra social y no devengarán cargas sociales de ningún tipo. Cobrarán a destajo puro, no tendrán representación sindical y serán monotributistas, en el mejor de los casos”.
Sería esa una mala noticia, sin duda.
Y sería una noticia repetida, porque ya en julio de 2017 la AFIP había denunciado a La Foresta por evasión previsional. Según informó entonces el organismo, el frigorífico “bajo la figura de cooperativa empleaba a sus trabajadores haciéndolos pasar como socios de la misma, evitando así el tributo de las cargas sociales correspondientes”. En aquel momento tenía 58 empleados, de los cuales 27 fueron relevados como empleados ya que desconocían pertenecer a la cooperativa, y de los restantes 31 trabajadores -que sí figuraban bajo la modalidad de socios- solo 7 habían sido inscriptos como monotributistas.