La política de precios máximos implementada por el gobierno nacional, que obliga a las empresas alimenticias a subsidiar el consumo interno con recursos propios, ahora se ensañó principalmente con el sector industrializador de harinas y productos derivados.
En el último año, según los últimos datos publicados hoy por el Indec, la “canasta farinácea” mostró una inflación interanual del 21,6% versus un 41,1 % el promedio de alimentos y bebidas no alcohólicas en comercios y supermercados de la ciudad de Buenos Aires (CABA-GBA).
La “canasta farinácea”, de todas maneras, presenta situaciones divergentes, dado que el paquete de harina de trigo prácticamente no se movió en el último año (+3,9%), mientras que los fideos secos ajustaron un 13%, las galletitas un 16%, el pan de mesa casi un 25% y el pan francés un 35%.
Una situación similar se registra con los productos de la “canasta láctea” (leche fresca en sachet, leche en polvo, queso cremoso, queso pate-grass, queso sardo, yogur firme, manteca), que están en su mayoría comprendidos en el “congelamiento” de facto dispuesto por el Estado nacional y en el último año registró una inflación del 28,5%.
En ese caso, los productos que menores ajustes experimentaron en el último año fueron el dulce de leche (+4,8%), leche en polvo entera (+12%), manteca (+15%) y yogur firme (+17%).
El pollo entero finalmente logró recuperarse luego del “retraso” que venía registrando con un ajuste interanual del 47,6%, mientras que los huevos, en cambio, ajustaron bastante menos: un 33,2%.
La canasta cárnica bovina –integrada por asado, carne picada, nalga, paleta y cuadril– es la menos comprometida al experimentar en el último año un ajuste superior al promedio con una suba de 77,9%. Los consumidores argentinos, amantes incondicionales de la carne vacuna, es una de los últimos consumos que restringen en una situación de crisis económica.
Sin embargo, el gobierno de Alberto Fernández está preparando una serie de medidas orientadas a la intervención del mercado cárnico, algo que, si bien puede llegar a promover una mayor oferta en el corto plazo, en el mediano a largo producirá un problema de escasez mayor.
Un aspecto llamativo es que, si bien en Capital Federal y Gran Buenos Aires la inflación promedio en alimentos y bebidas fue del 41,1%, en el NEA fue de 52,4%, en la zona pampeana del 48,3%, en el NOA de 47,4% y en Cuyo de 46,8%. Eso se explica porque el programa de precios máximos (“Precios Cuidados”) se controla mayormente en la ciudad de Buenos Aires con el propósito de contener las variaciones del Índice de Precios al Consumidor (IPC) que elabora mensualmente el Indec.