Viernes 11 de julio, por la noche, en el Paraje Las Tunas, a unos 12 kilómetros de la ciudad de Apóstoles. Se desató un voraz incendio en la cinta de secado de una pequeña cooperativa yerbatera. Socios, empleados y bomberos trabajaron durante horas para apagar el fuego que afectó a gran parte de la estructura del secadero de yerba mate.
“Creemos que el fuego se originó a causa de una chispa en la cinta de secado y bueno, la yerba es una materia que puede ir ardiendo y que de golpe explota, como nafta prácticamente. Entre los daños registrados, se perdieron unos 14 mil kilos de hoja de yerba mate que estaban en proceso de secado. Después la estructura tuvo desprendimientos de revoque de las paredes, el techo y toda la cinta que traslada la yerba canchada”, relata Joselo Semienchuk, gerente de la Cooperativa Las Tunas, en diálogo con Bichos de Campo.
El día después del incendio, con las cenizas aún calientes, la noticia tomó trascendencia pública en medios de comunicación y redes sociales. Lo que se encendió esta vez fue la solidaridad de los consumidores, los “tuneros” como los definen desde la misma Cooperativa Las Tunas, cuya marca lleva el nombre homónimo.
Actualmente, la producción yerbatera enfrenta un escenario complejo marcado por la desregulación de la actividad promovida por las medidas dispuestas por el gobierno nacional en torno a la capacidad del Instituto Nacional de la Yerba Mate (INYM) para fijar precios mínimos de referencia para la materia prima. En este contexto, cooperativas como Las Tunas buscan consolidarse con su propia marca para obtener mayor rentabilidad, llegando al mercado con un producto envasado.
Ubicada próxima a la capital nacional de la yerba mate, Las Tunas ocupa el puesto 52 de marcas más vendidas a nivel nacional, produciendo desde hace 65 años en una zona donde la entidad está rodeada de secaderos de jugadores top five, como Las Marías, Rosamonte, Playadito y La Cachuera.
Fundada en 1960 por descendientes de inmigrantes polacos y ucranianos, en el presente la cooperativa nuclea a unos 60 colonos que en total acopiaron cerca de 1.400.000 kilos de hoja verde y que se traducen en aproximadamente 450.000 kilos de yerba empaquetada durante la última zafra. Luego de años de producir yerba canchada para terceros, la entidad se consolidó con su marca y la fidelidad de sus consumidores. En relación a la molienda, envasa unos 32.000 kilos de yerba empaquetada por mes.
¿Qué pasó después del fuego? El modelo de comercialización desde la cooperativa al consumidor fue un factor clave en la recuperación de la infraestructura y la continuidad de la zafra a menos de un mes del hecho fortuito.
“Por suerte y con mucho trabajo, después de casi 20 días, se puso en funcionamiento, se trabajó a full con la gente de personal de la cooperativa y gente contratada para levantar todo lo que es el techo. También, la mampostería que se tuvo que reparar y montar nuevamente la cinta. Todo se pudo reparar con la ayuda de algunos socios, con fondos propios de la cooperativa, que íbamos a destinar a otras inversiones, y también de clientes que solidariamente buscaron colaborar directamente con nosotros” relata Semienchuk.
En este sentido, el gerente de la cooperativa comparte que “sabemos de lo fiel que son los seguidores, los ‘tuneros’, como le llamamos nosotros. Inclusive ese mismo día que ocurrió el incendio ya hubo muchos clientes que nos contactaron para colaborar. Esa preocupación que vino de nuestros consumidores fue una gran ayuda y tuvo mucha repercusión”.
La cooperativa venía realizando un proceso avanzado de inversión que contemplaba un nuevo depósito para el acopio y estacionamiento natural de la yerba mate canchada (un proceso que lleva de 18 a 24 meses) y una ampliación del playón para la recepción de la hoja verde.
El proyecto de mejora de la infraestructura se coronaba con el montaje de un nuevo molino para el envasado. Sobre este trabajo, el productor yerbatero cuenta que “se frenó todo, ahí estamos parados porque terminamos teniendo otras prioridades con el incendio y bueno, el molino actual sigue funcionando como siempre”.
“La mayoría de la producción se manda a Buenos Aires pero más que nada porque desde ahí se distribuye a todo el país en pequeñas proporciones. Por cuestiones logísticas termina siendo estratégico para la distribución. No estamos en grandes cadenas ni mayoristas, sino que prácticamente todo lo que se hace es muy personalizado, directamente al consumidor. Nosotros tenemos mucho contacto con nuestro consumidor, nos escriben, nos visitan cuando vienen a Misiones, así que eso es lo gratificante, tener una cercanía y bueno, constantemente estamos interactuando con ellos, principalmente por las redes” sintetiza Semienchuk.
Días después de lo que pudo ser una tragedia, la cooperativa pudo retomar la cosecha y reactivar el secadero. Semienchuk considera que si bien prevén una merma en la campaña actual, el trabajo y la esperanza no se detienen porque a esta altura producir también es un acto de fe:
“Gracias a Dios, a la gente de la cooperativa y también al aporte de todos nuestros consumidores, que más allá de que nos compren un paquete y aprecien nuestro producto, también se solidarizan, de una u otra manera, ya sea con quienes aportaron lo que pudieron o con un simple mensaje, que muchas veces también es lo que uno necesita para sentirse reconfortado y seguir luchando y seguir trabajando”.