En medio de un desabastecimiento generalizado de gasoil, que ya está causando dificultades serias en la cosecha de granos gruesos, un senador oficialista presentó un proyecto que busca promover la producción de “biocombustibles de segunda generación”, creados a partir de materias primas que no tienen un uso alimentario.
Según justificó, esto no sólo apuntaría a la sostenibilidad ambiental, al emplear menos agua y suelos marginales, sino que también ayudaría a que el precio del alimento no se vea afectado.
“El conflicto inherente en cuanto a los biocombustibles de primera generación es justamente que su materia prima es también alimento, y que su utilización en alguna medida afecta el precio de este. La biomasa comestible requiere normalmente de suelos ricos en nutrientes y con abundancia de agua. Contrariamente, los biocombustibles de segunda generación crecen típicamente en suelos marginales, ofreciendo una alternativa económicamente viable y respetuosa con el medio ambiente”, afirmó en la iniciativa Sergio Leavy, senador salteño del Frente de Todos.
¿Y de dónde se obtienen estos biocombustibles de segunda generación? El proyecto menciona a materias primas como pastos perennes -el switchgrass-, especies arbóreas como el álamo para el etanol, y oleaginosas no alimentarias comprendiendo especies arbustivas o arbóreas perennes como la Jatropha, el Tártago, la Moringa y diversas especies de palmeras. Esta biomasa puede ser reconvertida por dos vías: la bioquímica y la termoquímica.
“El desarrollo de esta categoría de biocombustible ofrece la oportunidad de usar más materias primas, de aprovechar suelos no aptos para cultivos alimentarios, de generar una mayor eficiencia de conversión”, indicó en este sentido el senador.
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El régimen de promoción propuesto en este proyecto tendrá como objetivo fomentar el desarrollo de estos cultivos no tradicionales, impulsar la investigación en torno a ellos, apoyar la conformación de cadenas de valor mediante la integración de PyMes, coordinar esfuerzos con autoridades jurisdiccionales e impulsar un programa de certificaciones, entre otros.
“Si bien aún son incipientes los registros de plantaciones que permitan facilitar las investigaciones de biocombustibles de segunda generación, es responsabilidad del Estado encuadrar a los biocombustibles dentro de una política nacional sustentable que instale una matriz energética superadora, contemplando los aspectos socioeconómicos, ecológicos, de educación ambiental, de tenencia de la tierra, así como de la bioseguridad y garantía de la soberanía alimentaria”, argumentó el legislador.
A continuación enumeró las estaciones experimentales del INTA que se encuentran desarrollando actividades alrededor de cultivos con aptitudes energéticas: Colza Estación Barrow y Junín, en Mendoza, Cártamo Estación Ascasubi, Maíz Estación Pergamino, Topinambur Estación Manfredi, Remolacha Azucarera Estación Valle Inferior del Rio Negro, Panicum virgatum Estación Anguil, Sorgo Estación Manfredi, Caña de azúcar Estación Famaillá.