El sector productor de arándanos vivió un momento de esplendor cuando en 2016 llegó a exportar casi 17.000 toneladas. Pero desde entonces los envíos al exterior de este blueberry han ido cayendo y se espera que este año sean del orden de 11.000 toneladas.
“Las políticas macroeconómicas, el doble tipo de cambio, la no devolución del IVA, los impuestos masivos y las leyes laborales desalientan tanto el ingreso de nuevos jugadores como a los que quedamos en el negocio”, dijo Alejandro Pannunzio, presidente de la Asociación de Productores de Arándanos de la Mesopotamia.
Pannunzio destacó que la mayor parte de lo que se produce se exporta y que, mientras en la Argentina cae la producción y las exportaciones, en otras naciones competidores ambas variables crecen.
También resaltó –como contrapartida– el crecimiento del consumo de arándanos que s viene registrando en el mercado interno, al que buscan apuntalar para llegar con un producto de mejor calidad y atendiendo a los requerimientos de una demanda cada vez más preocupada por el cuidado del ambiente.
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Esos temas, entre otros, se discutieron en las jornadas organizadas por la entidad entre el 8 y 10 de septiembre. Además, en el evento se habló del programa de mejoramiento genético que se está llevando a cabo para tener variedades que se adapten a las condiciones locales, el manejo el post cosecha y la huella hídrica de la actividad.
Hoy el arándano se vende en los comercios minoristas en pequeñas cajitas de plástico (“clamshell”), pero que la tendencia es comenzar a comercializarlo a granel.
En ese sentido, Pannunzio indicó que, al evitar el uso de la cajita de plástico, eso mejoraría mucho la huella hídrica del producto porque “por cada kilo de fruta consumiríamos 100 litros menos de agua; esto de producir fruta sana tiene que ir acompañado por el sistema que se comercializa”.
El productor explicó que el beneficio de la venta a granel se determinó a partir de los criterios establecidos en la norma ISO 14046, que contempla el uso indirecto de agua necesaria para producir una “clamshell” (envase) de plástico, entre otros aspectos asociados.
Pannunzio, que tiene su campo en proceso de certificación bajo la norma ISO que determina la huella hídrica, dijo a Bichos de Campo que “sin dudas estoy percibiendo un cambio en la comercialización de frutas, porque a las generaciones más jóvenes les interesa el ambiente”.
“Hay gente que lleva cajas a granel de dos kilos en lugar de en clamshells plásticos, no quieren consumir algo tan sano con semejante movimiento de plástico. A esa demanda hay que satisfacerla buscando una respuesta”, afirmó.