Odio ser odioso, pero es mi oficio periodístico implica a veces ser odioso.
“El Decreto 133/25 publicado hoy con firma de Javier Milei y Luis Caputo elimina la prohibición de exportar ganado en pie abriendo un sinfín de nuevos mercados para el sector ganadero de nuestro país. La prohibición se impuso por un problema de abastecimiento en 1973 y, como en Argentina no hay nada más permanente que lo transitorio, quedó vigente por 50 años”.
Eso anunció en sus redes sociales, el ministro de Desregulación de Javier Milei, Federico Sturzenegger, que en su euforia liberalizadora no se percató que estaba liberando algo que ya estaba libre, porque en la Argentina nunca estuvo prohibido exportar hacienda en pie salvo que fuese para faena inmediata en el país de destino. Si uno quería exportar terneros podía hacerlo. Y de hecho en tiempos de Néstor Kirchner se exportaron cientos de vacas Holando a Venezuela.
Los ganaderos, visiblemente cansados de tanta prohibiciones en los gobiernos kirchneristas, festejaron el anuncio de Sturzenegger sin mantener el mínimo margen para la duda: Con esto se abren nuevos mercados, supusieron. Festejaron: los ganaderos son productores, y los productores son optimistas por naturaleza.
Pero la verdad es que ninguna norma les impedía hasta aquí exportar hacienda en pie salvo que fueran animales listos para la faena, que es un comercio que prácticamente no existe. A esa categoría de animales gordos se refería aquel decreto de 1973 que ahora eliminó el gobierno. Pero nada decía del resto de las categorías.
¿Cuánto falta para que la Argentina exporte ganado en pie a Medio Oriente?
El decreto que firmó Milei y que impulsó Sturzenegger deroga otro viejo decreto 322 de 1973, firmado nada menos que por Héctor Cámpora y su ministro de Economía José Ben Gelbard. Ese decreto era bastante claro, pues decía que lo que quedaba prohibida era “la exportación de ganado vacuno en pie cuyo destino sea la faena para consumo”. También decía que la Junta Nacional de Carnes podía establecer excepciones, pero solo para Perú y los países vecinos. Era evidente que la Argentina vivía un momento de desabastecimiento y querían evitar a toda costa que el ganado gordo cruzara las fronteras.
Según la plataforma Infoleg, que agrupa toda la legislación argentina, ese decreto no fue reglamentado ni modificado hasta recién la semana pasada, por el nuevo decreto libertario.
Tomando en base la letra fría de esa vieja norma, que aquí copiamos, queda más que claro que aquella prohibición solo regía para los animales terminados, listos para la faena, y no para las categorías bovinas menores, que todavía deben alimentarse y obtener unos cuantos kilos de peso para estar óptimos para el sacrificio. De hecho, cuando en 2006/7 el kirchnerismo embarcó gran cantidad de vacas lecheras a pedido de su socio Hugo Chávez, nadie puso reparos.
“Hay mucha confusión en las opiniones que están dando vuelta en torno a esto. Lo que estaba prohibido era la exportación de hacienda en pie con destino directo faena”, indicó un ex funcionario de Agricultura que conoce bien del asunto. Luego extendió: “Las exportaciones de Uruguay del 2024 de hacienda en pie (aproximadamente 350 mil cabezas) fueron con destino engorde/invernada, y no para faena directa. Es muy difícil imaginar un barco cargado de novillo terminado para que pierdam kilos en el viaje”.
Tiene gran parte de razón el hombre. En el comercio de hacienda en pie no es lo mismo llevar en un barco, durante largas semanas de navegación a mar abierto, terneros o novillitos que novillos listos para la faena. Por el estrés de estar en un medio extraño, más allá de que los alimenten como es debido, lo más probable es que los bovinos bajen de peso más que lo ganen.
Por eso históricamente Uruguay exportó hacienda joven y de mediano bajo, no animales terminados. Recién el año pasado hubo algunos embarques hacia Turquía con novillos pesados. Pero siempre se priorizó lo otro: cargar terneros/novillitos que terminan de ganar kilos en el país de destino, antes de la faena. Básicamente porque exportar novillos terminados resulta antieconómico.
Probablemente si alguien lo hubiera intentado en la Argentina todos estos años, se podría haber enviado uno o muchos barcos con hacienda menor, todavía en crecimiento. Aunque esas categorías jóvenes también sufren los avatares de un largo viaje, usualmente los países compradores se toman un tiempo para engordarlos y que ganen más kilos de carne. Pero nadie lo intentó.
Aquí el ex funcionario que fue fuente de Bichos de Campo apunta contra la desidia del propio sector público -básicamente las diferentes conducciones del Senasa- y la apatía de los propios operadores privado, que nunca se acercaron a la ventanilla diciendo que quería exportar animales livianos.
“Este es el punto central. Argentina no tiene protocolos negociados con los países que compran este producto. Y esos protocolos avanzan cuando hay pedidos concretos de los privados a los gobiernos. Que no estemos exportando tiene más que ver con el no interés o los no acuerdos sanitarios que con la norma que se derogó”, determinó este especialista.
Ahora que se conoce la noticia de que el gobierno de Milei supuestamente habilitó la posibilidad de exportar lo que no estaba prohibido, muchos criadores se entusiasmaron y preguntan cuándo saldrá el primer barco cargado de terneros. Pero no hay tal barco en el horizonte porque no hay acuerdos sanitarios con los países que realizan ese tipo de compras. Una búsqueda rápida por los protocolos sanitarios firmados por el Senasa con terceros países permite ver que hay toda una tarea por delante, que podría llevar años, antes de poder exportar efectivamente algún animal.
Así las cosas, esta es una de las tantas cosas que el gobierno anuncia en materia agropecuaria solo para hacer barullo mediático a su favor y para hacerle creer a los productores que está cumpliendo son sus promesas liberalizadoras. El único problema es que el mundo no es del todo libre: los países se cuidan de plagas y enfermedades, y por eso se necesitan protocolos y acuerdos sanitarios que nadie ha pedido porque, para decirlo en criollo, no hubo ningún empresario o productor que le rompiera las guindas a Senasa para negociarlos.
En más de treinta años de periodismo agropecuario que llevo, por cierto, nunca escuché a un grupo de ganaderos quejarse a viva voz porque Senasa no los dejaba exportar hacienda en pie. Nadie, o casi nadie para ser justos, realmente lo intentó. ¿Por qué sería una tabla de salvación ahora?
En Uruguay, en cambio, exportan hacienda en pie hace rato. Ellos, vale aclararlo, tienen una industria frigorífica bastante más concentrada de la que existe en la Argentina. Por eso los ganaderos uruguayos celebran tener esta vía de escape cuando no hay buenos precios ofertados por los faenadores locales.
¿Pero qué exportan los uruguayos? Ya lo dijimos: lo mismo que teóricamente podrían haber exportado los argentinos, quizás, de haberlo intentado.
Este gráfico del INAC (Instituto uruguayo de la carne) es clarísimo. Muestra que salvo en 2010 (cuando extrañamente se exportaron 125 mil novillos terminados a Turquía), lo más común es que el vecino país exporte hacienda para “engorde”, sin terminar. También se destaca la exportación de vacunos en pie para tareas de reproducción o genética, donde la Argentina sí ha buscado muchos más acuerdos. Renglón aparte: es envidiable la estadística del INAC.
¿Quiénes son los compradores de Uruguay? Sobre todo Turquía, pero en los últimos años también han aparecido esporádicamente otros países árabes como Irán, Irak y Egipto.
¿Qué tipo de animal les vende Uruguay? Históricamente han sido animales de entre 2 y 3 años, de entre 280 y 300 kilos de peso, no castrados. Recién en el 2024, se registran negocios con animales gordos listos para faena, con con casi 15% del total.
Es más que evidente que se registra actualmente une efervescencia en la demanda de hacienda en pie de la región, especialmente desde los países de Oriente Medio. Uruguay construye ese mercado desde 2010 y el año pasado llegó a su segunda mejor marca de exportación, con 347 mil cabezas. Pero lo dicho: el grueso es ganado joven que todavía necesita ganar kilos de carne en destino, y que además por su juventud soporta viajar varias semanas encerrado en una jaula flotante.
El negocio para Uruguay es excitante, pues significa ingresos por casi 300 millones de dólares. Para la Argentina, es apenas una décima parte de sus exportaciones de carne (ya faenada).
Es muy ilustrativa una reciente nota publicada por el diario uruguayo El Observador respecto de este fenómeno de demanda al que la Argentina ahora intentaría subirse tardíamente: cuenta que en 2025 se batirían nuevos récords, pues “se llevan exportados 40.604 vacunos del 1 de enero al 25 de febrero, casi cuatro veces más que en el arranque del año 2024 cuando habían sido despachados 11.218 animales”.
“Los operadores embarcan a todo vapor y publican en redes sociales sus búsquedas de novillos y vaquillonas Angus preñadas al tiempo que acopian terneros enteros comprados a campo o en remates. Lo que antes era solo una operativa de terneros y novillitos no castrados se ha diversificado a hembras y ganado más próximo a la faena”, describe el artículo, que presupone que “este año la exportación podría superar a la del año pasado y acercarse al volumen de 2018″ en cantidad de animales.
En 2024, los precios de estos terneros de exportación se incrementaron 20% y ahora promedian 2,72 dólares, mientras que en los últimos remates por pantalla la referencia estuvo en el eje de 2,90 para los terneros generales. Por vaquillonas Angus con preñez de hasta cuatro meses los exportadores pagaron entre 850 y 950 por cabeza, y por los novillos de entre 380 y 500 kilos las referencias van de 2,20 a 2,30 dólares por kilo, según el peso.
El gran comprador es la empresa pública turca ESK (Agencia de Carne y Leche), que como se dijo en 2024 comenzó la búsqueda en una categoría nueva: novillos prontos para faena. “Que salgan novillos ya terminados en el eje de 500 kilos, nunca se hizo; sí novillos pesados pero no gordos para faena”, afirmó a El Observador el operador Alejandro Dutra, titular de Escritorio Dutra. Se espera que este año Turquía se lleve unos tres barcos de novillos prestos para la faena, por un total de 60.000 cabezas. El precio de ese ganado puesto en Turquía rondaría 4,80 dólares por kilo vivo.
Haciendo lo que la Argentina no hace, es decir tratar de consolidar y diversificar estos negocios, el 21 de febrero el Ministerio de Ganadería, Agricultura y Pesca (MGAP) de Uruguay anunció que tanto Israel como Argelia autorizaron el ingreso de ganado con las aprobaciones de los respectivos certificados sanitarios. Una vez más, la demanda se orienta hacia animales en engorde y no listos para faena: desde Israel “el interés presentado es por machos enteros, terneros y novillos jóvenes de hasta 300/350 kg, así como machos castrados y hembras menores de seis meses o vaquillonas vacías de 200 kilos”, especificó el MGAP.
Buscar esos acuerdos sanitarios es lo que debería hacer ahora el Senasa, si el gobierno de Milei realmente quiere que la Argentina se convierta en un nuevo jugador, más allá de la cantinela liberalizadora de Sturzenegger.
Entre Uruguay y Brasil embarcaron 1,35 millones de vacunos en 2024, con destinos similares aunque con diferencias de nicho por el tipo de ganado. “La oferta ganadera de Argentina compite más directamente con Uruguay que con Brasil, tanto por genética como en el rango de precios” indicó el artículo.
El consultor Víctor Tonelli, quien es muy partidario de este tipo de políticas de apertura exportadora, consideró que hay que apostar en serio a la venta de ganado en pie porque “es un estímulo extraordinario para el cambio de modelo hacia incentivar la recría, mejorar las tasas de destete y aumentar los kilos a faena”, según declaró. Otros analistas suponen lo mismo.
Mensaje entonces para el gobierno: en vez de sanataer tanto con liberalizaciones que no serían tales, hay todo un trabajo por delante para hacer en materia de apertura de estos mercados.
Por ahora no podemos exportarles ni una pezuña..