En medio del calor de Añatuya, en Santiago del Estero, nos cruzamos con Guillermo Valdés, que es productor agrícola de esa zona y también de Bandera. En un esquema de rotaciones, Guillermo siembra algodón, maíz y soja sobre unas 2.000 hectáreas de campos propios y en sociedad. Está furioso porque este año miles de hectáreas de algodón corren peligro por la irresponsabilidad de otros productores que han utilizado agroquímicos hormonales para hacer sus barbechos, sin reparar en el daño que provocaban a sus vecinos.
“El algodón es nuestro cultivo de origen, nuestro cultivo madre en Santiago del Estero. Pero el enemigo del algodón en este momento son los productos hormonales, el famoso 2,4-D, que está prohibido en Santiago a partir de una fecha que no se respeta, sobre todo de parte de los productores que no son de la provincia”, denunció Valdés ante las cámaras de Bichos de Campo.
Mirá la entrevista:
El 2,4D es un agroquímico muy volátil y por lo tanto las provincias del norte prohíben totalmente su uso a partir de ciertas fechas, cuando comienza a hacer calor y se multiplican los riesgos de una “deriva” del producto hacia los campos vecinos. Tan alto es dicho riesgo que incluso el Senasa a nivel nacional prohibió desde julio pasado, por medio de las resoluciones 466/19 y 875/19, “la baja automática” de los productos 2,4-D formulados con ésteres butílicos e isobutílicos. La única excepción es el 2,4-D en su formulación sal dimetil amina, que es menos volátil.
Pero este tipo de disposiciones parece haber importado poco y nada este año en las provincias del norte, donde ese agroquímico fue muy utilizado, incluso violando las fechas en las que está vedado su uso.
En el caso de Santiago del Estero, Valdés denunció que confluyeron dos situaciones: por un lado el alto precio del glifosato (el herbicida más utilizado para barbechos químicos) llevó a los productores de granos a buscar alternativas. Por otro lado, el algodón explotó. Y su siembra coincidió con la utilización masiva de estos hormonales prohibidos.
“Este año se dio un fenómeno raro, porque el glifosato triplicó su precio y entonces las alternativas de muchos productores para hacer barbecho fueron otros agroquímicos, entre ellos el 2,4-D. En esta región sur de la provincia además hay una presencia algodonera muy grande. Por eso están afectados muchos productores. La situación es grave”, definió Valdés.
-¿Y como se ven afectados los cultivos de algodón?
-Fumiga un vecino, aplica un producto que no está autorizado y eso produce graves consecuencias. Hablé con varios productores colegas y el tema es que si no llueve la planta sigue intoxicada.
-Pero no entiendo cómo afecta el 2,4-D a la planta de algodón…
-Como para que lo entienda la gente: es como si te sacaran un pulmón. La plantita de algodón se queda sin hojas, es decir sin capacidad de respirar. Eso te da mucha impotencia, porque hay una ley que no la respetan.
Pablo López Anido, un socio de Aapresid que también siembra en la zona de Bandera, denunció directamente la situación como “una catástrofe ambiental”, ya que además de miles de hectáreas del algodón recién sembrado “hay miles de árboles severamente dañados por herbicidas incluso en el centro de la ciudad”.
En Bandera Santiago delEstero está ocurriendo una CATÁSTROFE ambiental hay miles de árboles severamente dañados por herbicidas incluso en el centro de la ciudad y miles de has de Algodon afectadas por hormonales @matiaslongoni llama la atención la falta de percepción del problema pic.twitter.com/UvVuoppl6e
— Pablo Lopez Anido (@PabloLopezAnido) December 18, 2021
López Anido también ve con claridad que el mayor problema es la falta de responsabilidad de los propios productores que hacen sus barbechos sin que le importen ni las prohibiciones ni los cultivos de sus vecinos. No se trata solo de una cuestión del tipo de formulación. “Se usan bastantes los productos mejorados. Entiendo qué hay problemas de irresponsabilidades y qué hay problemas estructúrales al sistema. En torno a Bandera hay 300.000 hectáreas de agricultura continua sin interrupción de cultivos anuales, que se barbechan durante 4 meses”, explicó el productor.
-¿Y quién debería controlar que no se usen estos hormonales?– le preguntamos a Valdés en Añatuya.
-Están el gobierno y las entidades, pero es muy grande la provincia y la intención de siembra de algodón superó las expectativas. Hablan de 800 mil hectáreas, aunque de todas maneras arriba de 600 mil es mucho. Nuestra provincia ahora tiene un perfil algodonero muy marcado e incluso tenemos muchas desmotadoras trabajando en la zona, lo que le permite al productor hacer aquí todo el desarrollo del cultivo comercial. Por eso hay que solucionar este problema, que es grave y es triste verlo.
“Cuando la planta de algodón tiene 10/20 centímetros ya existe una inversión grande, y de golpe vas al campo y te encontrás con la planta toda achicharrada. Eso te desmoraliza”, resume el productor afectado.